Las microhidroeléctricas comunitarias, ejemplo de sostenibilidad
En términos de distribución, el 97.5% del agua del planeta está contenida en los océanos
H2O, dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno que se combinan para formar una molécula con características únicas, que contribuyen a moldear la superficie de nuestro planeta y, sobre todo, permiten la vida, así como la conocemos, en todas sus formas y diversidad.
La Tierra, con sus 4,500 millones de años, es el único planeta conocido que presenta agua líquida en su superficie. Según los estudios más recientes al respecto, el agua estuvo presente desde las primeras etapas de formación de la Tierra, procedente con mucha probabilidad de un meteorito que impactó con ella.
A partir de estos estadios iniciales, el agua se ha progresivamente integrado en las dinámicas terrestres, condicionando la evolución del planeta y, sobre todo, creando las condiciones para la aparición de las primeras formas de vida y su desarrollo evolutivo.
En términos de distribución, el 97.5% del agua del planeta está contenida en los océanos. Del 2.5% restante, constituido por agua dulce, la mayor parte está almacenada en los glaciares, mientras que las aguas superficiales y el agua contenida en la atmósfera corresponden a tan solo el 0.4%. Para entender bien el significado de estas cifras, es suficiente pensar en que, si colocásemos toda el agua de la Tierra en una cubeta de cinco galones, el agua potable coincidiría con una pequeña cucharita de café.
Tomando en cuenta que del agua dependen, de manera directa e indirecta, todas las actividades y aspectos de nuestra vida, doméstica como productiva, estas consideraciones nos llevan a concluir que esta es un recurso clave y que de su manejo depende el mantenimiento de la estabilidad social y política a diferentes escalas.
En efecto, el establecimiento de un modelo económico fundamentado en el consumismo ha venido produciendo repercusiones negativas también en los recursos hídricos, que, a nivel mundial, han sido afectados por contaminación creciente. A la vez, el calentamiento global, por efecto del cual la temperatura del planeta se ha incrementado de más de 1.1ºC desde la época preindustrial, está determinando el derretimiento de los glaciares, continentales y polares, y, por ende, la pérdida de la reserva más grande de agua dulce del planeta.
Otro factor crítico es que el cambio climático asociado al calentamiento global está produciendo modificaciones significativas en los patrones de lluvia a escala planetaria, causando que en algunas regiones, que incluyen El Caribe, se hayan venido reduciendo de manera significativa las precipitaciones.
En la República Dominicana, estudios recientes han evidenciado que en un período de poco más de 70 años, en las áreas del país típicamente más secas, por estar ubicadas sotavento a las principales cadenas de montañas, hubo reducciones significativas de los acumulados anuales de lluvia. Otras áreas, típicamente expuestas a los vientos húmedos, porque ubicadas barlovento a las principales cadenas de montañas, han experimentado un incremento de las precipitaciones anuales. En todo el país, se ha venido observando un cambio de los regímenes de lluvia, lo que implica una mayor exposición tanto a eventos de precipitación intensa y abundante como a episodios frecuentes de sequía.
El significado de esto queda ejemplificado en el evento ocurrido en Montecristi a finales de 2012, cuando en 24 horas cayeron más de 500 mm de lluvia, correspondientes a más del 80% de las precipitaciones que en promedio caen en un año, lo que produjo daños significativos a las infraestructuras de la zona y a las actividades productivas. En ese mismo año, Montecristi recibió también daños ingentes asociados a la sequía prolongada, con consecuencias significativas sobre todo para el sector ganadero. El caso de Montecristi constituye un ejemplo de lo que hay que esperar a escala local por efecto del calentamiento global y el cambio climático.
La realidad descrita pone de manifiesto la necesidad de desarrollar políticas territoriales orientadas a la preservación de los ecosistemas que garantizan la producción de agua y, a la vez, al manejo sostenible del recurso.
En este sentido, un aspecto clave es intervenir con un enfoque integral a nivel de cuenca, unidad física de la cual se desprenden numerosos servicios ecosistémicos para los grupos humanos que viven en ella. En la República Dominicana, donde el marco normativo prevé la constitución de consejos y comités de cuenca, se hace necesario fortalecer los esfuerzos para que estos se conviertan en un instrumento real de manejo del territorio.
Punto de partida fundamental para el éxito de las intervenciones y el establecimiento de un modelo sostenible de gestión de los recursos territoriales, con especial enfoque en el agua, es el empoderamiento de los grupos locales, a través del fomento de medios de vida sostenible.
Un ejemplo de este modelo, para el cual la República Dominicana se ha vuelto referente a nivel internacional, es constituido por las microhidroeléctricas comunitarias, intervenciones integrales que, a partir de la respuesta a una necesidad concreta de los grupos locales, que requieren encontrar una solución para su acceso al servicio de la electricidad, se convierten en un motor de desarrollo sostenible. Basado en el empoderamiento de los grupos comunitarios beneficiarios, el proceso de construcción y puesta en funcionamiento de una microhidroeléctrica, acompañado por el Programa de Pequeños Subsidios del Fondo para el Medio Ambiente Mundial y Guakía Ambiente, en coordinación con numerosas otras entidades, conlleva que la población local adquiera la consciencia de la necesidad de proteger las cuencas hidrográficas de las cuales depende la generación de electricidad. De esta manera, asume el compromiso de conservar los recursos forestales presentes en ellas, convirtiéndose en veedora de los ecosistemas existentes y contribuyendo a preservar y/o mejorar los servicios ecosistémicos y garantizar la seguridad hídrica a diferentes escalas.
Actualmente, más de 50 microhidroeléctricas comunitarias están funcionando en la República Dominicana, que, con una potencia instalada que supera los 1.4 MW, proveen el servicio de electricidad a más de 4,500 hogares y 22,000 personas, garantizando la preservación de más de 7,000 hectáreas de tierra en cuencas prioritarias del país.
Las labores llevadas a cabo han permitido la reducción de la degradación de tierra en numerosos acuíferos, contribuyendo a mejorar los caudales de las fuentes de agua superficiales en diferentes zonas del país.
Esto ha permitido, en cierta medida, paliar los efectos de la sequía extrema que, desde el 2015, debido principalmente a la incidencia de El Niño, ha venido afectando, con episodios más o menos prolongados e intermitentes, a la República Dominicana y, en general, la región del Caribe.