De superávit a déficit
La misión del FMI encontrará en la RD un país muy persistente. El déficit fiscal que dejaron en su última visita ha aumentado y por igual las deudas del sector eléctrico, todo ello a pesar de las ventas de bonos soberanos y los préstamos recibidos. Encontrará de nuevo obras públicas a medio terminar, graves carencias sociales, ineficiencias administrativas e irreales expectativas acerca de lo que el Estado puede hacer.
La experiencia internacional indica que una vez que las finanzas públicas caen en déficits recurrentes es difícil volver atrás. Corregirlos requiere de sacrificios que con frecuencia recaen sobre sectores que fueron ajenos a las decisiones de gastos y no se beneficiaron de ellos.
Sucede en todas partes. Quizás no recordemos que hace doce años los EE.UU. tenían un gran superávit fiscal. Se decía que al ritmo que iban las recaudaciones, el gobierno federal podría pagar la deuda pública en pocos años. Hubo quienes pronosticaron una crisis económica por esa razón, pues afirmaron que la subsistencia del sistema financiero dependía de que hubiese un incremento continuo en la oferta de valores gubernamentales, a fin de que los fondos de inversión pudieran comprarlos. Y, aunque la tasa de desempleo estaba en su mínimo, dijeron que el superávit perjudicaba la actividad de la economía.
No se tomó en cuenta que una parte de las recaudaciones eran coyunturales, pues se debían a ganancias de capital en acciones y propiedades. Ni se pensó que en pocos años la oleada de niños nacidos al terminar la guerra en 1945 estaría demandando pensiones y cuidados médicos. El nuevo gobierno de entonces, el de Bush, rebajó los impuestos, invadió Irán y Afganistán y en poco tiempo el superávit se desvaneció.
Entre el superávit y el déficit hay un camino de doble vía. Se puede transitar de uno a otro y viceversa, pero es mucho más fácil transitar desde el primero al segundo.