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Las caras del cansancio pandémico

En la población hay signos de fatiga a casi un año de vivir con el COVID-19

Las caras del cansancio pandémico
Ese cansancio generado por todo lo que envuelve el COVID-19 la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo define como fatiga pandémica.

Desde el Palacio Nacional, el presidente Luis Abinader expresó en este enero: “Sabemos que no es fácil, y quiero decirles que el país está cansado. Están cansadas las Fuerzas Armadas y la Policía, exhaustos después de diez meses de trabajo día a día. Nosotros reconocemos que está cansada la población”.

Ese cansancio generado por todo lo que envuelve el COVID-19 la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo define como fatiga pandémica, que se expresa como una desmotivación para seguir las conductas protectoras recomendadas y buscar información relacionada al virus, afectada por una serie de emociones, experiencias y percepciones.

Pero la OMS dice que ese cansancio es natural en este tipo de crisis. Al principio de la pandemia, la mayoría de la población estaba alerta a su capacidad de respuesta y adaptación. Casi un año después de que el COVID-19 se declarara como pandemia, la gente puede adoptar un estilo diferente para afrontar la situación y el resultado puede ser la fatiga y la desmotivación.

A pesar de que es una reacción natural, la OMS advierte que la fatiga pandémica representa una seria amenaza para los esfuerzos por controlar la propagación del coronavirus. “Hasta que se disponga de una vacuna o tratamientos eficaces disponible, el apoyo público y los comportamientos protectores siguen siendo fundamentales para contener el virus”, indica.

Diario Libre salió a buscar signos de fatiga pandémica. El algunos están latentes, en otros se antepone el servicio.

MARTA GÓMEZ, CONSERJE

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El alcohol se ha convertido en un insumo básico en la vida y el trabajo de Marta Gómez por la pandemia. (DIARIO LIBRE/MASSIEL BECO)

Cuando Marta llega a su hogar, pisa con sus zapatos sobre una superficie con cloro, le rocía alcohol a todo lo que trajo consigo, se desviste, echa la ropa en un cesto aparte y se baña.

En la calle, cuando le pasa el dinero al chofer del carro público, se desinfecta las manos con gel antibacterial; también cuando abre la puerta y se desmonta. En el metro, regularmente cuando sale, se rocía alcohol.

Aunque cuenta su rutina con ojos risueños, de su boca tapada con mascarilla se escucha decir que está cansada.

Me tiene agotada, porque al tener que caminar un poco, de mi casa al metro, llego un poco sofocada. Aparte de que, algo que no es normal, es uno tener (la mascarilla) en la cara. Me ha dado alergia dos veces en la cara; erupciones, bolitas rojas y con ardor.

Física y mentalmente ya uno está cansado de usar las mascarillas y de las medidas de higiene. Aparte de que uno se cansa físicamente, económicamente es un gasto porque tienes que comprar el alcohol, algo que no era usual.

A veces se hace mucho conflicto porque tú te le pegas a otra gente (en el metro) y a esa otra gente no le gusta. La gente está una cansada y otra anda como de mal humor en la calle. Las personas andan muy ajetreadas, porque si vas a hacer una diligencia, tienes que salir temprano por el toque de queda.

Espero que la vacuna funcione y que llegue pronto, para ver si las personas se tranquilizan sicológicamente un poco más.

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LUCÍA DÍAZ, PARIENTE DE TRES INFECTADOS CON COVID-19

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Como esposa, madre y cuñada, Lucía Díaz ha sido impactada por la pandemia. (DIARIO LIBRE/JUAN MIGUEL PEÑA)

Lucía cree que le ha afectado su memoria lo que vivió el año pasado con su cuñado, esposo e hijo enfermos de COVID-19. Diría que hasta sus finanzas, pues solo en los dos últimos se gastaron más de RD$57,000 en medicamentos y cuidados en la casa en la última etapa.

Fue un alivio que los RD$145,000 que hizo la cuenta de la clínica por los ocho días que su esposo (63 años) estuvo interno los cubrió su seguro médico y otro tipo de consideración.

En su cuñado (65 años), que duró 19 días interno, se gastó aproximadamente medio millón de pesos, pero falleció. Con él comenzó la cadena de contagios de los tres.

