Casi siempre alguien pierde

Una de las características más problemáticas de la economía es que por lo regular alguien sale perjudicado con las medidas que se toman. Son efectos secundarios de las políticas que buscan conseguir tales o cuales metas.

Digamos, por ejemplo, que se persigue hacer bajar el precio del arroz, permitiendo importaciones. Los consumidores saldrán beneficiados, pero los productores locales serán perjudicados a menos que sean ellos mismos los que traigan el producto importado.

En general, las medidas dirigidas a hacer que un precio baje favorecen a los compradores y lesionan a los vendedores.

El dinero, o más bien el tiempo durante el que se usa, es también una mercancía para la que hay vendedores y compradores. Los primeros son los que lo tienen y lo ofrecen poniéndolo a disposición de los bancos en forma de depósitos, o a disposición de los emisores de bonos y otros títulos. Los segundos son quienes lo usan, tomándolo prestado en bancos o vendiendo valores.

La baja en los intereses perjudica a los dueños del dinero, incluyendo a los depositantes, y beneficia a los que lo toman prestado.

Se diría que si el descenso activa la economía, crea empleos y logra aumentar la producción, los depositantes terminarán siendo beneficiados, pero ése es un argumento poco persuasivo para los que viven de sus intereses y ven su ingreso mensual disminuir.

Con las últimas medidas que se han tomado, los intereses de certificados, bonos o cualquier otro instrumento pasivo tenderán a bajar. Dado que los intereses son un costo para los prestatarios, su disminución eleva las ganancias de las empresas que se financian con deudas. Si sus acciones se venden libremente, los depositantes pueden sacar su dinero, comprar acciones y evitar ser afectados por la caída de los intereses. Pero si no hay acciones que comprar, como sucede aquí, es más difícil para los depositantes evitar ser perjudicados.