Sin tecnología y con poco tiempo, las preocupaciones de los padres

Por su situación de pobreza, de miles de padres dominicanos no disponer de los recursos tecnológicos ni de la formación necesaria para acompañar a los hijos en las tareas escolares a distancia; entre padres de clase media, las preocupaciones se centran en poder combinar las jornadas educativas con las laborales.

Esta historia es parte del especial “La extraña vuelta a clases” de Diario Libre, realizado por Tania Molina, Ámbar Castillo y Beatriz Bienzobas. Puedes leer las demás historias en los siguientes enlaces: A kilómetros del internet / Profesor remoto: contrarreloj para adaptar el aula virtual / “Se requiere mucha formación en las metodologías tecno-pedagógicas para la enseñanza a distancia” / Consecuencias de no asistir de manera presencial a la escuela /La extraña vuelta a clases, en emergencia y con “tapabocas”

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Jenny María Melo tiene 32 años y es madre de seis niños, tres varones y tres hembras. Tiene además a su cargo una niña de seis años, hija de su expareja, y la responsabilidad de cuidar a un hermano con discapacidad. En la humilde vivienda donde vive la familia, en el sector Cancino II de Santo Domingo Este, no hay computadoras ni tabletas, mucho menos conexión a internet. Tampoco cuenta con radio ni televisión.

Cargada de incertidumbres y estrecheces, Jenny espera el inicio del Año Escolar 2020-21, que inicialmente estuvo pautado para este lunes 24 de agosto, con el temor que embarga a las familias dominicanas de que sus hijos se puedan enfermar en medio de la pandemia del COVID-19, que a la fecha lleva casi 90,000 contagios en el país.

“Yo no sé qué va pasar. Una, yo no tengo las condiciones, porque yo no tengo condiciones de comprar una computadora, ni tablet ni nada de eso, pero yo entiendo también que es un riesgo mandar a los niños a la escuela”, explica la joven madre, cuyo sustento y el de su familia depende de los pocos recursos que consigue a través de trabajos ocasionales que realiza en casas de familia, sea lavando la ropa o haciendo otras tareas del hogar.

La mujer piensa que para impartir docencia a distancia como se anuncia para el próximo año escolar, las autoridades deben facilitar los recursos que necesiten las familias de escasos recursos. Como ella, en el país, con 10 millones de habitantes, hay 2.6 millones que viven en pobreza, según datos del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (Mepyd) del 2017.

La institución midió la tasa de pobreza monetaria que, para ese año era de 25.5 % de la población.

Como pobres se define a los hogares con ingreso per cápita inferior a cuatro dólares diarios o RD$17,636 mensuales por hogar de cuatro miembros, indica el Ministerio.

“Hay personas que a veces no tenemos siquiera para darle un pan a nuestros hijos, mucho menos voy a poder dar RD$10,000 ó RD$15,000 por una computadora, o pagar RD$2,000 ó RD$4,000 por una tablet, entonces, creo que deben ser considerados”, dice Jenny.

Actualmente ella no está trabajando. Antes, laboraba en una banca, como suplente, pero se le presentaron algunos inconvenientes y tuvo que dejar el trabajo. Sobre todo, “porque a los niños, al ser tantos, no los puedo dejar solos”, explica.

La familia vivía hasta hace poco en el sector de Los Minas, en una vieja casa de madera de dos habitaciones, en cuya entrada se acumulaban aguas residuales, lo que representaba un peligro para la salud de los niños.

Hace poco se mudó a Cancino II, pues Jenny hizo pública su historia en las redes sociales y recibió la solidaridad de una persona que reside en el extranjero, quien se ofreció a pagarle un apartamento de tres habitaciones en una mejor ubicación.

Los niños de Jenny tienen 13, 9 y 6 años y cursan el cuarto, sexto y primer grado de primaria, mientras las niñas tienen 6, 4, 7 y 11 años, y cursan primero, tercero, quinto y sexto grado, también de la educación primaria.

A la carencia de recursos tecnológicos y económicos, en el hogar de Jenny, que cursó estudios hasta el octavo de primaria, se agrega la dificultad para ofrecer acompañamiento a las actividades académicas de los niños.

“Si fueran pocos, yo puedo ayudarlos claro está, pero son siete, o sea que tendría que buscar ayuda como quiera”, reflexiona. Aun así, la joven madre no está dispuesta a enviar a sus hijos a los planteles escolares de forma presencial, debido a la pandemia.

Una alarma para la virtualidad

En el caso de Virginia, madre de dos hijos en el nivel primario de un colegio privado de clase media, tiene muy claro que, si le dan a elegir, prefiere que sus hijos comiencen el curso escolar de forma virtual. En ningún momento le preocupa que las clases virtuales no estén a la altura de las presenciales, aunque sí el hecho de que van a durar más tiempo sin socializar con sus compañeros.

Igual, entiende que es la mejor medida por la situación actual del país, ya que para su familia lo más importante es la salud tanto de los niños y sus familias como del personal docente.

“Confío que el colegio ha tomado las medidas necesarias para que los niños reciban una educación de calidad de manera virtual y dará la herramientas a los padres para que ayudemos en la casa. Y espero, con la ayuda de Dios, que puedan volver a las clases presenciales en un ambiente seguro en algún momento del año escolar”, dice.

