“El desafío esencial es que los supuestos amigos de Haití no se metan en este proceso”

El diplomático considera que para la segunda vuelta electoral en Haití, lo mejor que puede hacer la comunidad internacional es no intervenir

Ricardo Seitenfus, preocupado por la situación del vecino país. (Martín Castro.)

SANTO DOMINGO. Luego de las elecciones del pasado 25 de octubre y sus cuestionados resultados y una segunda vuelta suspendida entre el oficialista Jovenel Moise y el opositor Jude Celestin, Haití parece haber caído en una nueva espiral de inestabilidad que amenaza con crear una situación sin precedentes el próximo domingo 7 de febrero: no tener un presidente electo a quien transpasar la presidencia.

Y esta crisis, que recuerda la que el pasado enero dejó al país caribeño sin parlamento, hace temer lo peor si no se logra un consenso para formar un gobierno de transición que convoque a nuevas elecciones; un proceso que para Ricardo Seitenfus, ex representante de la Organización de Estados Americanos en Haití, implica dejar que los haitianos tomen sus decisiones sin la intervención de la comunidad internacional.

Con expresiones que cuestionan el papel de los políticos haitianos, Estados Unidos y los organismos internacionales, un hilo de críticas que le valieron en el 2011 ser separado de su cargo luego de la primera vuelta de las elecciones en 2010, Seitenfus conversa con DL sobre la actual crisis haitiana y expresa sus consideraciones ante los retos que debe afrontar la clase política del vecino país para lograr una posible estabilidad.

P. ¿Usted cree que un gobierno de transición ayudaría a solvertar la crisis o a pasar a un estadio, digamos, más tranquilo políticamente?

R. Ahora en este momento, un gobierno de transción es indispensable, lo primero es ¿por cuanto tiempo? Segundo, ¿con qué poderes? Tercero, ¿cómo será compuesto este gobierno provisional?

Entonces para mí debe ser por el tiempo de treinta (30 días) máximo o noventa días, no puede alargarse más de eso. Determinar que su función esencial es organizar las elecciones. Pero uno se puede preguntar cuáles elecciones, ¿la segunda vuelta o todas las votaciones? Todo va a depender justamente de la tercera respuesta: quiénes van a componer este gobierno.

Entonces eso es una situación nueva porque no existe en la Constitución el final del mandato de un presidente sin elegir otro. No está previsto. Lo que está previsto es el vacío del poder por un golpe, por ejemplo, como cuando Aristide fue sacado del país en 2004. Eso está previsto. El presidente de la Suprema Corte es quien va a tomar el poder. Ahora no. La toma de poder por ausencia de electo no está prevista.

La idea es hacer un arreglo, una conversación entre las fuerzas políticas para que bajo la inspiración de la Constitución, de manera más cercana a la Constitución, se busque una solución. Pero repito, un gobierno provisiorio, con poderes limitados, con un respaldo más extenso posible, y cuando digo más extenso posible digo que no sea solo político de Puerto Príncipe y que no solo sean políticos de la oposición.

Por esto es que vamos tener un reto muy dificil, porque la cuestión esencial también es saber qué elección se va a organizar. ¿Van a hacer elecciones generales desde el inicio, desde agosto, o se va a hacer solamente una parte con una segunda vuelta? Esto es un elemento clave, ¿por qué? Hay que ver si se hace con todos, incluso con parlamento. Hay parlamentarios que fueron electos en agosto, y ellos no quieren supuestamente participar de un arreglo que diga que vamos todos otra vez a elección, y tampoco ellos pueden firmar un acuerdo como un ciudadano común, sin ser diputado ni senador, sin ser reconocidos.

Se ve muy bien lo complicada de la situación.

Y aquí el desafio esencial es que la comunidad internacional, el supuesto grupo de los amigos de Haití, no se meta en este proceso. Es dificil, porque siempre los supuestos amigos se meten, apoyan, eligen, indican. Eso lo hicieron hasta el viernes (22 de enero).

