Bruno Rosario Candelier: “Ha fracasado la educación dominicana” Bruno Rosario Candelier: “Ha fracasado la educación dominicana”
El director de la Academia Dominicana de la Lengua evalúa la educación, la enseñanza del español y el largo recorrido del Ateneo Insular y el movimiento interiorista
A juicio del director de la Academia Dominicana de la Lengua, Bruno Rosario Candelier, la educación dominicana ha fracasado, no existe la llamada revolución educativa y el sector no tiene dominio de la lengua española, por lo cual no puede enseñarla debidamente a los estudiantes.
El académico y escritor conversó con Diario Libre sobre diversos aspectos del español dominicano actual, de la educación y del 29 aniversario de la fundación de Ateneo Insular y del movimiento interiorista, creado por él.
—¿En qué estado se encuentra el español dominicano?
Como sabes, el español dominicano es una variante de la lengua española en América, con la particularidad de que fue en esta isla donde por primera vez se habló esta lengua y de aquí partió todo.
Por consiguiente, la misma lengua echó raíces en este suelo y eso dejó una huella permanente. ¿Sabes por qué? Porque el español dominicano tiene la particularidad de que es, quizás, en este el país de América donde esta lengua conserva, más que otras variantes, ese rasgo arcaico del español. El primero que lo advirtió fue Pedro Henríquez Ureña en su libro “El español en Santo Domingo” y es fruto de eso; de que aquí comenzó la colonización. Fueron los españoles que nos colonizaron.
Además de ese aspecto, que no es exclusividad dominicana, pues cada país de América le ha inyectado a la lengua parte de la idiosincrasia de sus hablantes, hay una conexión entre la lengua y los hablantes, entre la lengua y la realidad sociocultural. Eso es inevitable. Eso se da en todas partes. Yo entiendo que sí, que hay una inyección de la particularidad del dominicano en la lengua española.
Uno de los rasgos de nuestra lengua es que conserva voces de la lengua aborigen y muchas de esas voces pasaron a la lengua general, como las palabras huracán, canoa, tiburón.
Hay muchas palabras que conocemos por la lengua taína, por la lengua que hablaban los habitantes originarios. Yo mismo uso la palabra changüí, que es como una burla, que tiene un trasfondo burlesco y es una palabra de origen aborigen.
—Pero la lengua ha ido cambiando. Es viva. ¿Cuál es la situación actual?
Un aspecto negativo del español dominicano actual es la alta presencia de términos de la lengua inglesa, y ¿por qué digo que es un aspecto negativo? Pues porque refleja una infravaloración de lo nuestro, una subestimación de nuestra propia lengua.
¿Por qué si tenemos vocablos en nuestra lengua tenemos que usar vocablos de la lengua inglesa? Fíjate que hay muchas tiendas y comercios con nombres en inglés, y también servicios. Eso no tiene razón de ser si tenemos en nuestra lengua vocablos propios. Esa subestimación indica que nuestra identificación con la lengua hay que cuestionarla.
—¿Qué se pudiera hacer ante esta avalancha tan grande de términos tecnológicos que han entrado en nuestra lengua y en otras en los últimos tiempos?
No podemos hacer nada, porque quien inventa la tecnología inventa la palabra. Todos esos nombres que usamos en internet y en electrónica es inevitable usarlos. Ahora, algunos sí podemos usarlos en español. Por ejemplo, la mayoría de la gente dice mándame tu email, porque es una sola palabra. Es más cómodo decir email que correo electrónico, que es lo correcto. Entonces nos inventamos una palabra para decir correo electrónico.
Pero con relación a la mayoría de las voces propias de la tecnología no podemos competir. Tenemos que aceptarlas como son, porque no somos inventores de tecnología. Somos consumidores de tecnología. Eso es parte del dominio que tienen las grandes culturas.
Pero sí, en general pudiéramos decir cómo se corrige esto. Pues se corrige con conciencia de lengua. Y ¿cómo se proyecta la conciencia de lengua? En primer lugar, es el magisterio el sector que está llamado a sembrar la conciencia de la lengua entre los estudiantes. Los comunicadores tienen mucha incidencia en la realidad social a través de los medios, a través de la radio, los periódicos, y por supuesto los políticos y los sacerdotes.
He mencionado cuatro sectores influyentes en la sociedad: profesores, sacerdotes, políticos y comunicadores. Ellos podrían influir para crear conciencia de lengua. Pero, claro, para alguien crear conciencia de lengua tiene el propio hablante que tenerla. Si tú no tienes una inquietud tú no puedes transmitirla. Si no tienes esa vocación por tu idioma, no vas a transmitir una valoración de tu propio idioma. Esa es una lucha. Incluso las academias de la lengua tenemos la tarea de sembrar conciencia de lengua.
—Lo que se percibe es que existe muy poca conciencia de lengua incluso en los sectores mencionados.
