El Viejo Lobo nos deja un legado irrepetible
Más que un jugador, un maestro del deporte
El año arrancó despidiendo a uno de los nombres más importantes de toda la historia del fútbol. El pasado 5 de enero, los principales diarios brasileños confirmaron el fallecimiento de Mario Jorge Lobo Zagallo, único ser humano ganador de cuatro Copas del Mundo.
Estados Unidos 94’ fue el primer mundial que viví a plenitud; ese que ganó Brasil en penales contra Italia en aquella final de tarde de domingo en el Rose Bowl de Pasadena. Veinticuatro años después, la Canarinha se colocaba la cuarta estrella. En aquel plantel, destacaba la mirada atenta y las indicaciones que daba ese ayudante de campo a jugadores y al seleccionador Parreira. Se trataba nada más y nada menos que de Zagallo.
Mi padre y mis tíos Álvaro y Amedeo, con quienes de niño solía ver mis primeros partidos de fútbol, de inmediato me ubicaron. El Viejo Lobo era ya, en aquel entonces, una leyenda viva, un tipo a quien el talento, el trabajo y el don de gente lo premiaron con un éxito con el que nadie más se ha podido encontrar.
Como jugador, ganó los mundiales de Suecia 1958 y de Chile 1962, formando parte, además, de ese club exclusivo de futbolistas que han tenido el privilegio de anotar un gol en una final; Zagallo lo hizo en aquella de Suecia, acompañando a los tantos de Vavá y a los de un jovencito Pelé.
Luego de su retiro en 1964 se formó como entrenador y fue el seleccionador campeón de aquella legendaria Brasil de México 1970; ese trabuco plagado de camisas 10, donde destacaban nombres como Rivelino, Jairzinho, Carlos Alberto, Tostao, Gerson, Clodoaldo y donde Pelé se hizo Rey.
Si usted fue uno de los miles que también estuvo en aquel agosto de 2004 en las gradas del Estadio Olímpico viendo el entrenamiento que realizó aquella Brasil previo al partido que jugaría contra Haití seguro que, al igual que yo, tuvo el privilegio de ver a Zagallo en persona.
Más privilegiado aún fue Jorge Rolando Bauger, quien le hizo una nota en la que da fe de haber entrevistado por encima del todas las laureas deportivas a una persona abierta, cercana, sencilla y afable.
El testimonio del trabajo de Jorge, coincide ciento por ciento con las palabras más recurrentes de toda la gente del fútbol que se hizo presente el pasado domingo en el velorio del tetracampeón en Río de Janeiro: alegría, simpleza y amor por la selección; valores para atesorar y tener siempre presente en cualquier terreno de la vida.
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