“Me quitó lo más importante, me quitó mi corazón”

El drama que viven los hijos de mujeres asesinadas es tan fuerte que algunos ven el suicidio como solución

Dioris Cuevas Baptist cree que si hubiera estado ahí, habría salvado a su madre. (Diario Libre/ Dennis Rivera)

SANTO DOMINGO. El feminicidio es más que el asesinato de una mujer. Es la muerte de muchos sueños, anhelos y esperanzas de hijos que jamás podrán abrazar ni desear un feliz día de madres a sus progenitoras.

Las secuelas y traumas que esos hechos violentos dejan a los huérfanos y sus familiares perduran por el resto de sus vidas, pues, además de perder a sus madres y, en ocasiones también a sus padres, los afectados pierden el derecho a la salud y una vida digna.

El trauma causado por esos hechos es tan fuerte que en uno de los cinco casos tomados como referencia para este reportaje, los afectados intentaron suicidarse. En otros los hijos abandonaron la escuela para asumir el rol de papá y mamá.

Los hijos de madres pobres muertas a manos de sus parejas o exparejas no están afiliados al Seguro Nacional de Salud y pierden en algunos casos los beneficios de la tarjeta Progresando con Solidaridad sin importar que quien asume su tutoría esté disfrutando esos programas creados por el Estado para las personas de escasos recursos o en condición de vulnerabilidad.

Sus abuelas, tías maternas y/o hermanas mayores son las que se hacen responsables de ellos y esa decisión en ocasiones conlleva separar a los infantes, puesto que quienes asumen la responsabilidad de criarlos y alimentarlos tienen un bajo poder adquisitivo.

Pero la falta del seguro de salud no es el único problema para ellos, por increíble que parezca, los niños, niñas y adolescentes víctimas de la violencia machista tampoco han recibido asistencia del Consejo Nacional de la Niñez y Adolescencia (Conani), según se evidencia en estos casos.

Al conversar con huérfanos de hace diez, cinco, dos y un año, se constató que con solo mencionar el hecho, sus semblantes cambiaron y sus lágrimas describían su sentir.

“Me quitó lo más importante, me quitó mi corazón”, dijo una menor de edad que afirma odiar a su padre, condenado a 20 años de prisión por matar a su mamá.

Con cáncer y sin seguro

“Elizabeth”, tiene 13 años de edad, su padre mató a su madre cuando ella era apenas una bebé. A la adolescente le detectaron cáncer, fue operada pero no ha podido recibir otros tratamientos porque no tiene seguro de salud y su tutora es muy pobre.

La tutora de la menor, que a la fecha desconoce que recibe atención médica por el carcinoma, no la ha sometido a tratamientos de quimio y/o radioterapia debido a que no puede costear esos procedimientos.

La mujer, cuyos datos no se divulgan para proteger a “Elizabeth” (nombre ficticio), describió que le hicieron estudios en el Hospital General Plaza de la Salud y el Instituto Oncológico Dr. Heriberto Pieter.

“Le hicieron una primera operación pero tiene que seguir recibiendo tratamiento de quimioterapia y radioterapia pero no lo está recibiendo porque tengo que buscar el carnet de Senasa, sin eso no se lo hacen”, refirió entre lágrimas.

Luego de la muerte de su abuela Sulema Peña, el joven que cursa el segundo del bachillerato, vivió solo y luego se mudó a Mena Arriba con los parientes de su padre. Reconoce que sus familiares les han suplido en la medida de sus posibilidades lo que necesitan materialmente, pero en lo emocional sigue devastado, sobre todo cuando se acerca la conmemoración del Día de las Madres.

“En lo emocional no me ha ido tan bien porque uno tiene el corazón roto porque eso siempre le hará falta a uno, mientras uno quiere olvidarlo eso siempre estará presente”, describió.

Pobreza y atención

El drama que envuelve a las familias también se acentúa en lo económico, puesto que cuando una mujer es asesinada, por lo regular, si su madre está viva, ella es quien se hace responsable de los hijos huérfanos. Esa decisión además de representar un reto emocional para esa mujer que perdió a su hija, figura un incremento en el presupuesto familiar, puesto que ahora deberá velar por la salud e integridad de sus nietos.