La conciencia de lengua es minoritaria entre los hablantes. La mayoría de los hablantes no tiene conciencia de lengua. Digamos que hay tres sectores claves en el ámbito de la lengua: el sector de escasa formación intelectual, que es el sector popular, el sector promedio, que es el más abundante, y el sector culto, que es reducido. Entonces, entre esos tres sectores están todos los hablantes de la lengua, pero la conciencia de lengua es reducida. Incluso entre los intelectuales no en todos hay conciencia de lengua, como no la hay en todos los escritores. Si hubiera conciencia en todos los escritores, cuando el escritor escribe un libro no tendría la necesidad de buscar un corrector de estilo. El escritor que tiene necesidad de buscar un corrector de estilo no domina su lengua y no es por falta de capacidad, sino por falta de interés.
—¿Hay conciencia de lengua en el sector educativo o no hay?
No la hay y yo digo que no la hay por el resultado: una deficiencia en el dominio del vocabulario. Es pobre en cuanto a cantidad de palabras que domina el sector educativo, que es muy reducida. En segundo lugar, el uso de la gramática es un uso con mucha deficiencia y si tiene deficiencia es porque no la conoce y si no la conoce es porque no la ha estudiado. Aun los que la han estudiado para enseñarla no la dominan. Fíjate qué detalle ese. Quien es llamado a enseñar si no sabe no puede enseñar, porque el profesor enseña lo que sabe y si no sabe ¿qué es lo va a enseñar?
Yo lo digo porque recibo constantemente muestras de egresados de universidades... da pena lo que escriben. En doscientas palabras se puede encontrar fácilmente la mitad mal escrita. ¿Y por qué? Bueno, porque no tienen conocimientos. Inclusive ni leer bien saben. Y lo lamentable es que estoy hablando de egresados de letras, egresados con título universitario, que en su mayoría es un título inorgánico porque no tiene fundamento. A mí me da la impresión que hay licenciados que no pasan del nivel del octavo curso de primaria en cuanto a formación. Esa es la percepción que yo tengo. Ha fracasado la educación dominicana. No se está haciendo nada para remediar las deficiencias, que se puede hacer.
—Y entonces, ¿qué ha pasado con la tan mencionada revolución educativa?
Hasta ahora esa revolución educativa fue dirigida hacia la construcción de planteles, que era necesario hacerlos. Pero ya los planteles están hechos. Esa revolución educativa será revolución cuando estructure una metodología de formación para el maestro. Hay que intensificar la formación del maestro en todas las áreas para que haya maestros capacitados, y se podría conseguir si se hace ese plan; un plan que no se puede esperar que dé resultados a los tres o cuatro años.
Es un proyecto para 20 años lo que se puede hacer si se quiere. Se puede hacer una planificación para darle formación al magisterio nacional. Con el actual magisterio no es posible lograr ese cambio.
—Volviendo al tema de la lengua, ¿se pudiera decir que la situación del español dominicano es precaria?
Con relación a la lengua general es precaria. El dominio de la lengua que tiene la mayoría de nuestros hablantes es muy limitado, muy reducido, en todos los aspectos: en el aspecto fonético, en el aspecto lexigráfico, en el aspecto gramatical, pero sobre todo en el uso de las palabras. Hay una pobreza en el léxico muy notable... hay palabras comunes que el hablante no conoce. Por ejemplo, yo recuerdo que leí un pasaje de una de tus novelas y tú hablas del aldabón, pero tú le preguntas a un joven qué significa aldaba y no conoce la palabra. Es decir, palabras que para nosotros son comunes y corrientes para los jóvenes eso no existe. Eso es otro idioma, son palabras sencillas de nuestro idioma... Entre los jóvenes, el vocabulario no pasa de tres mil palabras, frente a cien mil palabras que tiene la lengua española.
—Existen unas jergas, unas formas de comunicación en varios sectores de la sociedad que resultan difíciles de entender. ¿Está la Academia Dominicana de la Lengua estudiando esos fenómenos?
No lo hemos estudiado y tenemos que ponerle atención. Esas manifestaciones peculiares de la lengua han existido siempre en todas las etapas en la historia de la lengua española, tanto en nuestro país como en España y en todos los países hispanohablantes. Es normal que haya jergas, que haya subgrupos, que haya manifestaciones propias de una comunidad, de un sector de clase, especializado, del ambiente juvenil. Los jóvenes siempre han inventado palabras. Ahora mismo si tú te dispones a explorar el vocabulario de los jóvenes, nosotros encontraríamos voces, vocablos que desconocemos. Yo mismo tengo a veces que preguntar. Siempre ha sido así. Pero en ese sentido no hay que preocuparse. ¿Sabes por qué? Porque el sector juvenil, en la medida en que va creciendo y se integra al sector adulto, al sector laboral y a la realidad social deja el lenguaje de la jerga a un lado y asume el lenguaje general y solo unas pocas palabras pasan. No todas las palabras que inventan los diferentes clanes y subsectores pasan al dominio colectivo.
