El niño que ha ido más veces al hospital Robert Reid que a un parque

SANTO DOMINGO. María Isabel Rodríguez es madre de cuatro hijos y su dolor de cabeza es constante porque casi todos los meses tiene que internar a su pequeño para que sea sometido a una transfusión de sangre.

A los cuatro meses de haber dado a luz al tercero de sus descendientes, empezó a recurrir al buen corazón de las personas que tienen el poder de dar vida a través de una donación.

Francoli Richardson fue diagnosticado con falcemia, una alteración hereditaria en la sangre, en la que el glóbulo rojo se destruye de manera prematura, lo que entorpece la circulación sanguínea y causa microinfartos, hemólisis y anemia severa.

Ahora el niño tiene siete años y ha estado más veces en el Hospital Infantil Robert Reid Cabral que en un parque. Cuando no está interno asiste a la escuela, aunque a veces no tiene ánimos ni fuerzas para acudir y su profesora le envía las tareas a la casa.

“Hay que transfundirlo hasta tres veces cuando se pone muy malito. Ya tengo siete años viniendo aquí y desde que me dicen que el niño está malo y que necesita sangre, me pongo como loca a buscar gente”, narra María Isabel residente en el sector Buenos Aires de Herrera, en Santo Domingo Oeste.

En ocasiones se le hace difícil encontrar donantes, pero en otras aparece “gente buena” como definió a un joven a quien no conoce, pero que no dudó en acudir al hospital a donar sangre para su pequeño.

Omar Ramírez fue contactado por un allegado a la familia de Francoli. Su primera experiencia como donante fue hace dos años porque su madre fue sometida a una operación. Luego, en enero de este año, acudió a la Cruz Roja Dominicana para donar a un joven que tuvo un accidente de tránsito, a quien tampoco conocía.

Su tercera vez fue el miércoles 7 de junio, víspera del Día Mundial del Donante. “Un compañero de trabajo me llamó anoche y me preguntó si conocía un donante. Le respondí yo soy donante. Me ofreció dinero pero le dije que no, que eso Dios me lo paga”.

Omar hizo un alto en su jornada laboral y acudió al hospital Robert Reid con la firme convicción de que hoy es por Francoli y de que mañana puede ser por su hija de tres años. “Yo le digo a toda la persona que pueda donar sangre que lo haga de corazón, sin que haya que pagarle. Eso tiene que salir de uno mismo porque eso es como tú darle una vida a una persona y Dios eso lo ve”.