De la 'primavera' artística tras la revolución a la censura en Egipto

Isaac J. Martín

El Cairo, 29 ene (EFE).- A la artista egipcio-libanesa Bahia Shehab se le caen las lágrimas al pensar que han pasado diez años desde que tuvo la libertad para pintar en las calles de El Cairo en medio de la revolución. Ahora, sólo le queda documentarlo en libros, mientras otros buscan la forma de expresarse a pesar de la censura.

'Mi trabajo es siempre político y controvertido, así que no puedo pintar más lo que siento (...) el diálogo urbano, los mensajes en los muros... Todo ha parado por las razones que sabemos. Es un tiempo muy difícil para todo el mundo', dice a Efe la actual profesora de la Universidad Americana en El Cairo (AUC).

Apenas unos resquicios de las pintadas de la revolución permanecen en los muros del centro de la capital egipcia, que hace diez años fue escenario de una explosión artística tras la revuelta del 25 de enero, pero ahora sólo son un recuerdo en la memoria colectiva.

ARTE UNDERGROUND

Shehab fue la primera mujer que recibió en 2017 el Premio Unesco-Sharjah de Cultura Árabe por su trabajo de caligrafía 'mil veces no', que se convirtió en un mensaje símbolo de la revolución egipcia que derrocó al presidente Hosni Mubarak entre enero y febrero de 2011.

Ese trabajo y otros de esta década que ella califica 'de crecimiento' han sido recopilados en su nuevo libro, titulado 'You Can Crush the Flowers: A Visual Memoir of the Egyptian Revolution' (Puedes aplastar las flores: una memoria visual de la revolución egipcia).

'Aunque no haya altavoces, la gente sigue creyendo en el cambio y lo hacen escribiendo, creando...', afirma, aunque 'los artistas que viven en Egipto lo hacen 'underground', fuera del radar, o directamente trabajan en el extranjero'.

La cineasta Amal Ramsis, que vive entre España y Egipto, se muestra sorprendida por cómo los jóvenes egipcios siguen 'creando espacios', aunque alejados de la vista de las autoridades.

'Creo que hay muchos más jóvenes a los que la revolución les dio una salida y fue como una puerta para expresar, para descubrir un mundo que antes no conocían (...) Ahora muchos jóvenes saben que pueden cruzar la línea roja, hay muchos más artistas que se atreven', afirma a Efe.

SIN ARTE EN LAS CALLES

Recuerda que la plaza Tahrir y sus alrededores, escenario de manifestaciones en 2011, 2012 y 2013, fueron un 'campo libre sin el consentimiento de la ley', pero ahora eso ha cambiado.

'Fue una de las pocas cosas que se habían logrado, pero después de 2013, desgraciadamente, la situación volvió a como era antes, si no es peor', dice comparando las restricciones a la libertad de expresión en la dictadura de Mubarak y en la actualidad con el presidente Abdelfatah al Sisi.

'Ahora es imposible filmar por la calle (...) En ese sentido, podemos decir que vivimos ahora la misma situación que antes de la revolución', asegura.

'Siempre hace falta tiempo para que las cosas cambien', concluye.

Por su parte, Heba al Cheikh, directora del proyecto Mahatat (estaciones) nacido en 2011, lamenta que el Gobierno no ofrece ningún tipo de ayuda a los artistas y, de hecho, 'es ilegal que alguien gane una moneda haciendo arte en la calle'.

Su iniciativa, a través de la que organizaba eventos artísticos en las calles, tuvo que echar el cierre en 2019 ante la imposibilidad de hacer espectáculos públicos.

'No tenemos esa cultura, la gente no está acostumbrada a ver artistas en la calle (...) No existe el apoyo del Estado', sostiene.

GALERÍAS Y AUTOCENSURA

Ahora, muchos artistas han optado por exponer sus obras en galerías privadas, lejos de miradas indiscretas y sólo para un público selecto, aunque no por ello sin cortapisas.

Este es el caso del pintor egipcio Hossam Dirar, que expone y vende sus obras en su estudio situado en el barrio cairota de Zamalek, donde abundan las pinturas inspiradas en Andalucía (España) y en la reina del Antiguo Egipto Nefertiti.

'Lo bueno de esta época es que muchos artistas aparecieron y yo fui uno de ellos', indica a Efe en una sala del taller rodeado de obras contemporáneas y abstractas.

Pero entre sus pinturas, esconde una en un pasillo en la que aparece Cristo crucificado y con el símbolo de Coca Cola 'para representar el capitalismo', explica.

Esa obra no puede exponerla en Egipto 'porque la gente la vería desde el lado religioso como si fuera una blasfemia'.

El dibujante egipcio Ganzeer ganó popularidad tras la revolución egipcia con sus grafiti, pero terminó huyendo del país en 2014 y ahora, desde el exilio, lo tiene claro.

'Lo que el Estado egipcio ha estado haciendo, desde que Al Sisi llegó al poder es obligar a las personas a autocensurarse', afirma. Este 'tipo de estrategia' ha sido exitosa, en su opinión.

EXILIO SIN INSPIRACIÓN

Los artistas que siguen viviendo en Egipto coinciden en que 'muchos' se han ido del país, dejando atrás su fuente de inspiración.

Entre ellos está Anno Kachina, bailarín de danza contemporánea que dejó su tierra en 2017.

'No espero ningún cambio en el país, pero tengo gran deseo de volver. Siento que Egipto es una habitación oscura a la que iluminar con mi arte', pero también representa una casa y a la gente que ama.

Ganzeer se pregunta: '¿Qué es peor: no ser honesto con mis ideas, no vivir la vida que quiero, no expresarme libremente o estar de nuevo en mi casa y con mis amigos?'. Aún no tiene la respuesta. EFE

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