El austríaco Sebastian Kurz, el jefe de Gobierno más joven del mundo

Luis Lidón

Viena, 7 ene (EFE).- Con 33 años, más de once de ellos en política, el democristiano Sebastián Kurz es el político austríaco más exitoso de su generación y lidera desde este martes por segunda vez un gobierno de coalición en Austria, esta vez junto al partido ecologistas Los Verdes.

Con su segunda investidura en un período de apenas dos años, la primera de la mano del partido ultraderechista FPÖ en diciembre de 2017, el líder del Partido Popular (ÖVP) vuelve a ser el jefe de Gobierno más joven del mundo.

Kurz ganó las elecciones anticipadas generales del pasado 29 de septiembre con un contundente 37,5 % de los votos, 15 puntos porcentuales más que el segundo, el partido socialdemócrata SPÖ.

El FPÖ, que hizo saltar por los aires la anterior coalición por un rocambolesco escándalo de corrupción, fue tercero con el 16 %, delante de los Verdes con un 13,9 %.

Así las cosas, Kurz pudo elegir socio de coalición entre estos tres partidos pero se decantó rápidamente por los ecologistas, con los que negoció durante casi dos meses un complejo programa de gobierno centrado una reforma ecológica de la economía austríaca, el control migratorio y la austeridad presupuestaria.

A sus 33 años de edad, el líder democristiano austríaco lleva nueve de ellos en el Gobierno y ha dejado de ser una promesa y un 'niño prodigio' para convertirse en el indiscutible referente del centroderecha en Austria y una figura en ascenso en Europa.

Secretario de Estado con 25 años y ministro de Exteriores con 27, su dedicación a la política -inicialmente como líder de las juventudes del ÖVP en Viena- le ha impedido acabar sus estudios de Derecho.

Durante la crisis migratoria de 2015 y 2016, cuando un millón de inmigrantes y refugiados de Oriente Medio llegaron a Europa central a través de la llamada 'ruta de los Balcanes', Kurz se posicionó como referente de una línea dura y criticó abiertamente las posiciones de la canciller alemana, Angela Merkel.

Ese visible viraje hacia a la derecha del líder democristiano generó simpatía entre sectores más nacionalistas del país y el FPÖ empezó a perder un significativo número de votantes al ÖVP.

Aclamado por sus seguidores como una estrella que quiere modernizar el país y responder a las preocupaciones de la ciudadanía, sus detractores lo dibujan como alguien sin escrúpulos y sediento de poder.

Esta crítica se ha recrudecido ahora en su cambio de socio de gobierno, de los ultranacionalistas a los ecologistas en cuestión de medio año.

Si para sus fieles es un trabajador incansable y meticuloso, para sus críticos es un producto de mercadotecnia, una imagen prefabricada de político joven y eficiente, que controla sus apariciones y no arriesga en la comunicación.

Pero incluso sus contrincantes le reconocen talento y un agudo instinto político, y lo ven como alguien que apenas se permite errores y que es inclemente con sus adversarios.

A su imagen de ciudadano corriente, que vive junto a su novia de toda la vida en un modesto piso en un barrio trabajador de Viena, tampoco le ha pasado factura tener un nutrido y bien pagado grupo de asesores de imagen, tal como ha revelado la prensa austríaca durante la última campaña. EFE

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