Yo soy otra. Eso me marcó mucho. Es una película de terror que viví. Me agotó emocionalmente, físicamente y económicamente, sobre todo por la pérdida de mi cuñado y no poderlo ver; mi esposo interno y no poderlo visitar, eso me agotó.

Me siento agradecida de Dios porque estoy viva y ellos están vivos, aunque hubo la pérdida de mi cuñado, pero no deja de estresante un poco el cambio que ha habido en nuestras vidas. Y me da coraje y dolor cuando hay personas que dicen que esto es mentira. Esto hay que vivirlo para tú saber si existe o no, y lo que marca. Uno tiene sus ahorritos para... pero se los llevó el COVID-19.

Cada día que Dios me regala estoy más positiva porque eso fue un trauma que yo viví el año pasado, pero no puedo vivir la vida traumada.

LICINA MEJÍA, GERENTE DE RESTAURANTES

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El restaurante Mesón de Bari es uno de los que Licina Mejía administra. (DIARIO LIBRE/MARVIN DEL CID)

Licina está abrumada. Mientras hay locales que se han cerrado por la crisis, ella gerencia tres restaurantes y una pastelería, negocios que trata de llevar a flote entre los compromisos financieros, el horario del toque de queda y las medidas sanitarias impuestas por las autoridades.

La nómina a enero de todos los locales iba por unos 115 empleados, menos que antes de la pandemia, y quizás siga bajando.

La clientela presencial ha disminuido. El servicio a domicilio no es suficiente para compensar las ventas y los gastos operativos, ya que conlleva costos de empacado y pagos a las empresas de delivery.

A esta altura de la pandemia el agotamiento es bastante visible, sobre todo en la parte económica, aparte de la física, emocional y mental de todo el equipo que trabaja.

Quizás las medidas económicas no han sido las más acertadas. Los restaurantes tenemos grandes presiones y, como somos comercio de flujo de caja, ha sido muy cuesta arriba mantenernos en esta situación. Tenemos unas limitaciones de horario que, para las condiciones de trabajo, son muy cuesta arriba.

Se toman medidas para mantenernos a salvo, en salud, pero no se toman medidas para las cosas que están ahí siempre presentes y latentes, entonces tenemos que enfrentarnos a eso, lo cual ayuda bastante a que el estrés se aumente y se nos dificulten todas las demás tareas.

La expectativa general es con una vacuna. Que cada individuo entienda en la situación en que estamos y que, de manera personal y particular, la asuma, y cumpla con los protocolos que se necesitan para mantenernos sanos.

A la altura que estamos no podemos seguir cerrados; tenemos que tratar de encontrar un equilibrio. Lamentablemente vivimos en un mundo económico.

DARMA FLORIÁN, ENFERMERA DE ÁREA COVID-19

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Darma Florián en el pasillo de un pabellón para pacientes con COVID-19 del Hospital General de la Plaza de la Salud. (DIARIO LIBRE/JUAN MIGUEL PEÑA)

De todos los pacientes con COVID-19 que ha atendido en los últimos 11 meses, Darma se recuerda de una señora de 95 años que se recuperó tras 10 días interna. También, del familiar de un médico que falleció cuando le iban a dar el alta.

Pero su peor experiencia fue con su propio hermano, a quien ella atendió cuando estuvo cinco días en cuidados intensivos más otros tres en una habitación regular.

Sus tres hijos y esposo están conscientes de que ella se pasa los días entre infectados con el virus. Cuando llega a su casa, ya le tienen los insumos para su rutina de higienización.

Ahora, como entró enero y nos están dando la noticia de que van a abrir otra área covid en el hospital, yo dije: wao, otra vez la misma cosa, porque estábamos más tranquilos. Pero ahora volvimos de nuevo a como empezamos.

Me siento de verdad cansada, pero a la vez digo: bueno, vamos a seguir trabajando. Hay un nivel de cansancio y de estrés, pero como he estado dirigiendo a las demás muchachas (enfermeras), trato de darles ánimo.