Para ello, Virginia y su esposo ya han tomado sus medidas y se han organizado: ambos, empleados privados, trabajan remoto, un hecho que les facilita acompañar a sus hijos en este proceso mientras tanto. No han perdido tiempo y, adelantándose a posibles cambios, han preparado todo un esquema para cuando empiecen a trabajar de manera presencial.

“Vamos a tener alarmas que recuerden a los niños que las clases van a empezar, nos aseguraremos de que los equipos se carguen la noche anterior, y ya les hemos dado entrenamiento sobre cómo entrar a la plataforma y qué hacer en caso de que se desconecten. En sus habitaciones tienen sus escritorios con los materiales y equipos electrónicos solicitados por el colegio para conectarse a sus clases, y nos apoyaremos de la señora que nos ayuda en la casa para monitorear que estén tomando las clases”.

Por su parte Carolina, empleada privada y casada, tiene tres niños, de ocho, cinco años y un año y medio. Dada la experiencia del pasado ciclo escolar, su gran preocupación se centra en el seguimiento a las clases de los niños en casa por su horario de trabajo.

“Ya el final del pasado curso escolar para mí fue estresante al tener que cumplir un horario laboral y al llegar a casa dedicarme a fotografiar las tareas, convertirlas en pdfs, enviarlas a mi correo y después subirlas a la plataforma. Fue un sistema un poco complejo ya que el colegio tiene su propia plataforma. Sin contar el hecho de que el niño, a veces, no quería hacer las asignaciones tal y como iban y me generaba enfrentamientos para los que a veces uno no tiene la paciencia y más después de agotar una jornada de trabajo”, recuerda.

Así mismo se siente Francisco, casado y con dos niños de nueve y cuatro años.

Y expresa: “El colegio en que están ha propuesto un horario virtual que inicia el 25 agosto, si no hay variación. El planteamiento es que los niños estudien desde casa, se conecten a una hora y mantengan un horario de clases con horas de descanso entre materia y materia, pero a mí se me dificulta pensar qué seguimiento voy a darles si mi esposa y yo trabajamos de forma presencial, y aunque tengo con quién dejarlos, esa persona tiene otro rol y no tiene la preparación”. ¿Tendrán las empresas flexibilidad para permitir que al menos uno de los padres esté en la casa? Esa es una pregunta que queda en el aire...

Justo esta semana se publicó la encuesta “Teletrabajo en República Dominicana: Impacto del COVID-19 y proyección”, realizada en julio por el Comité TIC de la Cámara Americana de Comercio de la República Dominicana (AmchamDR), que indica que, de un 14 % de las empresas que trabajaba a distancia con más de la mitad o la totalidad de su personal a enero de este año, se pasaría a un 41 % cuando culmine la pandemia.

Calidad en lo virtual

La inquietud de Carolina se extiende también a la calidad de la educación virtual y que no sea la misma que la presencial, o el cómo los niños van a perder en la distancia materias como el deporte, el arte y la socialización, parte fundamental de esta etapa.

“Yo sentía cuando terminamos el pasado curso escolar que solo estaba haciendo asignaciones del libro, que no es una educación integral. ¿Se va a reducir nuevamente su educación a eso? Aunque haya clases virtuales, la concentración y atención no van a ser las mismas, ya que las profesoras en clase tienen unas técnicas para mantener al niño motivado que yo, como madre, no domino”.

La calidad de la recepción del mensaje siempre será un problema. Trabajar en la casa como adulto ya es difícil por la falta de costumbre, pero para los niños concentrarse será todo un desafío: ya no se trata solamente de sentarse delante de una computadora, sino que alrededor hay distracciones (comida, juguetes, ansiedad, etc), pero también hay que pensar en la comodidad de donde reciben la clase, muy importante para la concentración de un niño.

“El problema es que antes había cosas que se aprendían en la clase, pero ahora con la virtualidad recaen en uno”, relata Francisco.

“En mi caso, mi hijo de nueve años hacía sus tareas antes de que yo llegara a casa, pero había que hacerlas de nuevo porque muchas no las hacía correctamente. Pero, basado en esta experiencia previa, mi mayor preocupación es el distanciamiento que se ha producido entre los niños y su salud mental. Sé que la situación no es fácil y el riesgo de contagio en los niños es alto, pero a mí me preocupa que no vean a más niños en un aula de clases”, expresa.

Entiende que la limitante de no tener esa interacción con otros niños tiene ahora un impacto emocional muy grande.

“He visto situaciones y actitudes en mi hijo que me preocupan, se ha vuelto extremadamente sensible ahora, llora mucho y a diario, lo siento frustrado. Aunque tiene un horario con una rutina de ejercicios y sus clases online de inglés para apartarlo de los aparatos electrónicos, para él es muy duro; sin olvidar el tema de la paciencia, otro de los retos que tendremos que afrontar como padres-maestros, que también afecta a los niños y los carga de estrés”, reflexiona Francisco.

Periodista, con más de 30 años de experiencia en revistas. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra, España. Actualmente dirige la sección Revista de Diario Libre en República Dominicana.

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