Dominicanos en el exterior viven dos pandemias: “La de aquí y la de allá”
Con vacaciones suspendidas, preocupación por la salud de parientes, envío de remesas pese al desempleo..., la diáspora sigue la crisis local y su propia realidad en el extranjero
Esta historia es parte del especial “Seis meses en emergencia” de Diario Libre, realizado por Mariela Mejía, Yulissa Álvarez, Inés Aizpún, Karen Veras, Hogla Enecia, Niza Campos y Pablo García.
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La familia Díaz pensaba celebrar en este 2020 su primer encuentro familiar en la República Dominicana. Llevaba meses de planificación para escoger la fecha y el lugar y reservar los vuelos que resultaran asequibles para todos. Cuando, de un momento a otro, en marzo, cerraron los hoteles, los aeropuertos y los lugares que planeaba visitar. La pandemia, su distanciamiento físico y la declaratoria de estado de emergencia nacional echaron a un lado todos los planes.
Al principio, la familia mantenía la esperanza de que el coronavirus no afectaría tanto a la República Dominicana, y de que para junio se podría celebrar el anhelado encuentro. Meses pasaron y las esperanzas se fueron esparciendo, hasta que las conversaciones sobre el tema dejaron de existir.
“Dios mediante, cuando todo esto pase, nos vamos a reunir”, le decía Juana Díaz a sus hermanos y sobrinos en Santo Domingo, cuando hablaba por teléfono con ellos desde su casa en Nueva Jersey.
Surgió el dilema entre integrantes de la diáspora. El solo hecho de saber que uno de sus familiares pudiera infectarse y no pudieran conseguir la ayuda necesaria les llenaba de temor. Ese fue el caso de María García, quien desde su apartamento en el Bronx se sentía acorralada cuando se enteró de que su único sobrino en Santo Domingo se había contagiado de COVID-19 y no tenía cómo apoyarlo.
“Él vive solo, estaba desempleado, y como andaban las cosas por allá (en República Dominicana), con todos los hospitales llenos, temía lo peor”, recuerda García.
“Llamé a conocidos para que me dieran más información de cómo se estaba procediendo allá, y le mandé dinero para que pudiera hacerse las prueba. Era todo lo que podía hacer y, gracias a Dios, lo superó”, cuenta.
“Esto ha sido como vivir dos pandemias, la de aquí físicamente y la de allá mentalmente”, reflexiona.
Desde que el 1 de marzo se anunció oficialmente el primer caso de COVID-19 en el país, las infecciones se fueron expandiendo. Familiares fallecían en la República Dominicana y los dominicanos ausentes no podían viajar para enterrarlos por los protocolos sanitarios.
Comenzaron los vuelos
El primero de julio se abrieron formalmente las fronteras aéreas del país, luego de permanecer casi cinco meses cerradas como parte de las medidas implementadas por el Gobierno para reducir el flujo de visitantes y extranjeros, y así frenar el contagio del COVID-19 en la población.
Una gran cantidad de dominicanos que añoraban ver a sus seres queridos y disfrutar de su tierra por encima de las restricciones de horarios y de circulación comenzó a aterrizar en el país.
Así lo confirma el informe de flujo turístico publicado por el Banco Central, el cual refleja que de los 135,156 visitantes que ingresaron al país en julio, 81,058 eran dominicanos no residentes.
Dicha cifra supera la cantidad de criollos que llegaron en febrero (76,951), cuando todavía no había sido notificado el primer caso de coronavirus en el país. Ese número era levemente menor que los criollos que aterrizaron en enero (83,079), cuando la amenaza de lo que estaba por venir parecía una utopía.
Más del 50 % de los pasajeros dominicanos registró que su entrada al país tenía fines recreativos, mientras que el restante se divide entre quienes entraron con la intención de visitar a sus parientes o con fines de negocio.
Medidas de seguridad “extremas”
Entre los dominicanos no residentes hay quienes consideran que cerrar los aeropuertos y las fronteras fue una exageración, pues esto les privó de ingresar a su país de origen y estar cerca de sus familiares en momentos de incertidumbre.