El cansancio es más emocional, porque en la mente uno dice: ¿cuándo vamos a terminar?, ¿cuándo va a parar esto? Pero yo confío en Dios y digo: algún día esto va a parar, y esa parte es la que tenemos que fortalecer, tenemos que ser fuertes.

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RITA ROJAS, INFECTÓLOGA

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La coordinación del servicio de infectología del Hospital General de la Plaza de la Salud está a cargo de la médico Rita Rojas. Ella también preside la Sociedad Dominicana de Infectología. (DIARIO LIBRE/JUAN MIGUEL PEÑA)

La doctora Rita está atendiendo personas con COVID-19 desde febrero del año pasado, antes de que se oficializara en marzo el primer caso en el país en 2020. Le ha tocado presenciar la última conversación entre un papá y un hijo. También, el momento cuando se intuba a un paciente y este pregunta: ¿voy a vivir?, ¿verdad?; pero no se puede cumplir con eso.

Ha hecho funciones más allá de ser doctora, como convencer a un anciano de que tiene que comer o hacerle llegar una carta a un paciente, escrita por sus parientes. Pero no es el trabajo con los enfermos lo que la tiene agotada, sino lo que pasa afuera del hospital.

Cuando uno ve los videos, de que no existe ningún tipo de distanciamiento ni de cuidado con la mascarilla, eso claro que le da duro a uno, porque uno entiende que el trabajo que uno está haciendo tal vez no ha sido suficientemente bueno para que la gente entienda que es verdad, que esto es una cosa real y que afecta y cambia las vidas.

Todos han creído que pueden hacer medicina de una búsqueda de Google y no es así. La automedicación es una cosa muy fuerte y cada vez son más los pacientes que nosotros recibimos, automedicándose en etapas muy avanzadas. Hacerle entender a la gente que no es así ha sido un poco agotador.

El que está trabajando como nosotros y dice que no le ha afectado, pienso que es mentira. Claro que se ha afectado la calidad del sueño, de la alimentación, hasta de los momentos que uno utiliza para hacer sus necesidades, porque después que uno está cambiado no puede quitarse una ropa de seguridad para ir al baño.

Tengo mucha esperanza de que las vacunas lleguen a nuestro país, la vacuna que sea, pero que llegue, y que los dominicanos accedan a recibirla, los médicos principalmente. Si el 80 por ciento de la población recibe la vacuna, vamos a poder hablar de que se va a detener el contagio.

FIOR D’ALIZA PERALTA, TÉCNICA DE TOMA DE MUESTRAS

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Fior D’Aliza se protege lo más que puede para no infectarse tomando muestras para hacer pruebas PCR. (DIARIO LIBRE/JUAN MIGUEL PEÑA)

Fior D’Aliza es ágil. Sienta al paciente, le baja la mascarilla hasta dejarle la nariz descubierta y le introduce un fino hisopo que genera un incómodo picor en el receptor que puede reflejarse en una lágrima. Desde que comenzó la pandemia, ella repite esto una y otra vez. En un día su equipo ha tomado hasta 700 muestras y más para hacer pruebas PCR.

Vestida con un enterizo protector, gorro y guantes, procura cuidarse para no contagiarse en el trabajo que hace con el personal del Ministerio de Salud Pública que desarrolla operativos para detectar casos de coronavirus. Ella misma se ha hecho seis pruebas para verificar su salud, todas con resultado negativo.

Yo estaba asustadísima (cuando comenzó a tomar muestras). Es muy agotador, pero estamos con Dios, porque lo importante es ayudar a las personas, porque si nosotros no ayudamos a las personas, no es nada. Tomo vitaminas, hago té para mí y para mi familia, todo lo necesario.

Hay muchas personas que no quieren asumir que esto es una realidad. Espero que en este año las medidas que se tomen sean realizadas, que lleguen las vacunas, que las personas se vacunen, porque hay muchas personas que dicen que no se van a vacunar. Tienen que vacunarse, porque si no se vacunan no estamos en nada.

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MARÍA TAVÁREZ, COORDINADORA DE OPERATIVOS COVID-19

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María Tavárez está en contacto directo con la gente que busca hacerse una prueba para verificar si está contagiad de covid-19. (DIARIO LIBRE/JUAN MIGUEL PEÑA)

Como directora del área VI de Salud Pública, María gerencia operativos de pruebas PCR durante la actual pandemia.

