Augurios de fin de año

Como siempre ocurre para esta época, el final del 2023 nos trae las recapitulaciones de lo sucedido en él, y los vaticinios acerca de lo que acontecerá en el 2024, desde los pronósticos más prudentes hasta los más estrafalarios. En la medida en que se cumplan, estos últimos pueden ser muy provechosos para quienes los formulan, ya que como son tan improbables, les traerán fama y reconocimiento si resultan ser verdaderos. Y si no se cumplen, es posible que sean olvidados sin mayor perjuicio para sus autores.

Dado que el 2024 será un año electoral, la atención está centrada en los augurios políticos, dejando los económicos en un segundo plano. Paradójicamente, esto ocurre a pesar de que la situación económica está dentro de las principales inquietudes de los votantes, junto con otras, entre ellas la seguridad. Especialmente significativa es la erosión del poder adquisitivo de los ingresos provocada por la inflación, que ha hecho subir los precios de los bienes y servicios, desde la comida y el transporte, hasta las rentas y el servicio telefónico. Y es sabido, confirmado a través del tiempo y las fronteras, que a la hora de votar la responsabilidad por las dificultades se asigna a los gobiernos en ejercicio, independientemente de los argumentos que puedan esgrimirse en cuanto a su origen real.

En relación con la economía nacional, los pronósticos conservadores apuntan a un crecimiento saludable, aunque más lento. Sobre esto incidirán, sin embargo, las incógnitas acerca del gasto público como parte instrumental de la campaña electoral, susceptible de crear un incremento coyuntural en las actividades económicas que puede modificar, al alza, la expansión estimada. En otras épocas, es de recordar, las incógnitas también incidían en dirección opuesta, hacia una disminución del gasto privado derivada de la aprensión respecto de conflictos políticos previos o posteriores a los comicios, factor éste que en la actualidad, afortunadamente, no posee la relevancia que otrora tenía.