Independencia en peligro

Se dice que los bancos centrales deben ser independientes. Que deben poder actuar sin interferencia gubernamental y que sus metas no deben estar supeditadas a circunstancias políticas.

Pero, ¿ocurre así realmente?

Ha quedado muy atrás el concepto clásico de la banca central en su torre de marfil, aislada de los altibajos del momento y orientada por consideraciones de largo plazo. Sustraerse de las vicisitudes corrientes no le ha sido fácil y ha tenido que ajustar sus políticas según sea la coyuntura vigente.

La crisis económica actual no ha favorecido su independencia. El desempleo, las caídas bursátiles, las quiebras de bancos, el descenso en el valor de las propiedades, las grandes deudas públicas, las altas primas de riesgo y demás acompañantes de la crisis han colocado tal presión sobre los bancos centrales que ahora existe una creciente preocupación sobre su capacidad de actuar libremente.

Hoy mismo se discute en una reunión si el Banco Central Europeo debe o no financiar a los países derrochadores de la eurozona. No tiene que hacerlo directamente, por supuesto. Basta que financie a los bancos, los cuales a su vez compran bonos públicos. Lo que esos países desean es que el BCE emita más euros, para que les bajen los intereses que tienen que pagar en sus sucesivas rondas de ventas de bonos, y para que les rescaten los bancos que sus mismos gobiernos metieron en problemas.

La FED, en los EE.UU., está embarcada en una serie de malabares monetarios que han sido ineficaces para dinamizar la economía. Esta semana precisamente se conocieron los peores índices en tres años del sector industrial, mientras la deuda del gobierno federal sobrepasó los 16 millones de millones de dólares.

En varios países, como Japón e Inglaterra, decisiones de los bancos centrales están siendo objeto de debate, mientras que en otros, como China y Rusia, su independencia es sólo nominal.