Está en contacto varios días a la semana con personas que procuran verificar si tienen COVID-19.

No puedo decir que tengo un cansancio físico, pero sí es un cansancio emocional y hasta espiritual. Y ese cansancio se refleja en el trabajo que uno va haciendo día a día.

Como producto de este accionar que uno va haciendo día a día, uno tiene temores de poder infectarse, de poder llevar el virus a la casa. Yo tengo una madre de 76 años, diabética, que vive muy cerca de mí, entonces todo eso te crea dudas de si realmente tú puedes llevar este virus a tus familiares.

Mi esperanza es que las personas tomemos conciencia, que mantengamos el distanciamiento social, que usemos la mascarilla, que nos lavemos las manos y que tengamos la prudencia de saber que tenemos que quedarnos en casa, que no podemos bajar la guardia.

SEGUNTO TENIENTE JOSÉ MIGUEL ORSINI, POLICÍA

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José Miguel Orsini en el retén vial donde supervisa el tránsito en horario de toque de queda. (DIARIO LIBRE/RICARDO HERNÁNDEZ)

Desde abril del año pasado, el segundo teniente Orsini trabaja en horario de toque de queda. Sosteniendo una linterna, le hace señas de alerta a los conductores para que se detengan en el retén de la avenida 27 de Febrero esquina Abraham Lincoln. Les pide el permiso que les avale el poder transitar durante el horario en el que está prohibido el libre tránsito.

A la fecha, Orsini hace esta supervisión desde las 8 de la noche hasta las 2 de la madrugada. Es una labor que suma a sus 13 años como policía.

Al preguntarle si tiene algún signo de agotamiento por la pandemia, responde como un policía, con esa actitud de presteza al servicio antes que su interés personal.

Me protejo lavándome las manos periódicamente. Uso alcohol y la mascarilla, y sigo el distanciamiento en las aglomeraciones de personas. Hasta el momento no me ha dado COVID-19.

Como miembro de la Policía Nacional estoy capacitado para trabajar de día y de noche. Es la función que tenemos y, hasta el momento, me siento bien, no presento ningún agotamiento físico. Me siento orgulloso en estos momentos de estar en este lugar protegiendo y salvaguardando la vida de los ciudadanos.

Que Dios obre, ya sea en las fuentes científicas, para que a través de ellas nos den una vacuna. Y también que los ciudadanos tomen en cuenta el distanciamiento social y quedarse en casa.

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ELVIN VILORIA, PROFESOR

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Desde un escritorio ubicado en el Salón de Actos de la escuela, Elvin Viloria imparte clases virtuales de Educación Física a sus alumnos. (DIARIO LIBRE/JUAN MIGUEL PEÑA)

Elvin se sienta en un escritorio como si fuera a dar clases, pero no hay alumnos y tampoco él está en un aula. Desde el Salón de Actos de la escuela República de Costa Rica se conecta con sus estudiantes de forma virtual, a veces por Zoom o por otra plataforma, y por WhatsApp.

Ahora que imparte docencia a distancia debido a la pandemia, debe dedicar más horas a la planificación y a estar en constante conexión con sus estudiantes.

Conlleva un gran reto, ya que nosotros nunca nos habíamos enfrentando a esta situación que estamos viviendo. Adaptarnos a la virtualidad conllevó un gran sacrificio para poder interactuar con nuestros estudiantes.

Muchos de los maestros no teníamos las herramientas tecnológicas para poder impartir clases de forma virtual, pero muy pronto buscamos la forma. Tuvimos talleres de capacitación para entender mejor las plataformas educativas. Muchos estudiantes a veces tienen problemas de conectividad y poder llegar a ellos ha sido un gran esfuerzo.

Hay más tiempo de planificación, en mi casa tengo que preparar guías, prácticas por diferentes plataformas para que los muchachos estén motivados. Preparar las clases ahora de forma digital conlleva más sacrificio, pero vale la pena.

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TEMAS -

Editora de Economía y docente de periodismo. Se ha especializado en periodismo de investigación, multimedia y de datos.