Peste porcina africana arriesga industria que produce RD$15 mil millones al año
Los pequeños productores nacionales, con alrededor de 400 mil cabezas de cerdo, son los más vulnerables ante la enfermedad. Desde el Gobierno y el sector porcicultor se recomienda seguir consumiendo la carne para evitar que colapse la industria
Desde el sector porcicultor nacional y el propio Gobierno se insistió ayer en que la peste porcina africana, detectada en zonas de 11 provincias del país, no se transmite en humanos, y que la población debe seguir consumiendo cerdo para evitar que colapse la industria.
Unos y otros aseguraron que el virus solo ha sido detectado entre animales de pequeños productores, no así entre los granjeros organizados que aportan alrededor del 80 % de la producción nacional.
Sin embargo, la facilidad de movilidad del virus pone en riesgo a toda la industria que se mueve detrás de la porcicultura dominicana, cuya producción anual es calculada en unos RD$15,000 millones al año.
“En realidad estamos muy preocupados porque la epidemia se divide en dos: una epidemia sanitaria, que es la enfermedad, y una epidemia de comercio, que es la caída de la demanda que, según nuestras estimaciones, ya ha comenzado a caer, y ya comerciantes comienzan a aprovecharse de eso para desplomar el precio de la carne”, expuso Luis Brache, presidente de la Asociación Dominicana de Granjas Porcinas (Adogranja).
Según sus cálculos, se estima en 12 % la caída de la demanda en una semana en un momento en el que apenas comienza el sacrificio de cerdos para evitar la propagación de la enfermedad a zonas aún no afectadas.
Adogranja agrupa a unas 13 mil granjas, aproximadamente, de unos 300 mil empleados directos e indirectos, incluidas las procesadoras y las embutidoras.
Justo ayer, el Ministerio de Agricultura inició el sacrificio de los cerdos enfermos de la fiebre porcina africana en comunidades de la provincia Sánchez Ramírez, donde se han identificado alrededor de 18,000 animales con el virus.
En Santo Domingo, en la zona de Hato Nuevo, también se han identificado otros 300 animales con la mortífera enfermedad, que ya había azotado el país en el año 1978, obligando al sacrificio de los cerdos en todo el territorio.
Según el Ministerio de Agricultura, se han identificado unas 2,000 granjas que pueden tener la enfermedad, e insistió, a través de su director de Sanidad Animal, Rafael Bienvenido Núñez, en que han creado el cerco epidemiológico requerido para evitar la propagación del virus. El funcionario admitió, sin embargo, lo difícil de controlar al cien por ciento la propagación de la enfermedad.
De acuerdo con el presidente de la Federación Dominicana de Porcicultores, Israel Brito, la porcicultura dominicana tiene más de 20 mil productores, de los que solo 365 son de las granjas organizadas. Los demás son los pequeños productores que complementan con unas 400 mil cabezas una producción nacional de alrededor de 1.1 millones de cerdos sacrificados al año.
En un país que no puede exportar el cerdo y sus derivados debido a la prohibición por la presencia de fiebre porcina clásica desde hace varios años, el mercado local es la única opción para darle salida a alrededor de 130 mil toneladas de carne que se producen anualmente.
Con esa producción se sirve alrededor del 70 % de la demanda nacional, la que es completada con la importación que ya el año pasado habría aumentado en más de 30 % las cantidades regulares de años anteriores, según Brache.
Al presidente de Adogranja le preocupa que, de no atender adecuadamente, se produzca una sobreoferta y se caiga el precio, generando la quiebra de muchos productores.
“Lo que hay que hacer es motivar al consumo de carne, crear bioseguridad para las granjas organizadas y orientar a la población que la carne no hace daño, como lo han certificado todas las organizaciones internacionales”, dijo.
En tono similar se expresó Brito: “La porcicultura dominicana hoy necesita de buenos dominicanos, no solo para salvar a los porcicultores, sino para salvar al pueblo dominicano, pues el cerdo es una de las proteínas más importantes que se consumen. Pero, además, de la porcicultura dependen miles y miles de padres de familias que, de desaparecer la porcicultura, irían a la calle”.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura reiteró anteayer que la peste porcina africana no representa ningún riesgo a la salud humana, ni por contacto directo con animales infectados, ni por medio del consumo de algún producto de origen porcino.
Las medidas de seguridad
Que la peste porcina no se haya detectado en las granjas organizadas y sí en las de traspatio, se explica en la forma en que operan unas y otras.
En las granjas organizadas, afirman sus representantes, se fumigan los camiones a cada entrada, se les pide al personal dejar allí sus ropas y bañarse a la entrada y salida para evitar propagación. También, está prohibido entrar derivados de cerdo a la granja y no está permitido alimentar con comida humana. Adicional, se realizan pruebas con cierta regularidad a los cerdos, las que se envían a Sanidad para que haga los análisis correspondientes, que se realizan fuera del país.
Los pequeños productores, en cambio, carecen de medios para poder llevar estas medidas, y culturalmente suelen alimentar sus crianzas con restos de alimentos humanos. También, es común que se compartan los padrotes o sementales a fin de mejorar su linaje.
En la actualidad, el país dispone de pocos ejemplares de cerdo nativo, producto de la eliminación generada en 1978. En su mayoría se trata de ejemplares de animales cruzados genéticamente para lograr un mejor rendimiento.
Según Israel Brito, de la Federación Dominicana de Porcicultores, existen dos centros genéticos con los que se preparan para obtener un cerdo de mayor calidad.
“La carne de cerdo que se produce hoy día en la República Dominicana compite con cualquier carne de cerdo que se produce en el mundo por la calidad de los ejemplares y la alimentación de nuestros animales”, dijo.
Si bien se incrementa la calidad, con cerdas madres prolíferas en sus partos, no se puede hablar de pérdida de línea puras, como tampoco en los sementales.
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