Rosa Mariana Brea: “La clase media es la más afectada por la pandemia“
La sicóloga conversa sobre cómo la coyuntura sanitaria ha impactado a los sanos, a los que están en duelo, a las relaciones familiares y hasta el manejo en las redes sociales
Esta historia es parte del especial “Seis meses en emergencia” de Diario Libre, realizado por Mariela Mejía, Yulissa Álvarez, Inés Aizpún, Karen Veras, Hogla Enecia, Niza Campos y Pablo García.
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Somos una sociedad global en duelo. Un mundo en pausa. Sorteando y sufriendo las consecuencias de una incertidumbre que se ha instalado quién sabe por cuánto tiempo. Hay un duelo por la muerte del ser querido, pero también el que provoca no tener el control de nuestra vida.
Rosa Marianna Brea Franco, una de las especialistas más reconocidas en el manejo del duelo (de los duelos), da algunas pautas.
—Morir solos... ¿es lo peor que nos ha traído el COVID-19?
Es devastador. Pongamos el escenario: una persona entra a la casa y puede que contagie a uno de los familiares. Esa persona que se contagia pudo ser simplemente el más vulnerable. Va complicándose el caso y la persona tiene que ir rápidamente al hospital. No hay una preparación, no hay nada, tú no sabes lo que va a pasar. Muchos parientes no se pueden ni comunicar con el enfermo. Una experiencia tan impactante y dolorosa...
—¿Puede aligerarse de alguna manera ese escenario?
Hemos sugerido a familiares (y funerarias), que deban internar a algún pariente, que hagan un protocolo. ¿Cuál sería? Aparte de poder conectarse vía WhatsApp o videollamada, que no se puede si la persona está entubada, buscar la manera de que tenga algo, cualquier objeto importante para el enfermo, que le sirva de contacto.
Porque hay otro punto muy impactante que los dolientes dicen: “Yo no estoy segura de que esa persona que pusieron en esa bolsa, (si se murieron tres en esa sala), ese sea mi papá”. Eso puede suceder también. Porque el protocolo es colocar el cuerpo en una bolsa cuando alguien fallece del COVID. Entonces de ahí, el protocolo puede ser la incineración o colocarlo en un ataúd y llevarlo al cementerio, pero las personas no lo ven. Es muy difícil, pero dando estas pautas podríamos facilitar un poquito que la persona sienta, y que esté al tanto. Porque hay que pensar en el que está interno, que se quedó solo con muchísimas cosas pendientes que no hizo porque no sabía que le iba a pasar una cosa tan rápida.
—¿Las familias están reaccionando a la muerte de un familiar diferente a si fuera por otra enfermedad? ¿Hay, digamos, un “síndrome del COVID“ que los hace actuar de otra manera?
Muy interesante, claro que sí. Vamos a considerar que el COVID es una muerte súbita, una enfermedad o un duelo traumático si la persona muere. ¿Pero que pasa con el COVID? Con el COVID hay muchas interrogantes, que si la culpa, que si el tratamiento que se le dio, que si yo debí haberme dado cuenta, que si debí haberle dicho a mi esposo o hermano lo que fuese, que debía hacerse otra tomografía, que si yo me hubiese alertado. Incluso para el personal de salud, porque el virus que vino aquí no es el mismo que está en China. Ha ido cambiando. Es muy complejo, el pronóstico es complejo.
—La gente habla del duelo asociado a la muerte, pero la sociedad está pasando otros duelos a la vez. Es como si estuviéramos con la vida en pausa.
Sí, es un duelo colectivo, global, comunitario, individual, familiar. Dentro de todo esto, es un tsunami de pérdidas. Están los duelos tangibles, como la pérdida de seres queridos, pero también de tu entrada económica o de una reducción de tus ingresos. O que tienes que mudarte porque no tienes para pagar la renta de esa vivienda, o devolver un vehículo porque no puedes asumir el cargo económico. Todo eso, hablando también de que los niños van a estar todo el día en la casa, de que debes tener otra dinámica y rutina.
—Esas son las tangibles...
... y están las perdidas intangibles. Esas pérdidas significan una pregunta: ¿Quién soy yo ahora? ¿Quién soy en esta nueva supuesta normalidad, que no es ninguna normalidad? Son pérdidas de conexiones sociales, de eventos.
Lo que ha impactado más es que nosotros tenemos un mundo aparentemente en control que supuestamente fluye. Esa es la idea que nos hemos hecho para vivir: nos decimos que para el verano nos vamos de viaje, que mi hijo se va a hacer una maestría fuera, que vamos a mudarnos de casa, etcétera. Todo se paró de repente: bodas, graduaciones. Como si hubiésemos apagado una lámpara. Todo se acabó sin ninguna preparación. ¿Qué trae eso? Aunque tengamos un control supuesto, entendemos que nuestra vida fluye de una manera horizontal, pero esto ha venido como algo intempestivo que nos ha arropado a todos de repente.
—El confinamiento relativo al que hemos estado sometidos... ¿qué ha creado?
El confinamiento ha afectado en muchísimos niveles a muchas personas. Hay muchos que están sumergidos en un miedo atroz. Y un miedo al miedo. Un miedo que te recuerda al momento de la paranoia. Ha sido muy complejo, para muchos ha sido una situación impuesta muy negativa. Es una situación extraña y difícil. Ha provocado también la situación de rebeldía, donde piensas que “nadie lo puede controlar, salgo cuando quiero y nadie me puede imponer un límite“, pero a nivel emocional ha tenido un alto costo.
—Ha tocado usted el tema de la incertidumbre... ¿Cómo se maneja esta incertidumbre vital?
