Manuel Campo Vidal: “El debate electoral es un derecho ciudadano, pero creo que no debe ser obligatorio por ley”
Periodista de referencia para la democracia en España. Autor, profesor y observador privilegiado de las sociedad española y de las latinoamericanas en las últimas décadas
Por muchos años Manuel Campo Vidal ha sido el rostro de la infomación en la televisión española. El primero en conducir debates políticos cuando la democracia española se iba asentando. Esos debates que él veia en sus años de estudiante en París y que aspiraba a llevar a España a su regreso,
Visitó Santo Domingo en esta ocasión (sus viajes por América Latina son frecuentes) invitado por la oficina del Defensor del Pueblo para la inauguración de la Cátedra de Derecho Ciudadano instaurada en honor de don Adriano Miguel Tejada, pasado director de este periódico.
Ahora, desde la presidencia de Next International Business School y otras plataformas ve la profesión desde otro ángulo, desde la academia y la asesoría manteniendo la misma pasión por la información atento a su repercusión en la sociedad.
—Dos de sus obras tienen títulos intrigantes: ¿Por qué los españoles comunicamos tan mal? y ¿Por qué los profesionales no lo hacemos mejor?
En general el mundo latino no le da a la comunicación oral la importancia que tiene en el mundo anglosajón. Podemos tener ingenieros espectaculares o médicos que dirigen hospitales de referencia en todo el mundo y sin embargo cuando van a congresos internacionales su calidad, su excelencia científica o tecnológica, no está a la altura de su excelencia comunicativa. Y ahí perdemos.
En ese sentido defiendo que deberíamos tomarnos más en serio la cuestión de la comunicación. Hay grandes comunicadores pero no es la media y hay una raíz histórica: de niños no salíamos a la pizarra a hablar, no había exámenes orales cuando los americanos sí lo hacían. La realidad es la percepción de la realidad y si decimos “qué bien va mi empresa” pero no lo puedo contar bien... la percepción es lo que has contado. Por esa razón elevar el nivel de comunicación de los españoles y en general del mundo latino es una reivindicación justa para que se corresponda el trabajo realizado y obtenga el reconocimiento general.
—Usted ha dirigido algunos de los debates electorales más importantes de España desde 1993. ¿Qué valor tienen para el ciudadano?
El debate es un derecho de los ciudadanos porque aunque se genere allí una crisis dialéctica, el ciudadano tiene derecho a probar quién se defiende en una crisis dialéctica . Si no lo resuelve ahí... cuando llegue a un despacho a resolver una crisis, digamos como la de Afganistán, quizá tampoco pueda. El debate es un derecho ciudadano que estimula la participación. El primero, en 1993, fue visto por diez millones de personas y el siguiente todavía por más. Se pararon quince años por Aznar y cuando los recuperamos, el Zapatero-Rajoy tuvo 13 millones de espectadores. La gente los quiere.
Alan Shroeder, un profesor de la facultad de periofismo de la Northeastern University, en Boston, es un gran analista de debates y suele decir que “Os equivocáis cuando decís que un debate es un combate dialéctico. Es una selección de personal”. La gente, frente al televisor, elige con la moneda de su voto a quién contrata como director general de su país. Estoy totoalmente de acuerdo con esa descripción.
—¿La imagen lo define, es lo más importante del debate?
Las dos cosas. Lo importante en un debate es generar confianza y la confianza se genera en todo. Es verdad que los cuatro debates Nixon-Kennedy dieron como resultado en la encuesta que el que lo vio por televisión dijo “ha ganado Kennedy” y el que lo escuchó por la radio dijo “ha ganado Nixon”. Y ahí se pararon los debates 16 años en Estados Unidos porque los partidos entendieron que había elementos que no controlaban. ¿Qué no controlaban? La comunicación no verbal: uno apareció como un galán escapado de Hollywood y el otro era un abogado de pleitos con mala leche, me excusa la expresión, y del que hasta sus asesores dijeron que se había dado un golpe en la rodilla al bajar del coche para explicar su incomodidad. Había un elemento nuevo y ahí nacen los libros de Flora Davis, los libros de El lenguaje silente. Las universidades comienzan a estudiar la comunicación no verbal. La imagen también es importante porque muchas veces la televisión se ve pero no se oye. Según estás viendo, te haces una imagen de lo que pasa ahí. Me consta que los candidatos se preparan mucho y se juegan mucho.
—¿Cambia el voto?
Puede cambiarlo.
—¿Deben ser obligatorios?
Creo que deberían ser obligatorios aunque también creo que no es necesario que los imponga la ley. Debería la ciudadanía hacer pagar al que no lo hace. El que va delante en las encuestas, el candidato que lleva 20 puntos de ventaja, se pregunta cuánto le cuesta no hacer el debate. ¿Tres puntos? No lo hace. Fui estudiante en París y estaba fascinado con los debates, los buscaba.
—¿Fué difícil introducirlos en la cultura democrática de España?
¿Por qué pudimos hacerlo en 1993? Porque Felipe González no estaba seguro de que fuera a ganar y en ese momento se decidió. Y ganó por 300,000 votos a José María Aznar. Si Felipe González hubiera tenido la seguridad de ganar no hubiera accedido a debatir. Y por eso no debatía en las elecciones anteriores. Eso ocurre aquí, en España y en casi todo el mundo. El político que se cree con ventaja suficiente no quiere debatir.