Acuerdo de Asociación Transpacífico busca resolución final en Atlanta
El objetivo es finalizar el Acuerdo de Asociación Transpacífico antes de las elecciones canadienses del 19 de octubre. Una y otra vez durante esta pasada semana, incluso mientras recibía al presidente chino y se enfrentaba a Vladimir Putin en cuanto a qué hacer en respuesta a la crisis en Siria, el presidente estadounidense Barack Obama ha estado al teléfono con carácter de urgencia.
Al otro extremo de la línea han estado sus colegas líderes negociando lo que podría terminar siendo el legado económico más importante del Sr. Obama: el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), un acuerdo comercial que, con Japón y otros 10 países que representan el 40 por ciento de la economía mundial, sería el mayor logrado en dos décadas en cualquier parte del mundo.
Durante las llamadas a líderes como Enrique Peña Nieto de México, Ollanta Humala de Perú y Michelle Bachelet de Chile, ha estado presente la necesidad de concluir las negociaciones “rápidamente”.
“Esto necesita un último empujón”, dijo el primer ministro de Nueva Zelanda, John Key, a los periodistas después de reunirse con el Sr. Obama en Nueva York el lunes.
Ese último empujón comienza el miércoles en Atlanta donde, después de más de cinco años de negociaciones, los ministros de los 12 países del TPP, incluyendo a EEUU, se reunirán para lo que muchos esperan sea una maratónica sesión final de negociaciones. El objetivo inmediato esta vez es lograr un acuerdo antes de las elecciones canadienses del 19 de octubre, en las cuales, según las encuestas, hay un empate entre tres que probablemente provocará un cambio de gobierno.
Funcionarios estadounidenses han intentado minimizar públicamente las expectativas y han insistido en que solamente llegaran a un acuerdo si es algo que pueda considerarse beneficioso para la economía estadounidense y su seguridad nacional. Están listos para desaprovechar la oportunidad si es necesario.
Pero no hay mucho que puedan hacer los funcionarios estadounidenses para suprimir la especulación acerca de las consecuencias de no llegar a un acuerdo que por años ha sido blanco de los escépticos de la globalización quienes se quejan de la falta de transparencia en las negociaciones y de cómo el TPP favorecería los grandes negocios.
Un fracaso en Atlanta podría hacer que los ministros se reúnan al margen de la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico a celebrarse en Filipinas en noviembre. Sin embargo, después del fracaso en cerrar el trato cuando se reunieron por última vez en Hawái a finales de julio, la sensación entre algunos países del TPP es que el tiempo se acaba. Para ellos, no concluir las negociaciones en Atlanta representaría un gran golpe a la credibilidad global del proyecto.
Un alto funcionario involucrado en las negociaciones compara el fracaso potencial a las largamente estancadas negociaciones comerciales globales de la Ronda de Doha, las cuales han estado en un coma virtual durante los pasados siete años y se han convertido en sinónimo de parálisis multilateral.
El fracaso en Atlanta también sería un gran golpe para los gobiernos ajenos a EEUU, como el de Shinzo Abe, de Japón, y el de Stephen Harper, de Canadá, los cuales han invertido mucho capital político en el TPP. El Sr. Abe lo ha colocado en el centro de su agenda de reforma económica y se ha enfrentado a poderosos grupos de presiones relacionados con la agricultura. El Sr. Harper parece considerar el TPP como su estrategia económica de último minuto que le podría permitir ganar las elecciones.
Un acuerdo podría no ser el final de la batalla política. Este verano el Sr. Obama ganó por un estrecho margen la autorización por la vía rápida que necesitaba para cerrar el trato y podría enfrentar una dura batalla para pasarlo a través del Congreso en 2016, un año de campaña presidencial. Ya existe cierto número de candidatos, incluyendo a Donald Trump, quien encabeza la contienda republicana, que están en contra del TPP.
Sin embargo, hay señales de que un acuerdo podría estar cercano.
Según los negociadores sólo restan tres cuestiones importantes: un impasse entre Japón y EEUU, Canadá y México acerca de las “normas de origen” que abarcan a los automóviles y sus piezas de repuesto, o qué por ciento de ellos se debería fabricar en los países del TPP para que califiquen para sus beneficios; la cuestión de cuánto Canadá, Japón y otros países deberían abrir sus protegidos mercados de lácteos; y cuánto tiempo las nuevas drogas conocidas como “biológicos” deben estar protegidas por las patentes y otras protecciones de propiedad intelectual.
Los negociadores dicen que han estado progresando en cada una de esas cuestiones en las últimas semanas. Pero también cada una de ellas es emblemática de las ambiciones del TPP y de las dificultades que enfrenta.
La disputa acerca de los automóviles es un símbolo para la nueva cadena de distribución de los países de la Cuenca del Pacífico que el TPP pretende crear. El impasse acerca de los lácteos es símbolo de su ambición de abrir incluso los sectores más protegidos de las economías de los países del TPP. La discusión acerca de los fármacos es análoga a las reglas del “siglo XXI” en cuanto a todo — desde el libre flujo de información hasta las protecciones a inversionistas — que los países del TPP tanto interés tienen por establecer.
El desafío que enfrentan EEUU y sus socios de negociaciones en Atlanta es si pueden terminar en una posición que satisfaga sus ambiciones. O si se verán forzados a lamentar las dificultades.
“En las negociaciones comerciales las cuestiones que quedan para el final siempre son las más políticamente sensibles”, dice Jeffrey Schott, alto miembro del Instituto Peterson para la Economía Internacional.
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