“Vine aquí con un mapita de los ríos y las montañas, y una brújula”

El comandante Gómez Ochoa relata que cundió el pánico y cambiaron los planes

Delio Gómez Ochoa narró cómo fue el aterrizaje de los 54 expedicionarios que llegaron a Constanza en 1959. (Marvin del Cid)

SANTO DOMINGO. La neblina de Constanza fue el mejor aliado para el aterrizaje de los 54 expedicionarios de la gloriosa fecha del 14 de junio de 1959 a las seis de la tarde, que cambiaron el plan inicial de hacerlo en San Juan, por las condiciones en que estaba el terreno.

“Todo estuvo bien estudiado desde fuera, nosotros no recibimos ninguna información que surgiera de la República Dominicana, ni de su geografía, yo vine con unos mapitas de la Esso Standart Oil Company de los ríos, las montañas, eso nada más, y una brújula que traje, con eso me orientaba”, expresó.

Recuerda su experiencia en las montañas orientales, razón por la que cree que le escogieron para asesorar a los dominicanos.

Ochoa sostiene que la sorpresa es el primer factor que hay que tener en cuenta.

Narra que llegaron a Constanza con todo previsto, le dieron vuelta al avión, porque no se podía quedar “pero no pensamos hacerlo tan felizmente como nos salió, pensábamos que íbamos a aterrizar en la sabana de San Juan”.

Contó que el plan inicial era aterrizar en San Juan de la Maguana, pero Juan de Dios Ventura Simó les dijo que allí Trujillo había cortado muchos árboles y los había tirado en los lugares en que ellos pensaban aterrizar, que eran unos llanos en los que también habían cavado zanjas.

“Cundió el pánico ahí mismo, porque saben cómo son esas cosas”, expresó Ochoa.

Otra opción que evaluaron fue la del Aeropuerto de Jarabacoa, donde consideraron que no podían despegar, porque era un avión C-46 y ese aeropuerto era para avionetas.

Por esta razón, Juan de Dios Ventura les comentó que también había un aeropuerto militar de 1,200 metros de pista, por lo que decidieron cambiar la ruta de vuelo.

“Salimos sobre la fortaleza, aterrizamos, dimos la vuelta al avión, lo pusimos en posición de despegue y desembarcamos felizmente”, enfatiza.

Dijo que cuando aterrizaron, llegando el avión a la pista, comenzó una niebla densa y al mismo tiempo una llovizna, y después se encontraron con los soldados que salieron de la fortaleza.

También contó que abandonó su puesto el soldado que estaba en la ametralladora calibre 50 que tenían en la punta de la pista.

Por ese descuido, narró Ochoa, Ramfis reaccionó molesto en los interrogatorios, dijo una “palabrota” y dispuso que todos los soldados que estaban en el aeropuerto fueran arrestados.

Confiesa que la lluvia les afectó, porque los hombres del avión habían caminado mucho dos días antes en Cuba como parte de su entrenamiento consistente en subir y bajar lomas para determinar quiénes podían venir.

“Se quedaron como tres o cuatro que no pudieron hacer la caminata bien, eran como 60, realmente pensamos traer a 50 en el avión y vinieron 54”, expuso.

Recuerda que fue hasta Antilla a buscar a un buen grupo, pero luego les dijeron que esperaran a Camilo que estaba llegando en un helicóptero.

“Llegó Camilo Cienfuegos, y hubo mucha alegría ahí, me invitó a un bar que había en el puerto de Antilla, me invitó a un trago de ron Bacardí, que era entonces un ron muy bueno”, recordó.

Volviendo a su narrativa del aterrizaje en el país, dijo que la llovizna hizo que la gente resbalara en el terreno arado, y, además, había plantaciones de yuca y batata, donde se les llenaron las botas de lodo.

También manifestó que agarraron a dos soldados que estaban en las plantaciones, uno que estaba sacando batatas y otro que estaba más adelante.

“Yo por quedarme en el grupo de atrás, que iba más rezagado, me quedé con menos gente de las que se fueron delante, llegamos a las zanjas, y ahí tuvimos que ayudar a muchos, nosotros pasamos, subiendo las mochilas y el fusil, pasamos la zanja que tenía una corriente muy fuerte y ayudamos a los demás que subieran con el cañón del fusil”, puntualizó.

Recordó que hubo algunos de ellos a los que se les rompió el pegante de las mochilas y por eso las perdieron, siendo la mochila fundamental la del ayudante de Enrique Jiménez Moya.