El adiós de Dilma Rousseff

La suspendida presidenta de Brasil repartió abrazos, apretones de mano y recibió flores

La presidenta suspendida de Brasil, Dilma Rousseff, es vista tras abandonar el Palacio de Planato, la sede del Gobierno brasileño, hoy, jueves 12 de mayo de 2016 (EFE/Cadu Gomes)

BRASILIA. Combativa, sin derramar una lágrima y por la puerta delantera: Dilma Rousseff se despidió del poder aplaudida por cientos de seguidores, pero a sabiendas de que probablemente nunca más vuelva a gobernar Brasil.

“Estoy triste, pero ustedes hacen que esa tristeza disminuya”, lanzó Dilma, como es popularmente conocida, al abandonar el gubernamental Palacio de Planalto con sus 54 millones de votos en la maleta y acompañada de Luiz Inacio Lula da Silva, su antecesor y mentor político.

Fue presidenta de Brasil hasta este jueves. El Senado la separó de su cargo para que responda a un juicio por supuesto maquillaje de las cuentas públicas, que la mandataria calificó de golpe de Estado.

Ministros, asesores, diputados y senadores aliados también estuvieron allí, cabizbajos, decaídos por el fin de 13 años de gobiernos de izquierda.

En las afueras del monumental edificio donde trabajó los últimos cinco años y medio, Dilma repartió abrazos, apretones de mano, recibió flores, globos y palabras de aliento. Después subió al auto y se retiró a la residencia presidencial de Alvorada, donde concentrará las operaciones de su defensa.

Consignas como “¡Dilma, guerrera, del pueblo brasileño!” y “¡Golpistas, fascistas, no pasarán!” sonaron con fuerza dentro y fuera de Planalto.

Antes de ceder su oficina al presidente interino Michel Temer, la mandataria se dirigió al país.

“A los brasileños que se oponen al golpe, sean del partido que sean, les hago un llamado, manténganse movilizados, unidos y en paz”, dijo desafiante.

En su último discurso a la nación, vistió de blanco y no del rojo característico del Partido de los Trabajadores (PT), con pantalones negros y pendientes de perlas.

Al entrar a la sala, mantuvo su siempre severo carácter y mandó a callar las consignas y parar los aplausos para comenzar a hablar, rodeada de todos sus ministros, diputados y senadores.

Entre ellos estaba Katia Abreu, que se rebeló contra su partido, el mismo de Temer, para mantenerse al lado de su amiga Dilma.

“La primera mujer en presidir Brasil, honesta, capaz, con espíritu público, una mujer de bien, ha sufrido un impeachment injustamente sin haber cometido ningún crimen”, dijo a la AFP con los ojos hinchados por las lágrimas.

También estaba Eleonora Menicucci, que fue su compañera de celda de Dilma durante los oscuros días de la dictadura y hasta hoy fue responsable de la Secretaría para Asuntos de las Mujeres.

La lucha

El rostro cansado no se dejó vencer a la hora de repartir sonrisas para agradecer el apoyo bajo el sol infernal del mediodía en Brasilia.

No había mucha gente, lejos de la masiva fiesta que se reunió para recibirla cuando asumió el poder el 1 de enero de 2011. Su militancia también está resignada.

“¡Fuera Temer!”, “¡Gobierno ilegítimo”, gritaban. “Yo voté por Dilma con Temer, no por Temer”, dijo a la AFP Vinicius Vitoi, un funcionario público de 54 años que llevaba una pancarta en la que se leía: “Temer traidor”.

Temer y su partido de centro, el PMDB, rompieron en marzo la alianza que mantenía a flote al gobierno y asumieron la bandera del impeachment.

“Pensé que a partir de ahora sólo iríamos para adelante, qué iba a pensar que a estas alturas íbamos a retroceder tanto”, señaló Thelma Rodrigues Brasil, una jubilada de 66 años.

Desde los grandes ventanales de Planalto, muchos funcionarios vieron a Dilma partir.

Marcia Kumer (56) era una de ellas. Bañada en lágrimas, le entregó unas flores a la presidenta al terminar su discurso.

“Le dije: ‘Querida, estamos juntos’. Ella me agradeció y me respondió: ‘Seguiremos adelante’”, narró.

Después de caminar casi una cuadra, el auto le esperaba. Antes de partir, dio algunos pasos atrás, miró a Planalto y les lanzó un beso.

Y a toda velocidad se perdió en la enorme avenida que conduce a su nuevo destino... La lucha, una de las últimas palabras de su último discurso. AFP/Javier Tovar