Cuando empezó, en marzo, muchos pensaban que para verano las cosas iban a estar mejor, y con lo de la famosa vacuna... ya nos hemos dado cuenta de que las cosas se prolongan. Porque uno entendía que esto iba a acabar ya que nunca hubo precedentes ni referencias. Se habla de la pandemia de 1918... pero ese era otro tipo de vida. Se ha comparado con el impacto de la Segunda Guerra Mundial. Porque han pasado muchas tragedias como lo del 11 de septiembre. Pero hasta cierto punto se llegó a un control. Igual que el tsunami en Asia, son cosas horribles que pasaron, pero focalizadas y con un final. Pero no hay un referente con esto.
—¿El que tiene fe tiene ventaja?
Sí, yo diría, que el que tiene un desarrollo espiritual. Porque cabe la pregunta sobre lo positivo que podemos sacar de esto. He recogido siete puntos que recomiendan profesionales de salud mental y que son indispensables, no solo para este momento, pero para ahora más que nunca. Muchos me dicen que no tienen deseos de hacer nada y se sienten culpables, porque no rinden en el trabajo y piensan que los pueden despedir, por ejemplo. Yo les digo que deben calmarse porque es normal tener esos bajones en estos tiempos. Esa tristeza de que el mundo cambió y otra cosa es la idealización de que el mundo va a volver a ser como antes. El mundo no volverá a ser como antes.
—¿Cree que a nivel social se ha disparado la ansiedad?
En esta pandemia hemos visto disparados la ansiedad, el insomnio, la depresión, disturbios somáticos productos del estrés acumulado y también las adicciones. El descontrol con alcohol, con sustancias, hasta con la comida. Las situaciones por conflictos en la familia. Porque otra cosa que ha traído el COVID es que mucha gente nunca se imaginó estar con su pareja 24/7. Esto ha sido muy difícil.
—Vivimos en una incertidumbre que es la realidad que vive una gran parte del país. Porque muchos dominicanos viven esa sensación de incertidumbre todos los días, que ni siquiera saben si van a comer.
Sí, es un punto muy importante. Para un grupo de personas, menos favorecidas de la sociedad, esto no les ha sido tan difícil. Incluso algunos dicen: “A mí no me va a dar nada, yo he pasado de todo”. Viven en la incertidumbre por sus carencias a nivel económico principalmente y muy precarias y difíciles. Cuando vemos esas filas de personas para cobrar sus cinco mil pesos cada quince días... Es muy duro, porque deben salir a trabajar y exponerse.
También tenemos otro estrato que es la clase media, en el sentido de que no tienen los lujos ni la seguridad de la clase alta que, “aunque no esté muy bien la empresa este año“, tiene un colchón muy bueno. Que se van a pasar su confinamiento en su casa muy cómoda o en su casa de la playa o la montaña. Pero los que están en el medio, que es la clase media que debe salir a trabajar y depende de dos empleos, una pareja que se siente muy insegura por lo que pueda venir por los hijos... eso es más complicado. Pero recordemos que los duelos también son muy individuales.
—Esa palabra que estamos aprendiendo a usar: “resiliencia“, ¿es algo que se aprende?, ¿es algo que se pueda entrenar?, ¿o es algo con lo que se nace?
Hay gente que tiene un equipaje emocional y afectivo que es muy favorecedor, porque la resiliencia no es más que la capacidad que tienes para enfrentar los retos de la vida. Hay personas que la van desarrollando día a día. Pero a mí, más que resiliencia, me gusta la expresión “Crecimiento Post Traumático”. Esto que estamos viviendo para mi es una experiencia traumática. Ese término te hace revisar un poquito muchos aspectos de tu vida y su estructura, y lo que se debe valorar. Esa es la parte positiva. Esto nos está enseñando a ser solidarios.
—¿Podemos sacar algo positivo de esta situación?
Yo digo que las tragedias y situaciones difíciles sacan el lado más bonito del ser humano. La sensibilidad, compasión, tolerancia, pero... por otro lado, saca también la parte fea de nosotros, la mezquindad, la envidia, la competencia. Fíjate que en las redes sociales hay una lucha por hacerse sentir, hay personas que están todos los días posteando. Si no ponen algo para que las personas le den like, ya no se sienten visibles.
—¿Cómo afecta la situación del distanciamiento social a las diferentes edades?
Es muy complicado. Los niños, dependen de cómo sus adultos a su alrededor manejen la situación, pero los adultos están asustados también. Porque a muchas de esas familias se les ha ido algún familiar y hay mucha vulnerabilidad. Para los niños, además, todo el cambio que tienen. Estar en un protocolo diferente, que no pueden socializar es muy difícil. Esto ha conllevado a tener mucha creatividad. Ha traído más unión también.
Con los adolescentes es muy difícil. Tengo padres que me dicen que su hijo está ahí, pero es como si no estuviera porque está todo el tiempo en su cuarto conectado. Debe haber un equilibrio, pero debe ser muy duro para ese muchacho. Está la franja de adultos que sigue luchando, pero también hay una franja muy sensible que es la de los adultos mayores. Esto ha sido muy difícil porque algunos están perdiendo facultades, porque no tiene interacción.
—¿Ha ayudado la tecnología?
En el caso de los adultos mayores, tengo personas que hasta de 87 años han aprendido a manejarse con los dispositivos, sea para llamadas, hasta correos o en Facebook y Zoom. Eso quiere decir que ha sido muy favorable.
Hay una frase que quiero decirte que me encantó, no es mía, la leí por ahí, pero dice: “Soy más vulnerable, pero soy más fuerte”. Yo creo que esa es la ilusión del crecimiento post traumático. Sabemos que somos vulnerables, pero hemos crecido y somos más fuertes. Hemos podido integrar todo esto y somos más fuertes.