Los rostros de la desesperanza tras el paso del huracán Fiona por Higüey
Las desgarradoras historias contadas por los propios damnificados del huracán
Aseguran no haber recibido ayuda ni la visita de las autoridades por la localidad
Sentada en la galería de lo que queda de su humilde morada de madera, cuya destructora fuerza del huracán Fiona dejó sin el frágil techo de hojalata que la cobijaba, Francia Ramona Agustina narra cómo, de un momento a otro, perdió lo poco que tenía.
Un televisor de los antiguos quedó anegado por el agua. La misma suerte corrió el colchón, también las ropas, la estufa y los insumos de cocina. Fiona terminó con casi todo, excepto con su sonrisa y resiliencia.
A sus 77 años, la anciana de mirada dulce y memoria prodigiosa, cuenta que está acostumbrada a que, con la más mínima lluvia el barrio donde reside, Los Sotos, abajo en Higüey, se inunde. Sin embargo, ya está cansada de ver destruidas sus pertenencias.
La misma situación la vivió con David y Georges, dos huracanes potentes, con la diferencia de que, en la actualidad, su movilidad es mínima, por su avanzada edad y los achaques que vienen con ella.
"(Cuando vino el ciclón, no estaba en casa) ...me sacaron volando temprano, porque como estoy tan viejita podía tener un problema. Ellos se quedaron aquí ", contó al recordar cómo vivió el impacto del huracán. "No me quedó nada. Solo lo que tenía puesto", continuó.
Ella sobrevive con lo poco que puede ofrecerle su hijo, un señor de 57 años que se dedica al motoconcho. "Mi hijo me había comprado una compra (comida del supermercado) grandísima, la subieron en el pasamanos a ver si se salvaba y no se logró ", se lamentó doña Francia.
Relata que cuando llegó el ciclón puso su fe en Dios. "Yo lo que pensé fue señor (Dios) tú eres el que sabes, estoy agarrada de ti".
"Pero me salvé, el señor (Dios) me salvó", dijo. Ella asegura ha recibido pocas ayudas de las autoridades, salvo un colchón y uno que otro plato de comida, además, le prometieron volver a techar su casa. Aun así, no pierde la sonrisa.
"No qué va (no pierdo la sonrisa) yo paso mis días cantando canciones de alabanzas. Yo tengo esperanzas de recuperar lo que perdí", dijo convencida.
Una pareja para las buenas y las muy malas
A solo una cuadra de la casa de la señora Francia, sus vecinos, una pareja con 30 años de unión en cuyos rostros y heridas físicas se figuran las precariedades que han tenido que compartir, hablan de la falta de ayuda que han recibido y de cómo han tenido que sacar fuerzas para levantarse ante este último golpe.
El lodo aún arropa la casa de Damián Vázquez y Marta Rambalde. Los colchones están fuera de la casa para que se les salga la humedad. La pareja no tiene agua y tampoco electricidad. No tienen nada o más bien, solo se tienen a ellos mismos.
Él está operado de una pierna, tras un accidente, es también hipertenso y diabético. Ella sufre de la espalda, con varias hernias. Tienen tres hijos y una nieta que vive con ellos.
Marta, la ama de la casa, dijo que la impotencia la absorbió al ver todo lo que tenía bajo agua.
"Aquí entró el rio y se lo llevó todo lo que teníamos. Nos dejó la casita pelada. Nosotros nos hemos fajados y hemos limpiado todo poco a poco, porque por aquí no ha venido nadie en auxilio de nosotros", se quejó mientras muestra a Diario Libre los muebles llenos de lodo. Ese día estuvo por la zona, la vicepresidenta de la República Dominicana, Raquel Peña. Sin embargo, dicen, no llegó hasta el lugar donde ellos residen.
Damián reveló que "a las siete de la mañana se desbordó el rio. No pudimos sacar ni los papeles. Fue de un momento a otro", señaló el hombre que, al igual que la mayoría de padres de familias de ese sector, se dedica al motoconcho (transporte de personas en motocicletas).
"Lo que yo pude salvar y enganchar en un lugar alto, la presión del agua y la creciente del río lo destruyó", dijo Damián.
Ella agrega: "Lo más triste ha sido ver todo bajo agua. Sacando escombros y lodo. Solo pensamos salvar nuestras vidas".
Ellos tampoco se dejan vencer. "Todos los días le doy gracias a Dios porque aún estoy de pie y así estaremos hasta que él quiera", coinciden sin perder la sonrisa.
"El que teme a Dios entiende que esto es pasajero. A los que me han preguntado cómo les fue con el ciclón les contestamos nos fue bien, porque estamos vivos, lo material poco a poco se recupera", expresó la pareja que tiene más de 30 años de casados.
Aracely Altagracia Calderón: la mujer que ni el ciclón Fiona logró derrumbar
Nos vio y de inmediato sonrío. Aracely es una mujer de esas que vale la pena reseñar. Simpática, elocuente y de fe.
"Cuando llegó el ciclón pasé la noche en vela, orando y cantando, mientras el ciclón estaba en su buena, levantando casitas y derrumbando árboles. Yo decía (mi hogar) ese está cubierto con la sangre del cordero, ese no te lo llevas tú", relató a Diario Libre sobre las horas del huracán Fiona.
