Dos hurras por la fuerte caída de los precios del petróleo

La abundante oferta amenaza con motivar a las economías a consumir más carbono y a ser menos eficientes energéticamente

El rublo ruso ha registrado una fuerte caída. AP

¿Qué representa el descenso de los precios del petróleo para la economía mundial? La respuesta depende de por qué ha ocurrido y de cuánto tiempo podría durar. Pero en general, debe ser algo útil, aunque con salvedades. Particularmente importante podría ser el impacto en los países exportadores netos de petróleo. Entre los productores vulnerables figuran los regímenes que uno quisiera ver debilitado, como la Rusia de Vladimir Putin. Pero incluso en este caso el tiro puede salir por la culata. Como lo señalara Kirill Rogov del Instituto Gaidar de Moscú, los precios del petróleo podrían exacerbar el espíritu revanchista de Putin.

Entre finales de junio y principios de este mes, el precio del crudo se redujo en 38 por ciento. Éste es un gran declive, pero uno más grande se produjo entre la primavera de 1985 y el verano de 1986. La fuerte caída en la primera mitad de los años 1980 –y probablemente el evento que precedió a la caída de la Unión Soviética– fue causada por dos acontecimientos: la reducción de la intensidad de consumo energético y la producción provocado por las dos “crisis del petróleo” de la década de 1970; y el surgimiento de una producción significativa en países fuera de la OPEP, como México y el Reino Unido.

La historia esta vez no es tan diferente, sobre todo en el lado de la oferta. Según el último informe World Energy Outlook de la Agencia Internacional de la Energía, el suministro de petróleo y líquidos de gas natural de países no miembros de la OPEP podría aumentar de 50.5 millones de barriles diarios (mbd) en 2013 a 56.1mbd en 2020. Esto elevaría la participación de la producción mundial de los productores no miembros de la OPEP del 58 por ciento al 60 por ciento. Se pronostica que hasta un 64 por ciento de este aumento provenga de América del Norte. Detrás del aumento de la producción de América del Norte se encuentra el petróleo no convencional –el llamado “tight oil” (petróleo apretado)– en EE.UU. y las arenas bituminosas en Canadá. Mientras tanto, se prevé que la producción de la OPEP permanezca más o menos constante.

Los acontecimientos revolucionarios en la producción de petróleo no convencional ya han marcado una diferencia sustancial en lo que respecta la producción. La producción estadounidense de líquidos ha aumentado en 4mbd en los últimos cuatro años. Según HSBC, se espera que la producción de EE.UU. aumente en 1.4mbd este año. La producción de Libia también se está recuperando. Por último, la inesperada debilidad económica en la eurozona, Japón y China ha reducido las estimaciones de la demanda mundial en 0.5mbd para este año. Para sostener los precios del petróleo, la OPEP necesitaba recortar la producción en alrededor de 1mbd. Pero el cartel –o, más precisamente, Arabia Saudita– se ha negado a hacerlo. Esto ha provocado la reciente caída de los precios.

¿Durarán estos precios bajos, o pueden bajar aún más? No me considero lo suficientemente temerario como para pronosticar los precios del petróleo: las elasticidades de los precios son tan bajas y los márgenes entre la oferta y la demanda tan finos que es muy fácil pronosticar erróneamente. El argumento de que la disminución será algo temporal se basa en el supuesto deseo de Arabia Saudita de paralizar la producción de petróleo no convencional, algo que exige un alto nivel de gasto de capital, y que tendrá éxito rápidamente. Por otra parte, los precios más bajos del petróleo, una esperada recuperación económica y la continuación del rápido crecimiento de las economías emergentes podría impulsar la demanda de petróleo. Además, argumenta HSBC, “la capacidad de producción suplementaria a nivel mundial sigue siendo muy ajustada en términos históricos y en gran parte se concentra en Arabia Saudita”. Después de haber expresado su punto de vista, los saudíes aún podría recortar la producción.

En este momento no está claro si estamos siendo testigos de un cambio estructural de los precios en descenso. Pero supongamos que dure bastante tiempo. ¿Cuáles serían las consecuencias? Hay seis.

En primer lugar, una caída de US$40 en el precio del petróleo representa una transición anual de aproximadamente US$1.3 billones (cerca del dos por ciento del producto bruto mundial) de los productores a los consumidores. Esto es significativo. Dado que, en general, los consumidores son propensos a gastar más rápidamente que los productores, esto debería generar un modesto impulso a la demanda mundial.

En segundo lugar, la caída de los precios de la energía bajará la ya baja inflación general. Esto crea dos riesgos de compensación. Uno de ellos es que podría afianzar las expectativas de una inflación ultra-baja. Un riesgo opuesto es que podría alentar a los bancos centrales a ignorar las amenazas de un aumento de la inflación subyacente. A fin de cuentas, el primero es una amenaza mayor que el segundo.

En tercer lugar, la caída de los precios de la energía aumentará la rentabilidad de la producción intensiva de energía. Al mismo tiempo, está recortando las utilidades y el gasto de capital de los productores de petróleo. Podría crear un riesgo significativo de quiebra en el sector energético, en particular entre los productores de petróleo con mayor apalancamiento. No está claro hasta dónde afectaría a los prestamistas.

En cuarto lugar, la caída de los precios va a redistribuir los ingresos de los países exportadores netos a los importadores netos. Entre estos últimos se encuentran la eurozona, Japón, China e India. EE.UU. es ahora un exportador neto. Pero los exportadores netos importantes son los países que dependen en gran medida de estos ingresos. Entre ellos se encuentran Irán, Rusia y Venezuela. ¡Este problema no podría sucederle a regímenes más agradables! Pero el peligro aumenta cuando los déspotas se ven acorralados.

En quinto lugar, la caída de los precios de la energía va a crear cambios en los precios de los activos. Las tasas de cambio de los países productores de energía estarán en presión a la baja, como ya se ve en la fuerte caída del rublo ruso. Las acciones de las empresas que se benefician de los precios más bajos del petróleo, directa o indirectamente, subirán. Esto podría crear nuevas burbujas bursátiles.

Por último, la caída de los precios del petróleo amenazan con hacer que las economías consuman más carbono y sean menos eficientes energéticamente. Pero también presentan oportunidades para aumentar los impuestos sobre el petróleo, o al menos reducir los subsidios al consumo de forma permanente. Es una oportunidad que cualquier gobierno sensato debe aprovechar. Claramente la cantidad de gobiernos semejantes es bastante pequeña.

Hay mucha incertidumbre acerca de hasta dónde bajarán los precios, y por cuánto tiempo. Pero en la medida en que reflejen una oferta fuerte y no una reducción de la demanda, representan un impulso positivo a la economía mundial. También representan una transferencia de ingresos que solían parar en manos de petro-déspotas. Es difícil no alegrarse por ello, aun cuando la oportunidad para disminuir subsidios y subir impuestos sea una vez más desaprovechada.

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