El 13 de marzo del 2013, a las 9:00 de la mañana, Antonia Tiben Pérez recibió la noticia de que Plinio Cuevas Meriño mató de varios machetazos a su hija Noelia Cuevas Baptist en el cruce de Los Robles, provincia Bahoruco, momentos en que ella esperaba vehículo para salir a trabajar.

Tiben Pérez asumió la crianza de Dioris Cuevas Baptist y sus dos hermanos menores de edad. A pesar de que su hija era beneficiaria de la tarjeta Solidaridad, ese beneficio se perdió con la muerte. Ella, no ha podido lograr que los huérfanos puedan recibir los RD$800 que el Estado le daba a su madre, y desde entonces alimenta a sus nietos con el dinero generado por la venta de rabizas de plátanos y el poquito dinero que le envían sus hijos.

La misma historia vive Santa De la Paz Pérez en el municipio Los Alcarrizos, provincia Santo Domingo. De la Paz Pérez está cuidando los tres niños, entre ellos un par de gemelos de su hija Yenibilis López, quien fue asesinada y quemada por Julio de los Santos, padre de los infantes.

Dioris Cuevas de 18 años y con aspiraciones de ser pelotero, afirma no tener ningún sentimiento por su padre, y cree que si esa mañana no estuviera preparando el desayuno como le pidió su madre, probablemente le habría salvado la vida como lo hizo la noche anterior.

“Yo me sentí mal, si yo pudiera en ese momento estar ahí, tal vez yo la pudiera salvar, la podía rescatar como en otras ocasiones pero yo no estaba ahí”, dijo apenado.

Describió que se pasó la madrugada, del mismo 13 de mayo del 2013, defendiendo a Noelia de Plinio hasta el amanecer. Su papá intentó estrangular a su madre.

“Algunos días es fatal y algunos días no. A veces, tu sabes que uno piensa y uno se aburre, también uno piensa muchas cosas que han pasado. Y mira esa gente que están ahí (la madre y demás familiares del asesino), a mí me duele también cuando yo veo a esa gente que van a llevarle comida a él y mi mamá muerta y ellos llevándole comida a él como que él lo hizo bien”, refirió el joven. El padre fue condenado a 20 años por el crimen.

Antonia Tiben Pérez, asumió la crianza de sus nietos tras el asesinato de su hija. Por (Diario Libre/ Dennis Rivera)
Noelia Baptist Otaño. Por (Diario Libre/ Dennis Rivera)
Antonia Tiben Pérez junto a sus nietos y una foto de su hija asesinada. Por (Diario Libre/ Dennis Rivera)

La psicóloga clínica Juana Díaz, afirmó que es imprescindible la intervención de un profesional de la conducta en los casos donde los niños hayan presenciado un feminicidio o que sean huérfanos en esas circunstancias.

“Es recomendable que todo niño que haya pasado por esa experiencia sea referido inmediatamente donde un psicólogo clínico, preferiblemente uno que maneje trastornos de infancia porque ahí hay una combinación entre el trauma que produce haber visto un asesinato, en el caso de que lo hayan visto, pero también un trauma de orfandad”, afirmó la profesional.

Explicó que cada uno tiene manifestaciones únicas, por lo que tiene que ser abordado mediante un proceso de terapia donde se ayudará al infante, dependiendo su edad, a reconstruir la historia y también para determinar si deberá ser atendido únicamente por el psicólogo o deberá ser referido a un psiquiatra.

Yulissa Trinidad y sus hermanos reciben atención psicológica gracias a que un grupo de personas, entre ellas, Sheila Báez, se han preocupado por los huérfanos bajo esas circunstancias.

Según el testimonio de la joven, que dejó la escuela y que actualmente está desempleada y embarazada, esa atención es la que les ha permitido lidiar con el trauma y no pensar en el suicidio.

Las dos hijas de Mari Luz Martínez Lara, quien junto a su madre Elpidia Lara, fue asesinada en Boca Chica hace diez años por su marido Felipe Melquiades Pérez, recibieron asistencia del Conani.

