Propósitos de año nuevo
Comienza el año 2024 y con él la esperanza de hacer - o dejar de hacer - cosas que hemos querido llevar a cabo
Comienza el año 2024 y con él la esperanza de hacer - o dejar de hacer - cosas que hemos querido llevar a cabo, o de las que deseamos liberarnos. Es común que pospongamos decisiones que nos cuesta trabajo cumplir. Siempre suele haber razones que justifican que no las pongamos en marcha de inmediato, usualmente porque tenemos otras tareas más perentorias, o porque no es el momento apropiado. Entendemos que es preferible dejarlas para más adelante, cuando dispongamos del tiempo o recursos necesarios. Pero dado que esos argumentos son con frecuencia sólo excusas para no tener que involucrarnos ahora con el asunto, en el fondo de nuestro ánimo solemos sentirnos mal al respecto. Percibimos que la demora es realmente un fallo, una claudicación aunque ésta sea temporal, razón por la que nos sentimos presionados por poner un límite a la posposición.
El año nuevo nos cae como anillo al dedo. Nos da la oportunidad de establecer un punto a partir del cual haremos, finalmente, lo que debemos o queremos hacer, siendo habitual que ese punto se fije “después de reyes”.
Una gran variedad de cosas es susceptible de caer en ese ejercicio mental. Mudanzas, cambios de empleos, visitas a parientes, intervenciones quirúrgicas, tratamientos dentales, remodelaciones, limpieza de archivos, separaciones matrimoniales, disposición de objetos almacenados, uso de vacaciones acumuladas, pago de deudas, planes de ahorro, reparaciones de vehículos, reconciliaciones con amigos y muchas metas y actividades más, son colocadas en ese futuro suficientemente cercano como para convencernos nosotros mismos de que verdaderamente intentamos realizarlas.
Economistas han estudiado ese comportamiento, y por lo regular lo consideran provechoso en términos del nivel de bienestar. Esto así, ya que la satisfacción con las actuaciones propias es un componente importante del modo como las personas valoran su desempeño individual. Algunos economistas, sin embargo, lo perciben como una forma de engaño que facilita que objetivos útiles no sean alcanzados.
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