La fortaleza de Unai Simón

Roberto Morales

Copenhague, 29 jun (EFE).- 'El fútbol son más aciertos que errores, pero existen, y cuando un portero comete uno se ve más agrandado'. Es una frase de Unai Simón a Efe tras debutar con España en una Eurocopa. Su error grave llegó en octavos de final. La fortaleza con la que se levantó de la lona, impulsó a la selección a cuartos de final con dos paradas decisivas que frenaron a Croacia.

Unai quiso que la tierra se lo tragase y aparecer en cualquier otro punto del planeta. Se tapó la cara con la camiseta en segundos de pulsaciones disparadas, en los que por la cabeza le pasaron mil pensamientos sin entender cómo no podía haber controlado la cesión (innecesaria) de Pedri, que se envenenó con un bote. El balón le golpeó en la espinilla y siguió el camino hacia su propia portería sin que hubiese tiempo material para su reacción.

Ya había fallado en un partido en Kosovo, tomando riesgos con balón en una salida que costó un gol y reabrió el eterno debate de la portería para el exterior, porque dentro de la selección no existe. Pero nada que ver con la trascendencia de un fallo de tal magnitud en una cita de octavos de final de una Eurocopa.

Su nombre se sumaba a la lista negra de porteros españoles con errores de bulto en grandes citas. Estrenada por Luis Miguel Arconada en la final de la Eurocopa 1984 ante Francia y el lanzamiento de Michel Platini. Extendida por Andoni Zubizarreta ante Nigeria en el Mundial de Francia 1998. Que marcó a José Francisco Molina en el debut de la Eurocopa 2000 ante Noruega.

España quedó tan tocada como su portero tras un gol que cambió el rumbo de un partido que dominaba con autoridad y al que solo le faltaba pegada en dos ocasiones claras que había desperdiciado. Y los cerca de dos mil aficionados que acudieron al Parken de Copenhague lo sintieron. Era el momento de dar un ejemplo de apoyo a su selección, dejar en el olvido los silbidos en Sevilla a Álvaro Morata para mostrar máximo apoyo a Unai.

Mientras por la cabeza de Unai se repetía una y otra vez la jugada maldita, a su espalda numerosos aficionados comenzaban a corear su nombre, aplaudieron una atajada segura a un centro desde el costado y una rápida salida para un despeje. Era el momento de ir recuperando confianza. No podía permitirse irse de un partido que le depararía la revancha deportiva. Los gestos de apoyo se enlazaron.

Algunos de la magnitud del portero con el que compite por la titularidad. Un David de Gea tan sensibilizado tras todo lo que ha vivido en su carrera. Nada más señalar el descanso, cuando el primer respiro de alivio de Unai había llegado con el empate de Pablo Sarabia, el encuentro de porteros camino del vestuario habló por sí solo del ambiente que se respira dentro.

'Entiendo que pongo el corazón en un puño, se dice que soy de hielo porque tengo las cosas claras. Hago lo que me pide Luis Enrique y, en su juego, el portero es un jugador para buscar la superioridad'. Con esa mentalidad inició la segunda parte Unai. Como si nada hubiese ocurrido, mostrando personalidad sobrada para entrar en contacto continuo con el balón con sus pies. Sin escuchar el cachondeo de la grada croata.

Metido de lleno en un partido que le permitió firmar su revancha deportiva. Abrazado por el capitán Sergio Busquets en un gesto de veteranía. De unión tras los malos momentos. Cuando España se adelantó en el marcador con el testarazo de Azpilicueta, todos corrieron hacia el goleador menos 'Busi' y Laporte que se fundieron en un abrazo con la soledad del portero que respiró de alivio.

Su mano al zurdazo de Gvardiol y su parada salvadora en la prórroga a Kramaric, con todo igualado en momentos que decidirían el partido, acabaron siendo la reivindicación para rebajar la crítica a un portero que encadena once titularidades consecutivas con Luis Enrique. Titular indiscutible, aunque él no lo sienta así, y hasta se avergüence cuando se le plantea la posibilidad de retomar el testigo de Iker Casillas como portero que conquista un título con la absoluta.

Del abrazo de Busquets sobre el césped, al respaldo de Luis Enrique en el vestuario y otro abrazo especial, el de Álvaro Morata. No hicieron falta las palabras para transmitir el apoyo en deportistas acostumbrados a pasar del elogio a la crítica más agresiva, de la ovación a la guasa en un país que tan pronto te encumbra como derriba. Ahora se ha vuelto a ilusionar gracias a un grupo repleto de juventud que exhibe fortaleza para superar los malos momentos del camino. EFE

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