—Sin embargo, muchas de esas palabras se pueden ir reflejando en un texto literario, en un poema, en una novela o un cuento.
Sobre todo los narradores podrían hacer uso de esas palabras y es una forma de vincular el poder de la creación verbal con la realidad social, porque de hecho eso es lo que va a quedar. Lo que escriban los narradores es lo que va a quedar como testimonio para la historia de la palabra. Por ejemplo, la palabra tutumpote era una palabra normal en los siglos XVII, XVII y XIX. Aquí la gente la conoce porque, aunque no se usó mucho, Juan Bosch la actualizó a raíz de su llegada al país en el 1961, cuando hizo campaña política, pero los hablantes dominicanos de esa generación la desconocían. Sin embargo, si lees las novelas de Federico García Godoy encuentras el uso de tutumpote, por ejemplo. La usa en una de sus novelas. Entonces, los escritores son los que fijan para siempre el uso de una palabra. Por esa razón, cuando se hace un diccionario, por ejemplo, si una palabra ha sido usada en un artículo de periódico, en una novela, en un cuento, en un poema o en una obra de teatro, esa palabra, aunque no se use en el momento, debe ir al diccionario, para que un lector curioso, para que un investigador de la lengua pueda identificar el sentido de esa palabra... Eso sería parte de la historia de la lengua española.
—Por otro lado, el Ateneo Insular y del movimiento interiorista, fundados por usted, cumplen 29 años. ¿Cómo evalúa ese largo recorrido y qué se ha logrado?
Creo que el nacimiento y la presencia del interiorismo en las letras dominicanas ya tiene aceptación. Tiene presencia, está dejando sus huellas y es reconocido. En ese recorrido un aspecto clave ha sido el hecho de que el vocablo interiorismo, con la acepción que tiene en literatura creada por nosotros, ha sido reconocido y aceptado en el diccionario de la lengua española. Eso es muy importante.
(En efecto, según la RAE el movimiento literario, fundado en la República Dominicana, “expresa el impacto de lo real en la conciencia, la dimensión metafísica de la experiencia y la belleza sutil con sentido trascendente”).
Pero lo más importante, desde luego, es que hay escritores dominicanos que avalan con su obra y avalan con su creación los postulados del interiorismo. Entre esos postulados, hay que destacar tres aspectos importantes: por el hecho del concepto esencial del interiorismo, postula la interiorización de la conciencia en la percepción de la realidad natural, de la realidad histórica, de la realidad social y de la realidad espiritual. En ese sentido, los escritores interioristas tienen tres opciones para emprender una obra que responda a este movimiento. En primer lugar, plasmar el impacto que lo real produce en su conciencia, porque la realidad influye en nosotros, la realidad natural, la realidad de lo existente, a través de diversas manifestaciones influye en nosotros y todo lo que toca nuestra sensibilidad y termina tocando nuestra conciencia. De hecho, ya Aristóteles decía que nada llega al entendimiento si antes no pasa por los sentidos. En segundo lugar, podemos testimoniar nuestra percepción de la dimensión interior, esencial, profunda y trascendente de la conciencia y eso lo hacemos a través de la intuición. Por la intuición captamos el sentido profundo de todo cuanto existe y esa labor la puede hacer un escritor que le ponga atención a la realidad y trate de captar lo que trasciende de la realidad.
Y en tercer lugar, un escritor interiorista que tenga sensibilidad trascendente puede entrar en sintonía con las manifestaciones suprasensibles, con las irradiaciones cósmicas, con las señales profundas que vienen del pasado y que vienen de un caudal de sabiduría que acumula el universo, para lo cual es necesario entrar en conexión desde nuestra interioridad con las manifestaciones de la trascendencia y eso es posible cuando el escritor entra en comunión con el alma de las cosas, con el alma del mundo, sobre todo cuando se pone en sintonía con las irradiaciones del universo, pero esa tercera parte es más profunda y requiere una mayor conciencia del sujeto creador.
Esas son tres opciones, tres posibilidades para emprender una obra que responda a los postulados del interiorismo, que en esencia busca un mayor desarrollo de la conciencia o una atención a la dimensión espiritual tanto del propio ser como del ser de las cosas.
Podría verse como un aporte del interiorismo a la literatura darle esa dimensión profunda, trascendente, hermosa de índole espiritual, y es lo que queda. Es lo que trasciende con el paso del tiempo.
La valoración final sobre el movimiento la dará la historia. Eso vendrá después, pero hasta ahora yo me siento satisfecho por la aceptación que tiene y por los creadores valiosos que se han incorporado al movimiento.
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