La odisea de Juana, Pepe y Lupita
Han pasado 48 horas desde que los tres queridos manatíes del Acuario Nacional llegaron a Bayahíbe en el este del país. Muchas emociones se vivieron la madrugada del domingo 13 de diciembre, con la operación “Regreso a Casa”, a cargo del Ministerio de Medio Ambiente, el Acuario Nacional y FUNDEMAR en Bayahíbe.
Bajo un estricto protocolo, se inició con el vaciado del estanque, que hasta ese momento era el hogar de los tres manatíes en cautiverio, los cuales fueron rescatados siendo muy jóvenes en diferentes circunstancias.
Juana, Pepe y Lupita inician su camino a la libertad
Las luces alumbraban el estanque, mientras era retirado el techo lentamente. Se ensayaba el proceso entre todo el equipo involucrado, una y otra vez, cuidando hasta el más mínimo detalle. Es la primera vez que en República Dominicana se intenta la reinserción a la vida silvestre de un manatí, que sean tres al mismo implicaba riesgos incalculables pero necesarios.
Luego de meses de preparación, un equipo multidisciplinario decidió que era ya oportuno el viaje a su nueva casa, en una liberación blanda para los tres animales.
Operación “De Regreso a Casa”
Todo inició a tiempo, a la una de la madrugada se abría la llave que vació el estanque de exhibición. Luego de quedar varados los tres animales al fondo del estanque, se daba inicio a la retirada de los mamíferos marinos, ante una gran expectativa de los participantes. En la operación participaba un equipo multidisciplinario compuesto por 9 veterinarios, 3 biólogos y varios técnicos cuidadores.
La atmósfera se llenaba de adrenalina y nerviosismo, mientras Lupita era la primera en ser sacada con una grúa en una especie de arnés hecho a la medida.
Un camión la esperaba mientras lentamente era colocada sobre una colchoneta y era asegurada para el viaje de Santo Domingo a Bayahíbe. El primer animal estaba asegurado en su transporte, mientras era monitoreado por un equipo asignado para la operación.
El segundo en ser sacado era Pepe. Mientras era preparado, Juanita buscaba su rostro desesperadamente, parecía suplicar que no se lo llevaran. Mientras lo movían lentamente hacia el arnés, Juana se arrastraba hasta lograr tocarlo nuevamente con su rostro.
En lo más alto Pepe entró en estrés y se sacudía fuertemente en un intento de liberarse, mientras los testigos gritaban del miedo y el operador de la grúa aceleraba el paso para evitar que el animal cayera al vacío. El veterinario en jefe del proyecto Francisco de la Rosa bajaba del estanque a toda la velocidad, mientras se veía al viceministro de Costeros y Marinos, José Ramón Reyes, tratar de recibir a Pepe con sus propias manos. Fueron pocos segundos de tensión y pánico que terminaron rápidamente, mientras Pepe era colocado sobre el camión y asegurado rápidamente. Pepe se encontraba sano y salvo, gracias a la rápida respuesta del personal a cargo.
Con la tensión a flor de piel llegaba el turno de Juana, la más grande y pesada de los tres. Tuvieron que redoblar la seguridad y amarrarla con tal firmeza que apenas se notaban movimientos de la manatí.
Luego de colocarla y verificar la estabilidad física de los tres animales, los tres camiones salían del recinto a las 3:45 a.m. Apenas arracaban sobre la avenida España, cuando Juana se sacudía levantando su gran cola, poniendo en riesgo la integridad de sus acompañantes. La caravana de decenas de vehículos se detenía para revisar a Juanita, que fue calmada y asegurada de nuevo.
Fueron tres horas de carretera, donde la constelación de Orión se engalanaba en un cielo completamente despejado, mientras una lluvia de estrellas, las Gemínidas, parecían abrir el camino a nuestros tres manatíes, una y otra vez dibujando rayas en el firmamento.
Pepe se había estresado en un par de ocasiones, pero la mano de su cuidadora lo acariciaba lentamente y cubría sus ojos con una toalla, logrando calmar al animal. Habiendo salido de la carretera, por un camino de tierra que lleva a la bahía artificial destinada para ellos, Pepe parecía desvanecerse lentamente. No respondía al estímulo de la cuidadora. Tocó sus ojos y no reaccionaba. Nos vimos ambos fijamente pensando lo peor, solo faltaban pocos metros para llegar a la playa. Mientras buscaban su pulso, de pronto abrió sus fosas nasales y trató de levantarse, estaba bien y nosotros también.
