Desmonetización extrema

El dinero se inventó por conveniencia. Sin él, quien produzca algo y desee cambiarlo por otra cosa, tendría que encontrar a alguien que la tenga y esté dispuesto a recibir ese producto como pago. En comunidades pequeñas ese mecanismo puede funcionar, pero deja de ser viable en colectividades mayores. Se usa entonces como medio de pago algún producto duradero, manejable y de oferta limitada, tal como el oro u otro material. Y luego van surgiendo las monedas, comenzando por bienes cuyo valor depende de su propio peso y calidad, y continuando con otros dependientes sólo del respaldo que le otorgan gobiernos, bancos u otros organismos.

Pero el camino es de dos vías, y en ocasiones muy especiales, usualmente calamitosas, puede haber procesos inversos, en los que monedas son reemplazadas por otras formas de pago. Por lo regular esas otras formas son también monedas, ya que el abandono de una moneda suele suceder cuando ésta pierde valor debido a que es emitida en exceso. Tal fue el caso de Venezuela con su moneda nacional, desvalorizada por causa de las emisiones efectuadas para financiar los gastos del gobierno bolivariano. El dólar pasó a ser el instrumento utilizado y requerido para un número creciente de transacciones.

A veces, sin embargo, la crisis es de tal magnitud que las monedas extranjeras no se consiguen. Llegado ese punto, deja de ser práctico requerirlas, y se recurre a bienes no monetarios para efectuar los intercambios. Arroz, cigarrillos y otros artículos han sido usados con ese fin en varios países a lo largo de la historia, en épocas de guerra y grandes catástrofes naturales.

Pero si la situación es verdaderamente extrema, y no hay bienes de aceptación general, se recurre al intercambio directo de un producto por otro, completando el proceso de desmonetización y retornando al trueque de antaño. Eso sucedió en Venezuela, donde la escasez de divisas extranjeras se hizo tan aguda que hubo que apelar al trueque.