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¿"MANSA ANARQUÍA" COLONIAL?

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¿MANSA ANARQUÍA COLONIAL?
La Ciudad Colonial, para su desarrollo, requiere del esfuerzo de entidades públicas y privadas.
Nuestro ínclito Cardenal truena con frecuencia. Con sus denuncias sin ambages, el prelado "le pone el cascabel al gato" a situaciones de preocupación publica. En el caso de la Ciudad Colonial, su exasperación estalló recientemente en un raro artículo de prensa. Pero habrá que ver si esa denuncia se trueca en la solución ecuménica que requieren las circunstancias.

El Cardenal está pasando en esto de la denuncia a los hechos. El Patronato de la Ciudad Colonial, una entidad que él preside con absoluta discrecionalidad aunque por ley este subordinada al Ministerio de Cultura, ha comenzado una serie de encuentros a fin de movilizar a los actores y recoger sus propuestas.

En el primer encuentro, el Cardenal habló de la "mansa anarquía" que predomina en esa zona y que requiere de una respuesta responsable. La promesa es que los encuentros deriven en una intervención bien orquestada que corrija los múltiples males.

Dicen, sin embargo, que "de buenas intenciones está hecho el camino del infierno". El aforismo viene al caso precisamente porque hace décadas que se ha querido arrancar con un proyecto de intervención y no se ha podido. El primer gran esfuerzo lo representó el natimuerto Plan Cuna de América del 1981.

Ahora no vale la pena buscar culpables. Lo que hay que hacer es aprovechar la oportunidad que brinda el ímpetu cardenalicio para establecer un firme curso de acción y arrancar con la tarea. Pero los suaves taninos de una gestión bienhechora no serán posibles a menos que se embriden las voluntades de los varios actores que, a la fecha, se encuentran atomizados por terquedad o desidia.

El Cardenal es uno de los actores principales. Su figura pública y su poder político le otorgan un rol esencial en cualquier acuerdo de transacción. Pero ahí están también el Ayuntamiento del Distrito Nacional y el Ministerio de Cultura. Si estos tres entes hubiesen conciliado sus posiciones se estaría ejecutando el famoso Plan Lombardi, una planificación que tiene cuatro años esperando redención.

En el primer foro del Patronato se externó una propuesta que contiene el germen de la solución. Un conocido arquitecto propuso que la Ciudad Colonial se transformara en un distrito municipal, a fin de enfrentar los desafíos con este nuevo estatus. Pero esa propuesta no cambia el status quo porque el alcalde del nuevo distrito y todos sus funcionarios serían nombrados por la Sala Capitular del ADN.

Lo que hay que hacer es crear, mediante una nueva legislación, un municipio especial. La sensible naturaleza de la Ciudad Colonial, declarada por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, amerita que en la conformación de ese municipio se deroguen las disposiciones que tengan que ser derogadas. Su configuración debe, por lo menos, modificar la Ley 176-07 sobre el Distrito Nacional y los municipios.

En este nuevo "municipio histórico" se elegiría un síndico con los procedimientos ya establecidos para los demás. Pero el protagonismo principal recaería en un Sala Capitular de limitadas dimensiones y de composición preestablecida. Esa instancia tendría solo 9 miembros y su presidencia se rotaría cada seis meses entre los miembros.

Reconociendo el carácter de patrimonio nacional del área, el Poder Ejecutivo tendría tres de los 9 regidores. Estos serían los Ministros de Turismo, Cultura y Economía, a menos que el Presidente de la República decida lo contrario. Otros 3 regidores serían elegidos por los procedimientos establecidos para otros municipios. Y los otros tres serían expertos de reconocida trayectoria que garantizarían el respeto por la integridad monumental y arquitectónica del área.

El Cardenal tendría, en la escogencia de los expertos, un rol de "asesor" de la Sala Capitular. Los candidatos serían escogidos por las juntas de vecinos de la zona, pero el Cardenal deberá refrendar la selección. Es deseable que el Cardenal de turno conserve un rol importante en la vida del nuevo municipio, dado su interés permanente en la preservación de los monumentos históricos y su residencia en la zona.

La bondad de esta propuesta de solución es que todos los actores resultan perdedores. Con la desaparición del Patronato que este esquema implicaría, el Cardenal abdica la preeminencia de que ha gozado. El Alcalde del Distrito Nacional, por su parte, renunciaría a la hegemonía formal que hasta ahora ha tenido sobre ese entramado urbano. Y el Ministerio de Cultura sincerizaría sus limitadas competencias al declinar la existencia del Patronato como institución adscrita.

Esa pérdida de prerrogativas formales es el sacrificio requerido de los actores para que exista unidad de propósitos y la Ciudad Colonial acometa su revitalización. De que ellos sepan justipreciar la mansa armonía de la unidad dependerá necesariamente que todos, al final, resultemos ganadores.