La ley de la botella

Santiago Aparicio

Madrid, 18 may (EFE).- La puesta en marcha de la Bundesliga fue el preludio del desconfinamiento en el fútbol, el punto de partida de la nueva normalidad que advierten los expertos y a la que se ve abocada la sociedad aún amenazada por la crisis del coronavirus.Como en tantas cosas Alemania asumió el riesgo y ejerció de precursor.

Superó los miedos y con las precauciones que la situación exige dio un paso al frente. Derribó el muro, alzó el telón. Fijó una fecha de comienzo y tal cual cumplió.

Fue un halo de esperanza para el resto de países que contemplan todavía con cierto recelo la normalidad, sometidos aún al cobijo como respuesta al golpeo del virus. Una promesa a la evasión, una buena noticia para las otras ligas del Viejo Continente que esperan la apertura de puertas y que ruede el balón.

Es el caso de torneos como el húngaro o el checo, previstos para el próximo fin de semana. O el de las ligas de Austria, Dinamarca, Polonia, Croacia o Croacia, que vendrán a continuación. Y también, y especialmente por la seducción que suscitan, las grandes, las de Italia, Inglaterra y España, fijadas para más adelante, ya en junio.

La pelota en juego en Alemania habrán desempolvado las dudas entre los responsables deportivos de Francia, Bélgica y Holanda, que echaron el cierre con premura a la competición cuando los daños del virus estaban en pleno apogeo. Una decisión irremediable ahora.

La Bundesliga ha supuesto un espejo para los demás. Para los que transitan mal que bien hacia el camino de salida, instalados aún en el cumplimiento de las fases que llevan a la liberación, al escape.

Pero el fútbol que volvió y que será el fútbol que veremos no fue el de antes del encierro. No lo será la vida y tampoco el deporte. De momento. Nuevas normas y nuevos hábitos amenazan con aposentarse en el día a día que llegará.

Mientras la sombra de las mascarillas se asoman por las pasarelas de los desfiles de moda el nuevo fútbol ya espera. Por ahora sin gente, con asientos vacíos hasta que la imaginación idee cualquier recurso para reanimar la pinta desangelada que en su arranque delataron los estadios de Alemania.

Será el nuevo futuro el que espera mientras la puesta en escena de este fútbol renacido nos lleva cierta reminiscencia con el pasado. Como en los comienzos, como cuando la infancia. Cuando el profesionalismo quedaba tan lejos.

Las normas y las precauciones avivan algo de nostalgia. Para los que se movían por campos de la periferia, por recintos de barrio. Sin asientos y sin gente. Con sonidos traidores, sin tapujos sobre el terreno de juego. Antaño de barro, hoy día de un tapiz artificial.

Como cuando eran niños la ducha después de entrenar es en cada casa. Y cada profesional lleva su bolsa, con su ropa, con su material. Atrás quedaron los días que el traslado al estadio desde el autocar era con las manos en los bolsillos, con el botero bajo el brazo mientras un empleado se encargaba de todo el equipaje y lo llevaba al vestuario.

Todo se oye en el césped. Sin ambiente el factor campo decae. Y cada uno tiene su botella, su bebida particular. No hay secretos. Hay voces, no hay abrazos tras el gol. Emociones contenidas bajo un silencio demoledor.

Un fútbol nuevo, otro fútbol. Sin lujos, sin recogepelotas. La ley de la botella, el que la tira va a por ella. EFE

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