Plaga de langostas impulsa acción contra un antiguo enemigo
Estas plagas han asolado a los humanos durante milenios, pero las lluvias recientes han intensificado su reproducción
La década está llegando a su fin de forma casi bíblica. En los últimos meses, grandes enjambres de langostas han estado devastando partes del sur del planeta. En el norteño estado etíope de Amhara, han devorado prácticamente todos los cultivos y ahora amenazan los países vecinos, incluyendo a Eritrea. Las plagas de Etiopía también se están fusionando con las de Somalia en búsqueda de nuevos pastos.
La frontera entre Pakistán e India está siendo asolada de la misma forma, y los insectos desafían los enormes esfuerzos de control de plagas. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que brinda una actualización mensual sobre las langostas que utiliza datos terrestres, satelitales y de drones, advirtió hace quince días que la situación era “extremadamente grave”. Los científicos ahora están intentando encontrar nuevas formas de lidiar con un antiguo enemigo, incluyendo la producción de cultivos que no atraigan a los insectos.
El reciente aumento de la pestilencia, provocado por las lluvias que han intensificado la reproducción, ha centrado la atención en una criatura que ha asolado a los humanos durante milenios. Las langostas pertenecen a la familia de los saltamontes, y la langosta del desierto se destaca entre una docena de especies como la más destructiva. Aunque las langostas del desierto suelen ser solitarias, el hacinamiento provoca que cambien a una fase “gregaria” — como la transformación del doctor Jekyll al señor Hyde — que las induce a formar enjambres.
Los insectos forman una gruesa capa de voraces saqueadores que pueden volar más de 100 km al día, devastando la vegetación conforme avanzan. Un enjambre puede ocupar hasta varios cientos de kilómetros cuadrados, con hasta 80 millones de insectos por cada km cuadrado, según el Servicio de Información de la FAO sobre la Langosta del Desierto.
Cada insecto, que mide hasta 7.5 centímetros de largo, se come su propio peso corporal (aproximadamente 2 g) diariamente. Los enjambres se extienden a 60 países en todo el mundo y amenazan el sustento de una de cada 10 personas de la población mundial. En Etiopía, desaparecieron diariamente 1.8 millones de toneladas de vegetación. El enjambre, actualmente clasificado por la FAO como un “recrudecimiento”, está sólo un nivel de alerta por debajo de ser clasificado como una “plaga”.
Mantener las langostas del desierto bajo control es una pesadilla logística: generalmente se reproducen en áreas deshabitadas y mal monitoreadas, lo que significa que las ninfas pueden alcanzar la madurez alada libremente. El control de plagas aéreo es aún más difícil. Los enjambres a menudo aterrorizan a lugares remotos, inseguros y carentes de infraestructura básica como carreteras. El enjambre de Etiopía se originó en Yemen, afectado por la guerra, un caldo de cultivo donde se habían saqueado los equipos de monitoreo, incluyendo los vehículos.
La naturaleza esporádica de las plagas, que puede ocurrir con décadas de diferencia, implica que la experiencia desaparece en períodos tranquilos. Y aunque los insectos comestibles son una buena fuente de proteínas, comerse las langostas no es una solución viable. La falta de preparación global llevó a Arianne Cease, de la Universidad Estatal de Arizona, a establecer la Iniciativa Global de la Langosta (GLI, pos sus siglas en inglés).
“Hay especies de langostas en los cinco continentes y su comportamiento migratorio las convierte en un desafío a nivel continental”, dice ella. “Pero a pesar de su impacto en los medios de subsistencia, sorprendentemente, las langostas han sido poco estudiadas”. Elogia a la FAO por sus esfuerzos de supervisión; El GLI, lanzado el año pasado, es más un centro de investigación y manejo de la langosta.
Es posible que la modificación de las prácticas agrícolas pueda marcar la diferencia. Las langostas, hambrientas de energía, prosperan con una “dieta de donas” baja en proteínas y alta en carbohidratos, según la profesora Cease. Éstos son los mismos cultivos que florecen en suelos de baja calidad. En Senegal se está investigando si fertilizar la tierra reduce el impacto del saltamontes senegalés, una langosta menos problemática. Los primeros hallazgos sugieren que aumentar la fertilidad del suelo puede reducir a la mitad el número de langostas.
Independientemente de cómo se desarrolle este recrudecimiento, el mundo ciertamente necesita técnicas de control de plagas más inteligentes que la estrategia que sugirió el mes pasado un ministro de agricultura en Karachi, escenario reciente de enormes enjambres. Aconsejó que los habitantes de las ciudades deberían adquirir el gusto por un “guisado de langosta”.
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