"A pesar que todo se mojó y arropó todo, me tuve que ir, perdimos todo, menos la fe. El lodo y el agua era parte del día a día", estimó.
"Yo soy como Job, Jehová dio y Jehová quitó, pero él no perdió la fe", confiesa.
Ella es camarista en uno de los hoteles de la zona, de ahí su buen trato. "No tengo ni agua ni luz, pero vivo por fe", dijo con una sonrisa en el rostro.
Lágrimas y desolación
"Siempre estoy sufriendo, soy una mujer enferma, me caí con mi nieto y alguien me ayudó a levantarme", así fueron los angustiantes momentos que vivió durante la tormenta la señora Maura Mejía, una madre soltera con tres nietos y una hija enferma que lo perdió todo y lo único que quiere es que la saquen de ese lugar, donde ha vivido por 20 años en medio de la pobreza extrema.
"Solo pido un ranchito, un solar o algo que me saquen de aquí", dijo impotente.
77 años, y el rostro cansado
Mientras come el plato de comida que una fundación internacional y los estudiantes de cocina de Infotep le cocinaron, el señor narra que está vivo por la misericordia de otros.
Con lágrimas en sus cansados ojos que, de seguro han visto tragedias similares, él revela que su casa y todo lo que había en ella fueron arrastradas por la dureza de Fiona.
"Estaba acostado y el agua de arriba inundó mi casita en un segundo, me llevó la cama y lo poco que tenía. Esa que ven ahí está porque una hija mía me la mandó para que yo no durmiera en el piso entre lodo", relató visiblemente afectado.
Todo se dañó. Hasta los medicamentos que toma a sus casi 80 años."Solo me quedó una ropita porque la tenía puesta", dijo dejando ver sus ojos borrosos.
Situación similar la vivió Brigido Donator, su vecino de 65 años. Él narró que "cuando llegó el huracán se encontraba solo y tuvo que salir corriendo. No le dio tiempo a recoger nada. Al lado vive su hijo, ambos en casad de hojalatas. "Todo se llenó de lodo, la cama, el televisor que tuvimos que botarla, hasta la cama", señaló.
"Quiero que me ayuden a cobijar mi casita", reseñó.
Los jóvenes: con pocas opciones de salir adelante
El drama que se vive en esta comunidad, conocida como "Los sotos, abajo", viene de años. El huracán solo la ha hecho visible. Los jóvenes no tienen opciones de empleo, dedicarse al motoconcho parece ser la única alternativa. Kaury Guerrero es uno de ellos. A él como al resto de los vecinos el huracán les llevó lo poco que tenía. No estaba en casa. "Estaba ayudando a su madre soltera, con quien no vive, a proteger lo que tenía".
"No me quedó nada, solo quedaron los hierros de la cama. Se fue todo con el agua del río", estimó, mientras señalaba la marca que dejó el agua.
"Pido a las autoridades que me ayuden, porque la juventud que vive aquí también merece salir adelante, aquí no hay nada para la juventud, el área que usamos con play de béisbol también se llenó de agua; no hay ni siquiera una cancha", se quejó, evidenciando las ganas que tiene de dejar atrás la precaria vida que le ha tocado vivir a sus 19 años.
Como él Julio César Ozuna también vive en carne propia la exclusión y la pobreza, agravada con el paso del huracán Fiona. A sus 20 años, es padre de un niño pequeño y vive en unión libre con una joven de 18. Ella tuvo que irse con el bebé a casa de sus padres, que, aunque también sufrió el impacto del huracán, por estar en una zona más alta no llegó a inundarse totalmente.
"Cuando llegó la tormenta yo estaba acostado con mi hijo y mi esposa, cuando entró se llevó el techo, tuvimos que ponernos en otro lado y salir corriendo en medio de la lluvia. Cuando pasó el viento fuerte que hacía, los llevé donde la suegra y aquí amarré todo lo de valor en un largo alto, pensando que el río no se lo llevaría, pero de nada sirvió", la furia del río acabó con lo poco que tenían.
"Lo primero que pensé fue que se estaba acabando todo", señaló al contestar sobre su reacción durante el huracán.
Continuó: "Siempre se inunda, pero nunca había entrado tanta agua, por eso nos agarró desprevenidos. Estábamos esperando agua, pero no tan fuerte. Esperamos una ayuda, hasta una cama, que después yo comienzo a trabajar y compro lo demás que necesito", concluyó.
Su destructor paso por el este del país
El huracán Fiona impactó este país la madrugada del lunes 18 de septiembre de 2022, provocando aproximadamente 400 mililitros de lluvias en todo el país. El ojo del mismo entró por la región este. Fiona, tras entrar en República Dominicana con vientos de aproximadamente 90 millas por hora y ráfagas superiores, causó la caída de árboles y postes del tendido eléctrico en provincias del este y del noreste del país. Aún permanecen cerrados los aeropuertos internacionales Juan Bosch, de Samaná, y el de La Romana, además del doméstico de Arroyo Barril, también en Samaná. Según datos oficiales, dejó 210, 433 usuarios sin electricidad, más de 725, 246 espacios sin agua potable, 20 puentes afectados y 23 carreteras afectadas. Como resultado del huracán, se confirmó la muerte de 4 persona.
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