P. Una de exigencias de Jude Celestín es precisamente esa, y de la oposición, que dejen a los haitianos elegir.

R. ¡Respirar! Dejar a los haitianos vivir sus convenciones. Mira, hasta el viernes por la mañana (22 de enero) , la comunidad internacional estaba unánime diciendo domingo votación, como decía el gobierno, como decía el Consejo Provisional por las cosas que pasaron en la noche del jueves (21 de enero) y la mañana del viernes. Al presidente del Consejo Electoral yo le dije, mira (Pierre-Louis) Opont (quien renunció a sus funciones el pasado 29 de enero) felicitaciones por tu decisión, porque tú no puedes ser el responsable de abrigar, de tener en los brazos, la sangre de tus hermanos. Porque los partidos, esta gente, no va tener ninguna responsabilidad. La historia va a decir que es tu responsabilidad.

La comunidad internacional fue forzada a esta situación y por esto mi conclusión sobre la situación hoy es que debe haber una ruptura ahora, de ese rol de la comunidad internacional que va a tener un antes y un después. Un antes en que la comunidad internacional hacía lo que quería y ahora no. Porque esta crisis es muy distinta a la del 2010.

P¿En que se diferencia a la del 2010?

R. En el 2010, lo escribo en mi libro que va a salir ahora, los Estados Unidos y los países amigos decían que no querían a Jude Celestín. Y ahí hubo, esto el 28 de noviembre del 2010, todo el mes de diciembre, todo el mes de enero, presiones cambiando el resultado. La misión de la OEA y de la Caricom cambiaron los resultados. Para febrero (René) Preval dijo sí y el Consejo Electoral muy bien. Y entonces publicaron los resultados. Jude Celestin se quedó callado, la gente y el gobierno se quedaron callados. Terminó. Y Martelly pudo hacer su campaña y ser presidente. Ahora no.

Ahora toda la oposición no solamente está reclamando, está en la calle y con ganas de no salir de la calle y tuvo una gran victoria de no tener una segunda vuelta, creo que fue la victoria de la democracia de hecho. Porque hacer una segunda vuelta con un solo candidato es difícil de entender. Cómo nosotros, que como extranjeros vamos a Haití mostrando los valores de la democracia, y aceptaramos esto.

Ahora hay que dejar a los haitianos arreglar esto. Espero que lo hagan con espíritu público, pero que lo hagan pensando que acaso arreglen la crisis para recuperar su soberanía, el hecho de las manifestaciones fue una manera de recuperar un poco la soberanía, porque hubo una unanimidad de los movimientos sociales, de los partidos políticos de oposición, de la diáspora. No olvidemos que hay elecciones en Estados Unidos este año y la diáspora haitiana va a votar, entonces esto va a tener un peso grande en la manera en que Estados Unidos se va a portar en Haití.

¿Por qué la comunidad internacional quería que el 7 de febrero hubiera un nuevo presidente? Porque la Constitución lo dice muy bien ¿Pero de cualquier manera? Sí, de cualquier manera. Porque se quiso también cerrar el caso haitiano, terminar con los problemas haitianos, tener un nuevo presidente, para que una eventual crisis haitiana no tuviera ninguna interferencia en la campaña electoral de Hillary Clinton. Ella puso a Martelly en el palacio presidencial. Condicionó el calendario electoral al calendario electoral de Estados Unidos. Y ahora fue un fracaso, porque de hecho la crisis haitiana va a estar dentro de la campaña estadounidense. Ahora hay dos pretendientes, pero Hillary pasa como candidata demócrata, seguramente.

P. Me planteó las condiciones que considera debe tener el gobierno de transición. ¿De qué manera se pueda elegir que logré agrupar estas condiciones que señala? ¿Hay que incluir a Martelly y al candidato oficialista? ¿Dejar la comunidad internacional fuera? ¿Cuáles actores deberían pactar este gobierno de transición? Y, ¿usted ve dentro del liderazgo haitiano quién podría presidir este gobierno de transición?

R. Muchas preguntas (ríe).

P. Sí, en una sola.

R. Hay una diferencia entre Martelly y el movimiento de Martelly. La oposición está esperando que llegué el siete (7 de febrero) y Martelly no tenga un papel, pero el movimiento sí. Entonces es necesario pactar con ellos. Se sabe que participa, porque tienen veinte y pico de senadores y es una fuerza política y electoral en el país.