Faltan políticas y estadísticas

A pesar de que desde enero del 2005 a diciembre del 2017 un total de 1,273 mujeres fueron víctimas de feminicidio a manos de sus parejas o exparejas, según estadísticas de la Procuraduría General de la República, el número de huérfanos por eso hechos violentos es desconocido.

Ni la Procuraduría General de la República, el Ministerio de la Mujer ni el Consejo Nacional de la Niñez y la Adolescencia (Conani) tienen identificadas quiénes, cuántos y dónde están los huérfanos de ese período, para así diseñar estrategias y programas a favor de la recuperación, protección y atención de los menores de edad.

Hasta ahora la única entidad estatal que ha presentado un protocolo y desarrolla un programa en favor de las también víctimas es la Vicepresidencia de la República a través del programa Progresando con Solidaridad (Prosoli).

En ese protocolo se destaca que de acuerdo con el estudio “Factores psicosociales en hombres internos por feminicidios en el Nuevo Modelo de Gestión Penitenciaria en República Dominicana”, realizado en el 2012 por la Procuraduría General de la República, se estima que en promedio hay 2.5 niños y adolescentes huérfanos por cada feminicidio.

A la fecha, según datos suministrados por el Ministerio de la Mujer, 275 niños, niñas y adolescentes están siendo acompañados por el programa ejecutado por el Prosoli y ese ministerio, 120 de los cuales son femeninas y 155 masculinos.

El protocolo de atención diseñado antes del presentado por la Vicepresidencia en noviembre del 2015 establece que una vez ocurra el feminicidio, los infantes deben ser remitidos al Conani, sin embargo, solo en uno de los cinco casos mencionados en este reportaje hubo intervención del órgano rector de las políticas de protección a la niñez.

Ana Andrea Villa Camacho, encargada de la Dirección contra la Violencia de Género, explicó que los hijos de mujeres asesinadas son víctimas de acoso en la escuela y en la comunidad porque “su papá mató a su mamá”.

“Es un tema doloroso, difícil, y es un tema con un drama social y humano que nadie quisiera que le pasara”, describió la fiscal al reconocer que no hay un registro de los huérfanos.

Adolescente ayuda con los quehaceres de la casa. Por (Diario Libre/ Pedro Bazil)
Julissa Trinidad en el patio de su casa. Por (Diario Libre/ Pedro Bazil)
Menor de edad no puedo contener las lágrimas al preguntarle si se siente bien. Por (Diario Libre/ Pedro Bazil)
Hermana de Estervina Reyes Heredia, alias "Tití", muestra fotografía de la occisa. Por (Diario Libre/ Dennis Rivera)
Isaías -Waner- Matos recuerda siempre los besos y abrazos de su madre Estervina Reyes. Por (Diario Libre/ Dennis Rivera)

No quieren ser violentos ni que nadie pase por eso

Los varones entrevistados afirman no querer repetir el circulo de violencia que sus madres vivieron con sus padres o padrastros y, al mismo tiempo, hacen un llamado a los hombres agresores para que no maltraten ni maten a las mujeres, ya que los más afectados por esto son los hijos.

“Yo no sé si fue por eso o qué pero a mí no me gusta ni relajando ver dándole golpe a las mujeres, principalmente por la cara. Yo sinceramente, yo como que siento ganas como de entrarle a trompadas o hacer algo para que no le siga dando golpes”, respondió Isaías Matos al preguntarle su opinión cuando escucha o ve casos de violencia a la mujer.

Dioris Cuevas afirma que su familia se derrumbó tras el asesinato de su madre y que cuando ve o escucha en las noticias que un hombre mató a una mujer, él se pone en el lugar de los hijos de la víctima.

“Yo le aconsejaría que no hicieran eso porque eso destruye demasiado a las familias y destroza más a los hijos porque los hijos son los que tienen secuelas de eso, porque a veces mi hermanito me pregunta; manita y por qué fue que él mató a mi mamá”, refirió Yulissa Trinidad.