Contaminación sonora afecta la audición y crea desbalance en el bienestar emocional
La pérdida de la audición lleva a degeneración de la memoria y aumenta los estados de ansiedad
El exceso de ruido impacta, indudablemente, en la capacidad auditiva del ser humano. Los daños no se limitan al plano físico y llegan a crear un desbalance en el bienestar emocional, producen fatiga, estrés, depresión, insomnio e irritabilidad.
De acuerdo con la otorrinolaringóloga llonka Rodríguez, fundadora de la Clínica del Vértigo, Audición, Voz y Terapia Vestibular (Clivav), República Dominicana es un país de mucha contaminación acústica, “que va desde el mal hábito que tenemos de hablar fuerte hasta el mal uso de instrumentos, como las bocinas de los automóviles, equipos de música, los motores y desde niños estamos expuestos a un aprendizaje incorrecto de cómo escuchar los sonidos”.
La contaminación acústica es un tipo de contaminación que las personas no consideran como un efecto negativo porque no es algo que se percibe de manera inmediata.
“Es un efecto negativo que va ocurriendo de manera lenta y que crea daños permanentes”, indica Rodríguez.
La doctora explica que la capacidad que tenemos de escuchar sonidos a diferentes intensidades es una conducta aprendida. Hay muchas personas que a veces no escuchan, no porque tengan un problema de oído, sino porque han tenido un aprendizaje de sonidos elevados y ya su cerebro no funciona si no escucha un sonido fuerte.
Un niño cuyos padres hablen alto, que en su casa vean la televisión a un volumen alto, se va a acostumbrar a los sonidos fuertes y no significa que tenga problemas de audición. El mismo ruido del ambiente hace que tengamos que elevar la voz.
“Ese daño frecuente, constante y lento ya no es reparable. Al ser lento, el cerebro se va acostumbrando y luego hay una pérdida auditiva que empieza de manera temprana y la persona, a los 35 años empieza a preguntar: ¿Qué? ¿Cómo? ¡Dime!, y no se da cuenta que durante sus 15 o 20 años ha estado expuesto a sonidos constantes elevados”, detalla la doctora.
Rodríguez entiende que lo correcto es educar a la población sobre los daños provocados por los ruidos.
“La concientización empieza en la casa, en el colegio y por el Estado, que tiene la potestad de aplicar la ley sobre normas ambientales”, agregó.
Para las personas que tienen que trabajar en lugares donde hay exposición al ruido (como un aeropuerto o industria con maquinaria pesada), la medida preventiva a tomar es la utilización de protectores (tapones) para los oídos.
La pérdida de la audición lleva a pérdida de la memoria
“Cuando una persona no escucha, su cerebro se olvida de los sonidos, las consonantes, las palabras y empieza a degenerar en pérdida de la memoria por falta de comprensión de las cosas o demencia precoz”, precisa la doctora con especialidad en otoneurología.
El orden de la cadena va así: audición, comprensión y memorización. “Si tú no tienes audición, se te olvida”.
Sobre la colocación de audífonos para amplificar la audición, la doctora aclara que solo sirven para enviar estímulos a las células auditivas para evitar que estas mueran por desuso, pero no las revive, pone a funcionar las que hay, por eso recalca que el daño auditivo es irreversible.
El ruido trastorna el estado de ánimo
Además de los daños severos al oído, el psicólogo clínico Rafael Román, del Centro Calma Alma, explicó que la exposición al ruido ocasiona trastornos del estado de ánimo.
“Uno de los primeros efectos que causa es la ansiedad. También puede ocasionar trastornos del sueño”, y pone el ejemplo cuando un vecino coloca una música a alto nivel que no permite dormir.
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El terapeuta detalla que los volúmenes altos inciden en la disminución de la concentración. “A medida que nos exponemos a la contaminación sónica, nuestra concentración en las tareas intelectuales, en las que ponen a trabajar la parte cognitiva, se ven afectadas”, dijo.
“También nos pone más agresivos. Algunos estudios han reflejado que en centros de diversión, la música alta combinada con el consumo de alcohol, alteran con mayor facilidad al individuo”, agregó Román.
Los sonidos a decibeles altos causan cefalea o fuertes dolores de cabeza y elevan la presión arterial, “pudiéndonos llevar a tener conductas inadaptadas”, acota el psicólogo al afirmar que “crea un desbalance y un efecto de inadaptación al medio, en especial, cuando el ruido es impuesto por otra persona”, entiéndase una música forzada a escucharla por el gusto de otra persona o bocinas incesantes de vehículos por un entaponamiento.
Intranquilidad, irritabilidad y dificultad para el aprendizaje
“El volumen de la música en los barrios populares y en la calle en sentido general, más que resultar agradable, resulta molesto, creando un trauma ótico al pasar al oído interno, de donde pasar a la corteza cerebral, lugar donde se define si es una sensación agradable o desagradable”, explica el psiquiatra César Mella.
“Hay individuos que de manera desconsiderada intranquilizan el vecindario y perturban la tranquilidad, creando estados de ansiedad”, afirmó el reconocido galeno.
El doctor coincide con la doctora Rodríguez en que lo correcto sería hacer una campaña de educación ciudadana que empiece en las familias y en las escuelas; aplicar la ley y ponerle un control a los aparatos modernos que permiten aumentar el volumen a la cantidad de decibeles no tolerados y la consulta a un otorrino para revisar cualquier trauma o anomalía en el oído.
Mella enfatiza que el ruido solo trae consigo “intranquilidad, irritabilidad y dificultad para el aprendizaje”.
La escala de decibeles
Para comprender los diferentes niveles de los sonidos, unas pisadas registran 10 decibeles.
Hasta los 55 decibeles que es el promedio de una conversación normal, elsonido está dentro de un nivel de ruido seguro.
Electrodomésticos como la lavadora y la secadora alcanzan entre los 70 y 75 decibeles y muy cerca, al llegar a los 85 con el ruido ocasionado por el tránsito vehicular, se llega al máximo ruido que se puede escuchar por 8 horas corridas sin entrar en el umbral de dolor.
En esta área entra el ruido ocasionado por un tractor, una motosierra o un concierto en vivo, donde el volumen puede subir hasta los 115 decibeles.
El ruido más elevado lo ocasiona un avión despegando con 130 decibeles.
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