Paz duradera en el comercio norteamericano no es segura a pesar del T-MEC
Trump podría intensificar las tensiones con Canadá y con México de otras maneras
¿Representa el acuerdo comercial norteamericano una paz inestable? Yo acabo de terminar de ver la conferencia de prensa de la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi en relación con su acuerdo con Donald Trump para permitir la ratificación del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) por parte del Congreso. Las señales habían sido alentadoras durante un tiempo en cuanto a que el acuerdo reemplazaría al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), pero todavía fue sorprendente ver a la Sra. Pelosi dándole al presidente estadounidense un importante logro legislativo el mismo día en que ella también estaba revelando artículos de juicio político en su contra.
A pesar de todas sus bravuconadas y su proteccionismo, ¿ha forjado el Sr. Trump un nuevo consenso doméstico en cuanto a las reglas del libre comercio? Tal vez. Pero quizás los inversionistas y las empresas no deberían sentirse demasiado cómodos con la idea de que una paz duradera finalmente ha descendido sobre el comercio en Norteamérica.
“Éstas fueron negociaciones intensas, argumentativas, reñidas. En realidad, esto se puso muy acalorado en varias ocasiones. Creo que establecimos un récord mundial por colgarnos el teléfono mutuamente”. Fue así como el congresista Richard Neal, el demócrata de Massachusetts y presidente del Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara — y un destacado irlandés-estadounidense en el Congreso — describió el tono de las conversaciones con Robert Lighthizer, el nativo de Ohio y zar comercial estadounidense, acerca del T-MEC.
Al final, valió la pena, por supuesto. Se llegó a un acuerdo, y al TLCAN se le ha dado una ‘segunda vida’ en una forma que pudiera complacer a una vasta porción del espectro político estadounidense, incluso en un momento de vitriólicas divisiones partidistas. Pero suponiendo que el T-MEC se apruebe sin problemas en el Congreso, no se debe dar por sentado que el comercio en Norteamérica no experimentará contratiempos en el futuro cercano.
La primera razón para ser escéptico es que no existen garantías de que el Sr. Trump no intensifique las tensiones con Canadá y con México de otras maneras. Hace sólo unos meses, él invocó poderes de emergencia para amenazar abruptamente a México con gravámenes generales en todos sus productos a menos que frenara la inmigración. La consiguiente represión mexicana en la frontera ha resuelto la disputa, por ahora, pero pudiera fácilmente estallar en el futuro, desencadenando una nueva crisis comercial además de la crisis humanitaria.
Mientras tanto, este mes durante la cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Londres, el Sr. Trump se burló y criticó a Canadá por estar “ligeramente moroso” en relación con su gasto en la alianza atlántica, y dijo que estaba considerando usar el comercio como un arma para presionar a los países a invertir más dinero en sus fuerzas militares.
El presidente estadounidense considera que el comercio es el apalancamiento principal de EEUU para obligar a los países a cumplir con los deseos estadounidenses en numerosas áreas; y Canadá y México no están exentos. También vale la pena señalar que a los vecinos de EEUU por fin se les quitaron los aranceles sobre el acero y sobre el aluminio esta primavera; pero, en el caso de un aumento de las importaciones, EEUU pudiera reimponerlos. También es probable que Canadá y México se salven de cualquier futuro arancel automotriz que el Sr. Trump pueda aplicar por motivos de seguridad nacional, pero sólo porque aceptaron cuotas. Si no cumplen con esos límites, nadie sabe qué sucederá. También hay disposiciones en el T-MEC — en cuanto a moneda, y en el trato con economías no de mercado como China — que pudieran resultar problemáticas si no se respetan.
La segunda razón para no ponerse demasiado optimista por el comercio en Norteamérica es la dinámica del lado demócrata. Es cierto que la Sra. Pelosi aseguró algunos cambios significativos, y estuvo cerca de lo increíble ver a Richard Trumka, el líder del sindicato Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales (AFL–CIO, por sus siglas en inglés), elogiando un acuerdo comercial después de haber pasado toda su carrera criticando y cabildeando en contra de los acuerdos comerciales. Probablemente sea seguro suponer que si un demócrata moderado como Joe Biden o como Pete Buttigieg gana la nominación presidencial demócrata, el T-MEC estará en ‘piloto automático’.
Pero, ¿qué sucedería si Elizabeth Warren o Bernie Sanders terminaran en la Casa Blanca? Es poco probable que estén satisfechos con el acuerdo tal como está, particularmente si hay un aumento en las compañías estadounidenses que externalizan y producen en México en lugar de en EEUU. El acuerdo conserva la arquitectura esencial del TLCAN, después de todo, la cual involucra un comercio sin fricción y cadenas de suministro integradas en la mayoría de las industrias. Andy Levin, un miembro demócrata del Congreso por el estado de Michigan, advirtió que el T-MEC pudiera incluso “engendrar una nueva generación de trabajadores estadounidenses justificadamente alienados”. Cualquier intento por parte de una futura administración demócrata de nuevamente renegociar el acuerdo, presuntamente hacia una dirección más proteccionista, probablemente desencadenaría una nueva ronda de angustia en las empresas del continente y entre los funcionarios en Canadá y en México.
Además, los términos del T-MEC de hecho invitan a una reexaminación del acuerdo. A diferencia del TLCAN, el cual no tiene plazo definido, el T-MEC cuenta con una cláusula de suspensión, con una revisión después de seis años y con una expiración después de 16 años. Por ahora es importante reconocer que el resultado de un T-MEC ratificado representa un gran paso hacia la estabilidad comercial en la región. Pero el riesgo es que puede no ser particularmente duradero.
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