“Encuentro las medidas muy extremas, ya que entiendo que nosotros tenemos nuestra propia forma de protegernos y es una cuestión de conciencia. No era necesario cerrar las fronteras, ya que muchos dominicanos tenemos negocios allá y familiares a los que necesitábamos darles seguimiento. La vida sigue y el Gobierno no los sostiene”, comentó un entrevistado a Diario Libre.
Otras molestias causaron los protocolos impuestos por la Comisión de Alto Nivel para la Prevención y Control del Coronavirus, para registrar a los pasajeros de todos los vuelos que aterrizaban en el país, convirtiendo el desembarque en un proceso más incómodo.
En un inicio, se implementó el protocolo de salud de acceso al país, incluyendo la toma de temperatura, y luego el “establecimiento de cuarentena” a todos los pasajeros provenientes de otros países. Más adelante, se decidió que los médicos de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional asumieran el control del protocolo sanitario para el acceso al país.
Luego, se decretó que todos los pasajeros que aterrizaran debían presentar una prueba PCR negativa para poder ingresar. Esta última medida generó caos e incertidumbre, tanto en los visitantes como en las mismas autoridades y empleados de los aeropuertos.
En ese sentido, la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA) pidió a las autoridades que las medidas implementadas por el Gobierno para contrarrestar el COVID-19 en los aeropuertos se adhirieran a las recomendaciones emitidas por la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI).
Luego de eliminar esta medida, el ministro de Turismo, David Collado, anunció la implementación de un seguro médico completamente gratuito que, entre otras cosas, garantiza la cobertura de los gastos de los viajeros, incluso, en caso de infección por COVID-19. También, el Gobierno realizará pruebas aleatorias PCR de aliento a los pasajeros que ingresen a partir del 16 de septiembre venidero, para detectar eventuales casos positivos.
Ligera disminución de remesas en República Dominicana
Contrario a los pronósticos de que las remesas hacia la República Dominicana caerían por el impacto del COVID-19 en los principales países emisores como Estados Unidos y España, paradójicamente, las estadísticas muestran un resultado distinto.
Entre marzo-julio de este año los dominicanos recibieron US$3,119.4 millones en remesas. De esos, US$827.7 millones (el 26.5 %) fueron recibidas en julio, un monto superior a los RD$640.3 millones que se recibieron para ese mismo mes del año pasado.
Según un informe publicado por la revista científica The Dialogue, en su publicación de agosto, lo mismo sucedió en países líderes en cuanto al envío de divisas desde Estados Unidos, como Guatemala, México y Honduras, donde las remesas alcanzaron cifras récords en julio y agosto.
El informe también muestra que las mayores disminuciones en envío de divisas fueron en El Salvador (-40.0 %) y Colombia (-38.5 %), respectivamente.
Esto se debe, según expertos, a los cheques para propiciar un impulso económico que el Gobierno de los Estados Unidos envió a la población para aliviar los estragos de la pandemia, las ayudas en cupones y las solicitudes de desempleos solicitadas y entregadas.
“Primero mi familia”, dijo Julio García, un dominicano residente en Boston, empleado del área de la salud, al ser cuestionado acerca de la frecuencia con la que ha enviado remesas durante la pandemia.
“Mis hijos y mi madre viven en República Dominicana, y de lo que yo les envío, ellos cubren una buena parte de sus gastos. Prefiero quedarme con un poco menos aquí porque luego puedo reponerlo, que dejarles a ellos con necesidad allá”, expresó.
A pesar de que el mercado se mantiene activo, al ser cuestionados por Diario Libre, algunos residentes en Nueva York expresaron inconformidad por el aumento de la tarifa cobrada por el envío de las remesas que remiten en dólares a sus familiares.
Según indicaron, el precio por envío era de US$5 antes de la pandemia y, en el marco del COVID-19, ha aumentado a US$8 o US$10.
Lo opuesto ocurre cuando se solicita el envío para que la persona reciba el dinero en pesos dominicanos.
Al conversar con Joel de Jesús, gerente de Comunicación Corporativa de una de las remesadoras más utilizadas en el país, Caribe Express, aseguró que los precios por envío no han aumentado en sus estafetas de pago.
“Nosotros no manejamos los costos de envío de las diferentes agencias de las cuales recibimos dinero. Actualmente, recibimos dinero de alrededor de 190 pagadores a nivel internacional, pero nuestros precios se mantienen iguales”, indicó.
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