Interrupción de negocios

La República Dominicana, expuesta a huracanes y terremotos, exhibe un grado preocupante de imprevisión. Temeridad, más bien, pues como comentamos ayer las propiedades públicas y familiares no están debidamente protegidas por pólizas de seguros.

En cuanto al sector empresarial, mencionamos que éste se encuentra en mejor situación pues suele disponer de coberturas para riesgos catastróficos. Pero eso es sólo en cuanto a los negocios formales, ya que el sector informal, que como grupo es el principal proveedor de empleos en el país, no las tiene.

Las noticias e imágenes que se difunden después de un ciclón o terremoto resaltan las pérdidas de vidas y propiedades. Hacen mención del número de fallecidos o desaparecidos, de las viviendas colapsadas, los árboles y redes caídos, las inundaciones y los deslizamientos de tierras.

Existe, sin embargo, otro componente de los daños que se menciona menos pero es sumamente importante y consiste en lo que los aseguradores llaman "interrupción de negocios". Debido a los daños a edificaciones, maquinarias, fuentes de energía, vehículos y vías de acceso, las empresas no quedan en condiciones de reiniciar su operación de inmediato. Requieren de un período de recuperación cuya duración depende de la gravedad de los daños, tanto a las instalaciones propias como a la infraestructura pública que utilizan.

Durante ese período de parálisis sus ingresos por ventas se detienen, pero deben seguir pagando salarios, rentas, teléfonos, vigilancia y otros servicios, para lo cual necesitan fondos adicionales a los que las reparaciones requieren.

Para los negocios informales, que por lo regular usan una proporción más alta de mano de obra que las empresas formales, y en las que dueños y empleados son frecuentemente las mismas personas, la interrupción de operaciones puede ser muy perjudicial e implicar un súbito aumento del desempleo como secuela del desastre.