Diáspora dominicana: el equilibrio del aquí y el allá Diáspora dominicana: equilibro de aquí y allá
¿Qué define a los dominicanos en el exterior?
SANTO DOMINGO. Para la actual edición de la Feria Internacional del Libro, que comienza hoy, el país invitado es República Dominicana, una convocatoria confusa, pero que destaca por su enfoque en los dominicanos más allá de nuestras fronteras: la diáspora.
En una línea simple, se entiende a la diáspora dominicana como “los que viven fuera”. Sin embargo, el concepto comprende un universo diverso dentro de una comunidad que, según datos del Centro para la Observación Migratoria y el Desarrollo Social en el Caribe (Obmica), supera los 1.6 millones.
Una cantidad casi a la par con la suma de los habitantes de los municipios Santo Domingo Este y Oeste, Los Alcarrizos y Pedro Brand.
Definir a la diáspora
Para Arturo Victoriano, catedrático dominicano de la Universidad de Toronto, Canadá, la diáspora dominicana se circunscribe a la realidad histórica mundial, definida desde “un desplazamiento en masa de una población desde su país o sociedad de origen hacia otra de acogida” donde establece raíces.
“Creo que deberíamos situar la diáspora dominicana en comparación con sus pares del Caribe Hispano, Cuba y Puerto Rico. Los dominicanos ni son ciudadanos norteamericanos, como los puertorriqueños, ni provienen de una isla con un gobierno comunista, como los cubanos, por tanto ocupan un espacio intermedio”, expresa.
En tanto que para critico literario Néstor Rodríguez, también profesor de la Universidad de Toronto, la diáspora dominicana tiene en común con las de la región su naturaleza política y económica, con sus distintas motivaciones a lo largo del pasado siglo XX.
“La migración de los años sesenta y setenta se caracterizó por responder a factores políticos, específicamente a la rampante represión de ese período. Más adelante la migración la protagonizan personas que se ven forzadas a dejar su país por la precariedad económica que acabó con la clase media dominicana a partir de los años ochenta”, apunta Rodríguez.
¿Dónde está la diáspora?
Estados Unidos se convirtió en el gran foco migratorio dominicano, en donde reside la mayor parte de nuestra diáspora. En un informe del Instituto de Estudios Dominicanos de la City College of New York (CUNY), publicado en 2015, señala que la población de origen dominicano en ese país ha crecido sustancialmente durante las últimas cuatro décadas, pasando de una población de 204,360 personas en 1980 a 1,414,703 dominicanos, de acuerdo al último censo estadounidense realizado en 2010.
Los datos del Censo de Estados Unidos ubican a los dominicanos como la quinta población extranjera a partir de la cantidad de sus nacionales, representado un 2.8% y por debajo de los mexicanos, puertorriqueños, cubanos y salvadoreños. También es la quinta población extranjera en crecimiento en comparación con el censo del año 2000, en la que alcanzaba 764,945 habitantes. Su incremento fue de 135%.
Las cinco ciudades con mayor población dominicana en Estados Unidos son New York (674,787), New Jersey (197,922), Florida (172,451), Massachusetts (103,292) y Pennsylvania (62,348). Sin embargo, el estudio Old Places, New Places: Geographic Mobility of Dominicans in the U.S. (Viejos lugares, nuevos lugares: La movilidad geográfica de los dominicanos en los Estados Unidos) apunta que muchos que ya viven en los EE.UU. están trasladándose desde Nueva York a otros estados en el noreste y el sur.
En segundo lugar como destino de los dominicanos se encuentra España. Datos del Instituto Nacional de Estadística español cifran el total de flujo migratorio en unos 75,467 dominicanos en los últimos ocho años.
El tercer país de arribo de la diáspora dominicana es Puerto Rico, que ubicaba a la población de origen dominicano en 2010 en 68,036 personas, la más numerosa entre sus residentes extranjeros, y ubicada en la treceava posición de crecimiento poblacional entre 16 nacionalidades, con un 21%.
Ser de aquí y de allá
La migración parte de salir de un lugar para estar en otro. No obstante, en esa ida se construye un lazo que mantiene al que migra con “el alma dividida” entre el país que deja y al que llega, un estado de ser en el que la mayoría de los inmigrantes trata de mantener un equilibrio que no los vuelva ajenos a la sociedad de donde se marcharon, pero que tampoco los excluya del lugar donde llegan.
“Sí, creo que el equilibrio es posible y así lo demuestran miles de compatriotas que participan simultáneamente en dos sociedades. El juicio al migrante siempre viene del exterior de sí mismo tanto en la sociedad de origen como en la sociedad de arribo”, comenta el profesor Victoriano.
Y esta transnacionalidad, a juicio del catedrático Néstor Rodríguez no esta exenta de tensiones.
“Todo migrante se enfrenta al menosprecio y al miedo de los segmentos ideológicamente más vulnerables de la sociedad que lo recibe. En ese sentido el migrante es un blanco fácil para ese nacionalismo pernicioso que alimenta el imaginario de esos sectores. Ese mismo tipo de nacionalismo es el que enfrenta en la sociedad de la cual partió, y que también le achaca ser el vehículo de no pocos males sociales. Creo que superar esa sempiterna tensión entre el nacionalismo de los dos polos que definen la lealtad cívica del migrante es una de las tareas propias del sujeto de la diáspora”.
Influencia de la diáspora
Las remesas de los dominicanos en el exterior ha sido un elemento de importancia relevante en la economía dominicana en relación con el ingreso de divisas. Para el 2015 las remesas familiares alcanzaron US$4,882.7 millones, para un aumento de 6.8% con respecto a 2014, de acuerdo a cifras del Banco Central. Hasta marzo de este año sumaban US$1,289.2 millones. Pero el vínculo de los dominicanos de la diáspora no se limita al dinero.
“La diáspora ha influenciado la música popular, como dembow, reggaeton y merengue de calle, así como en los deportes: nuestra primera medalla en el baloncesto regional se la debemos a ese glorioso equipo de 1977 formado por dominicanos y dominicanyorks, que además hicieron grande el baloncesto distrital en los 70 y 80; lo mismo se puede decir de varios de nuestros mejores peloteros”, apunta el catedrático universitario Arturo Victoriano.
La política, considera Victoriano, ha sido el campo de menor influencia de los dominicanos residentes en el extranjero. “Fuera de los aportes monetarios cada cuatro años, la diáspora no influye tanto en el debate político dominicano”.
Destaca en el campo intelectual a los escritores Junot Díaz y Julia Alvarez, quienes escriben en inglés, pero apunta también la presencia en Estados Unidos de Josefina Báez, quien “se mueve, sin fisuras y sin sufrir, entre el español, el inglés y el spanglish”.
“Hay también una importante producción dominicana en español de escritores dominicanos radicados en Estados Unidos que, a mi modo de ver, sufre doblemente por no tener espacio en ninguno de los dos países y ahí habría que distinguir entre los formados como escritores allá, como Kianny Antigua, Keiselim Montás y Diógenes Abreu, y los dominicanos de la isla que se han trasladado allá y que todavía no sabemos si podemos llamar diaspóricos”.
El profesor y crítico Néstor Rodríguez señala también a los escritores como Rita Indiana, Rey Andújar y Aurora Arias “que se van de la isla en parte por vínculos afectivos, pero también para desarrollar su oficio de manera más intensa”.
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