La larga caravana se organizaba en la bahía, mientras los camiones y la grúa se colocaban en posición. Jose Ramón Reyes, viceministro de Costeros y Marinos del Ministerio de Medio Ambiente a cargo del proyecto, observaba lentamente cada movimiento. “Todavía no me he recuperado del susto de Pepe... ha sido una odisea esto, una odisea”, expresó mientras ya se dibujaba una sonrisa en su rostro.
Pepe dejó de comer y veterinarios tomaron una decisión
Juana fue la primera en ser llevada al agua. Apenas sintió que se sumergía se sacudía fuertemente para liberarse del arnés. Pude observarla debajo del agua por unos segundos mientras nadaba de nuevo en su hábitat, luego de ocho años de cautiverio. Juanita fue rescatada en Bayahíbe cuando era muy pequeña, luego que sufriera varias puñaladas por un pescador no identificado. Su pronóstico de supervivencia era mínimo, pero logró recuperarse y ha vuelto triunfante con los suyos, gracias a sus cuidadores.
El segundo fue Pepe, y para variar no lo haría fácil, se sacudía fuertemente mientras trataban de asegurarlo con la grúa, era muy peligroso para él y el equipo. Decidieron meter el camión al agua, y Pepe prácticamente se dejó caer, mientras todos los presentes aplaudían.
Lupita, la más pequeña, fue la última en entrar al agua. Suavemente dejaba atrás sus ataduras, y en pocos minutos los tres animales permanecían juntos a un lado en la bahía de 100 x 100 metros, con no más de 2 metros de profundidad.
Rita Sellares de FUNDEMAR, quién junto a su equipo se encargaran en gran medida de los animales a partir de ahora, lloraba de la emoción de ver por fin a los tres animales sanos y seguros, mientras la bandera de la República Dominicana era izada por la grúa en señal de victoria.
Una cinta de color en sus colas ayuda a distinguir a los animales en la distancia y desde el aire. Juana el naranja, Lupita el azul y Pepe el blanco.
Las primeras 48 horas
Las primeras críticas 48 horas han pasado y todo sigue como lo planeado. Las primeras horas los animales se quedaban muy cerca uno del otro, en un extremo de la bahía, parecía que no habían asimilado el cambio, por la costumbre de tantos años al encierro.
Ya por la tarde se les veía explorando el lugar, mientras Lupita examinaba la cerca sumergida, que los separa de aguas abiertas. Se les vio en la pradera natural, al parecer mordisqueando su futura comida y bebiendo agua de un manantial natural que emerge del fondo.
Por ahora recibirán alimentos terrestres para evitar lo más posible la pérdida de peso, mientras se sigue sustituyendo poco a poco por pastos marinos que se colocan en el fondo de la bahía.
Un momento de tensión se vivió cuando se reportó la presencia de tres manatíes fuera de la bahía, tomando a todos por sorpresa. Luego de verificar que los tres animales estaban a salvo, se dieron cuenta que era la famosa Remi, con dos acompañantes y todo volvió a la normalidad.
En el lugar hay personal 24/7 monitoreando el progreso de los animales, tanto del Acuario Nacional como de FUNDEMAR.
Para la República Dominicana, el simple hecho de que los animales llegaran sanos y a salvo a Bayahíbe es un hito en la conservación de esta especie. Orlando Jorge Mera, ministro de Medio Ambiente, resaltó que introducir estos mamíferos acuáticos en Bayahíbe es un hecho histórico porque es la primera vez que las autoridades medioambientales del país asumen una decisión de esta envergadura que procura la preservación de los manatíes antillanos (Trichechus manatus), especie antillano que se encuentran en peligro crítico de extinción.
Este proceso de adaptación durará unos meses, para luego ser dejados en libertad cuando sea seguro para los tres animales. Cada uno contará con un GPS, para monitorear sus movimientos, hasta que sean dejados totalmente en libertad en su nueva casa y continúen esta odisea por su propia cuenta y que logren aportar nuevos individuos a la especie, porque ese es el verdadero sentido de la conservación.