Por otro lado, es necesario, repito, es necesario, mantener informada a la comunidad internacional. No más que eso. Muchos actores políticos haitianos tienen la mala costumbre de golpear las puertas de las embajadas para pedir, para implorar muchas cosas, como algunos actores políticos en América Latina a las puertas de los cuarteles militares. Entonces eso no puede ser. La comunidad internacional tiene mucho poder, y quien tiene mucho poder puede provocar muchos estragos, pero también si usa bien este poder puede que sea para reforzar la institucionalidad.

Entonces, debería ser un abanico de lo más amplio posible. Solamente aquellos movimientos que están defendiendo la violencia, el golpe, la secesión, la guerra civil, esos no. Que no formen parte del diálogo.

No voy a decirte nombres, sobre todo porque en Haití cada uno tiene un nombre en la cabeza y eso es un punto esencial. Creo que más que el presidente, y puede ser el presidente de la corte de apelación, el rol del primer ministro es fundamental, porque es al primer ministro al que le corresponde organizar los ministerios. Usted sabe que en Haití tenemos una bicefalia, el Ejecutivo tiene dos cabezas: el presidente y el primer ministro. El presidente no puede hacer mucho. Entonces elegir un primer ministro de consenso es un problema grande. Hay nombres que están circulando y no voy a citarlos, pero sobre todo, que el perfil debe ser una personalidad que agregue, que sume a todos en el proceso.

P. En estos pasos de tratar de formar un gobierno de transición y convocar elecciones, ¿deberían remover a los miembros que quedan en el Consejo Electoral Provisional y elegir una nueva membresia? Que es una de las exigencias de la oposición. ¿Qué tan factible sería?

R. Es un problema, porque siempre son ad hoc. Y es un problema muy grande que tiene la democracia en Haití. El juez es siempre es contestado por los jugadores. El consejo electoral contestado por los políticos, casi siempre por la oposición.

No puedo dar consejos, puedo ver y considerar que debe ser un gobierno con poderes limitados, capaz de dialogar con una fecha límite de validez. Hay acusaciones contra el actual consejo electoral y siempre me pregunto, conozco bien al presidente del consejo, que el 2010 era el director general del Consejo del presidente actual y durante muchas semanas luchó mucho para no aceptar las imposiciones de los resultados de manera oficial. Finalmente lo hizo, y lo declaró publicamente en julio, por ser un funcionario del Estado por demanda del presidente Preval. Es una persona seria, quizás no escuche como debería escuchar. Tomó algunas deciones complejas. Por ejemplo, al rector la Universidad Quisqueya, Jacky Lumarque, que tenía todas las condiciones de ser candidato y quizás ser un buen presidente, lo descartó por una interpretación dudosa.

Pero parece que el presidente Martelly está intentado reorganizar el Consejo, solamente tiene cinco miembros (ahora quedan cuatro, tras la reuncia de Opont el pasado 29 de enero) y debe tener nueve. Yo no sé si el presidente Martelly está en condiciones de hacerlo, lo que hay es que la oposición no va aceptar que integre el nuevo consejo y no ser parte de este. Los nuevos consejeros deben ser resultado de un consenso y de una discusión con la oposición, pero una vez más estamos acá con el típico problema de Haití, la democracia.

Usted no se puede imaginar que la Junta Central Electoral de República Dominicana sea dominada por uno o dos partidos, y que los partidos pongan la gente, los funcionarios. Eso no puede ser, tiene que estar por encima de los partidos, incluso del Ejecutivo. Debe ser permanente y tener capacidad técnica y autonomía financiera. Y nada de eso se cumple en Haití. Setenta y cinco por ciento de las elecciones fueron pagadas por la comunidad internacional. Estados Unidos puso más de 30 millones de dólares.

Pero ese es un problema serio de la democracia. Se exige de Haití cosas que no puede hacer. Todos los años hay elecciones en Haití, mal organizadas como estas y cada vez que hay elecciones en democracia hay dos propuestas y se elige una, punto, y se pasa a otra cosa. En Haití no. Haití en cada elección hay más gasolina y leña en el fuego, porque los que pierden no aceptan los resultados, contestan a los jueces. Se exige de Haití algo que no está en condiciones de hacer.

