Invasión de las aliblancas
Algo que me llama la atención cuando visito una isla caribeña es una misma especie vive en varias islas, se adapta de forma distinta a los diferentes ecosistemas. La familia de las palomas (Columbidae), que en nuestro país cuenta con 10 especies (9 nativas y una endémica), es un ejemplo típico.
De los llamados rolones o tórtolas (Género Zenaida) tenemos tres especies: el rolón rabiche (Zenaida macroura), la tórtola aliblanca (Zenaida asiatica) y el rolón turco (Zenaida aurita). Esta última (Z. aurita) es la más común en Puerto Rico y se ve en todas partes. Las recuerdo en la cafetería de la Universidad de Río Piedra buscando sobras de mesa en mesa. Aquí en cambio, no las he visto nunca en áreas urbanas.
Por el contrario, Z. macroura, así llamada porque tiene la cola larga y puntiaguda como un perico (Macro: grande; ura: cola), es la más común en las áreas urbanas y no es raro verla caminado entre los pies de los estudiantes en el campus de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
En Puerto Rico, en cambio, esta especie está localizada en la región suroeste de Borinquen y sé de biólogos boricuas que no la han visto nunca. Hay que aclarar que su llegada a la isla fue tardía, reportada por primera vez en 1935.
Igual ocurre con la Aliblanca (Zenaida asiatica), distribuida desde el sur y suroeste de Estados Unidos, hasta Centroamérica, Bahamas y las Antillas Mayores. En los últimas décadas ha expandido su rango de distribución y ha sido reportada en islas tan distantes como Bermuda.
En la "Perla de los mares" es común en zonas urbanas y suburbanas desde hace tiempo. Hace diez años era muy raro ver una de estas tórtolas cantando en un árbol de nuestra capital, lo que ahora es un espectáculo común en cualquier barrio donde haya árboles.
La colonización de la metrópolis se produjo muy lentamente. Pero como suele suceder, a partir de un momento el boom era indetenible.
La Aliblanca es la más grande de nuestras tórtolas (28-30 cm de largo). Es marrón grisácea, con una gran mancha blanca en el centro de las alas que es su rasgo distintivo y es visible tanto cuando vuela como cuando está perchada.
Los adultos tienen un anillo azul y sin plumas alrededor de los ojos y una gran marca negra en la cara. Sus ojos y sus patas son rojos.
Un experimento
Hace muchos años, cuando era más ignorante pero mucho más creativo, se me ocurrió un experimento. Puse huevos de Aliblancas (las cuales habían nacido en cautiverio) en un nido de paloma doméstica (Columba livia). Buscaba respuesta a varias preguntas.
Primero, si eclosionaban los huevos, ¿podrían las palomas domésticas criar los polluelos? La primera dificultad radica en el hecho de que la mayoría de las veces no hay sincronización entre las especies de palomas en lo que se refiere al tipo de alimento que dan a los polluelos en los primeros días de nacidos.
La paloma doméstica comienza a darle a sus pichones una mezcla de "leche de paloma" con granos, en una época en que algunas especies de palomas silvestres los alimentan sólo con la "leche", ya que los polluelos son incapaces de digerir los granos.
Otra cosa que me intrigaba era si se produciría el "imprinting", esa suerte de aprendizaje pre programado mediante el cual a las crías de muchos animales se les graba la primera imagen que ven, lo que los lleva a comportarse hacia los padres adoptivos como si pertenecieran a su misma especie, incluso en lo referente a la conducta sexual.
El desenlace de la historia lo contaremos en el próximo capítulo.
guerrero.simon@gmail.com
Hace diez años era raro ver una de estas tórtolas cantando en un árbol capitalino, ahora es un espectáculo común.
En Puerto Rico, en cambio, esta especie está localizada en la región suroeste de Borinquen y sé de biólogos boricuas que no la han visto nunca. Hay que aclarar que su llegada a la isla fue tardía, reportada por primera vez en 1935.
Igual ocurre con la Aliblanca (Zenaida asiatica), distribuida desde el sur y suroeste de Estados Unidos, hasta Centroamérica, Bahamas y las Antillas Mayores. En los últimas décadas ha expandido su rango de distribución y ha sido reportada en islas tan distantes como Bermuda.
En la "Perla de los mares" es común en zonas urbanas y suburbanas desde hace tiempo. Hace diez años era muy raro ver una de estas tórtolas cantando en un árbol de nuestra capital, lo que ahora es un espectáculo común en cualquier barrio donde haya árboles.
La colonización de la metrópolis se produjo muy lentamente. Pero como suele suceder, a partir de un momento el boom era indetenible.
La Aliblanca es la más grande de nuestras tórtolas (28-30 cm de largo). Es marrón grisácea, con una gran mancha blanca en el centro de las alas que es su rasgo distintivo y es visible tanto cuando vuela como cuando está perchada.
Los adultos tienen un anillo azul y sin plumas alrededor de los ojos y una gran marca negra en la cara. Sus ojos y sus patas son rojos.
Un experimento
Hace muchos años, cuando era más ignorante pero mucho más creativo, se me ocurrió un experimento. Puse huevos de Aliblancas (las cuales habían nacido en cautiverio) en un nido de paloma doméstica (Columba livia). Buscaba respuesta a varias preguntas.
Primero, si eclosionaban los huevos, ¿podrían las palomas domésticas criar los polluelos? La primera dificultad radica en el hecho de que la mayoría de las veces no hay sincronización entre las especies de palomas en lo que se refiere al tipo de alimento que dan a los polluelos en los primeros días de nacidos.
La paloma doméstica comienza a darle a sus pichones una mezcla de "leche de paloma" con granos, en una época en que algunas especies de palomas silvestres los alimentan sólo con la "leche", ya que los polluelos son incapaces de digerir los granos.
Otra cosa que me intrigaba era si se produciría el "imprinting", esa suerte de aprendizaje pre programado mediante el cual a las crías de muchos animales se les graba la primera imagen que ven, lo que los lleva a comportarse hacia los padres adoptivos como si pertenecieran a su misma especie, incluso en lo referente a la conducta sexual.
El desenlace de la historia lo contaremos en el próximo capítulo.
guerrero.simon@gmail.com
Hace diez años era raro ver una de estas tórtolas cantando en un árbol capitalino, ahora es un espectáculo común.
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