Se reanima el debate de una intervención a Haití
La inseguridad con que se vive en Haití con el auge de las pandillas y la incapacidad de la Policía para controlarlas vuelve a reanimar el debate de otra intervención internacional para restablecer el orden en ese país.
El politólogo haitiano Joseph Harold comentó que ha venido abogando por la intervención militar para sacar a Haití de su crisis de inseguridad. Harold argumentó que la intervención es porque Haití “no tiene la capacidad mínima” para salir por sí solo de su actual situación.
El también economista dijo que el secuestro de 17 misioneros extranjeros, 16 estadounidenses y uno canadiense, se ve como un indicio de que los grupos armados en Haití se sienten más fuertes.
Harold estimó que la población haitiana estaría de acuerdo con una intervención que tenga el objetivo claro de resolver el tema de la inseguridad, con acciones rápidas y concretas.
El rapto de los extranjeros llevó al Gobierno de Estados Unidos a poner sus ojos en Haití. El jefe de la diplomacia estadounidense Antony Blinken, reconoció que la inseguridad en Haití es “insostenible”.
También se manifestó a favor de una intervención en Haití el periódico estadounidense The Washington Post, para lograr un “mínimo de estabilidad y orden” en ese país.
El medio de comunicación estadounidense criticó que la administración del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha ignorado la situación que se desató en Haití tras el asesinato de Jovenel Moïse, el pasado julio.
El tema también preocupa a la República Dominicana. En la última Asamblea General de la Orga- nizacón de las Naciones Unidas (ONU), el presidente Luis Abinader pidió a la comunidad internacional asumir con urgencia la crisis haitiana como de altísima prioridad.
Recientemente el ministro de Relaciones Exteriores dominicano, Roberto Álvarez, demandó en la ONU buscar una solución que ponga fin a la “anarquía” que se vive en Haití.
¿Qué tipo de intervención?
Edwin Paraison, excónsul de Haití en la República Dominicana, coincidió en que la prioridad es restaurar la paz en las calles de Haití, a través de una intervención, pero aclaró que no en el “sentido clásico de la palabra”.
“... enfrentando como se debe a los grupos ilegalmente armados. En esto se espera el apoyo decidido de la comunidad internacional a nivel técnico y logístico hasta con agentes especiales de lucha contra la delincuencia urbana, pero bajo mando haitiano”, dijo.
El experto en asuntos migratorios Juan Manuel Rosario, que también favorece una intervención, dijo que no se debe establecer una como las históricas en América Latina, que “pisotean” soberanías. Favorece una intervención con la participación de la comunidad internacional, con un acompañamiento de carácter solidario para contribuir al desarrollo de Haití.
“Inclusive, que la población se involucre con esa presencia extranjera. Que sea con la participación de la gente, no como una imposición”, agregó Rosario, viceministro de Interior y Policía en la Gestión Migratoria y Naturalización.
Las intervenciones extranjeras en Haití no han sido “halagüeñas”, como reconoció Joseph Harold. Han dejado su rastro de adversidades. El politólogo también destacó que una intervención tendría consecuencias colaterales, debido a que existen pandillas que controlan terri- torios en Haití. “Pero, al fin y al cabo, Haití saldrá ganando”, estimó Harold.
Una de las más recientes intervenciones en fue la Misión de la ONU para la Estabilización de Haití, conocida como Minustah, cuya labor se prolongó por 13 años, con luces y sombras. Fue puesta en marcha en 2004 para apoyar al país después de que un movimiento armado derrocó al entonces presidente Jean-Bertrand Aristide.
La Minustah fue reforzada para ayudar al país a recuperarse tras el terremoto de 2010. Los cascos azules fueron denunciados por violaciones y explotación sexual de mujeres en Haití. Los medios de comunicación reportaron casos y que los miembros de la misión se fueron del país y no asumieron su responsabilidad.
A las fuerzas de paz de Nepal se les acusa de ser las responsables de desatar el brote de cólera en Haití que se inició en 2010.
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