Entonces creo que el nucleco central primero, es político y dentro de lo político es la cuestión electoral. Y todos, el pueblo haitiano, la comunidad internacional, los vecinos empezando por República Dominicana son rehenes de esta situación. Todo se transforma en política electoral. Y la Minustah está ahí desde el 2004, he escrito muchas cosas sobre esto y muchos consejos, pero este es un tema central también.

P ¿Retirar la Minustah?

R. No sé. Yo quiero decir, se hace una misión, una operación multifacética con multiples aspectos, uno el estado de derecho, otro reforzar las instituciones. El tema institucionalidad electoral es un tema central. ¿Qué pasó ahora? Nadie durante cuatro años, Martelly no pensó en elecciones, no se le dio ninguna importancia al Consejo Electoral, y en el último momento, cuando va a apagar las luces...¡Ah! Tenemos que hacer elecciones. Ese es un tema central, y nosotros, y la comunidad internacional nos vamos de Haití.

Mira, gastamos en treinta años de transición en elecciones en Haití tres mil millones de dólares. Te pregunto, ¿para qué? ¿Dónde está el edificio, donde están las instalaciones, la memoria, las computadoras, los motores, los coches? Nada.

P. ¿Igual con la documentación de sus ciudadanos?

R. Se hace. Se hace. Pero la participación es un problema serio. En la votación de Preval, en el 2006 hubo 63% de participación, altísima. Con Martelly, en 2010 y 2011, veintidos 22%. Si se hubiesen celebrado las elecciones del domingo que pasó (24 de enero), menos de un diez 10%. ¿Qué democracia es esta? ¿Qué legitimidad tiene?

Entonces la manera en que se hace la política, siempre un juego de suma cero: o tú ganas todo y yo gano todo, que es exactamente lo contrario a la política. La política es buscar consenso, procurar términos medios, conciliación. Pero esta política de juego de suma cero que la comunidad internacional estaba jugando hasta el viernes por la mañana (22 de enero), no lleva a nada sino a la crisis.

P ¿Qué piensa sobre las recientes declaraciones de Guy Philippe, su llamado a la insurrección civil? ¿Podría tener este llamado eco en algún sector haitiano?

R. Como se hace la transición, puede ser. Haití pasó por algunos períodos difíciles de oposición entre Puerto Príncipe y las demás regiones, pero este señor debe dar cuentas a la DEA, en Estados Unidos.

Pero ahí también hay un juego muy raro. Los Estados Unidos sabe donde ese señor está y no parece existir una tentativa de apresarlo. Si miras la página de la DEA está la foto de ese señor ahí como narcotraficante. Pero es otra manera de decir cuidado con la transición, cuidado que no puede ser muy larga, cuidado con la formación del gobierno. Lo que este señor dice también que no solo puede ser políticas de Puerto Príncipe, que hay que tener un abanico más amplio y en eso tiene razón, pero eso de la lucha armada, guerra civil, atentados, creo que eso no va a prosperar. No hay espacio para eso.

P ¿Se extraña de la especie de presencia fantasma de Jean Beltrand Aristide en Haití? ¿Tendrían que tomarse en cuenta en este proceso de transición, considerando que su partido Lavalas tiene mucha influencia en Haití?

R. Es la gran duda saber cuál es el nivel de influencia del partido. Aristide se fue del país por muchos años, pero no es un fantasma, es un fantasma actuante. Tuvo una candidata, sacó lo que sacó de votos. Ella dijo que iba a ganar en la primera vuelta, todos dicen así. Tiene algunos diputados, tiene senadores, pero no es la fuerza que era antes del 2000 y ni en el 2006 cuando apoyó a Preval. Pero es una fuerza política, ¿y en democracia qué hay que hacer? A los partidos políticos que se comporten de manera democrática hay que escucharlos, deben ser oídos. Si no preconizan la violencia, los atentados, deben ser parte de las discusiones democráticas.