La lucha contra la violencia de género desde los hombres
En el trabajo de prevención contra la violencia de género e intrafamiliar en República Dominicana, la población masculina es objeto de atención desde el año 2008.
Un hombre llega agitado a la recepción y pide hablar de manera urgente con algún periodista. Minutos después, la periodista que bajó las escaleras para escuchar una posible denuncia recibe una petición inesperada. “Vi la campaña que hacen contra la violencia. Necesito ayuda, no sé qué hacer. No la quiero matar”.
La anécdota real, ocurrida hace años, es sin duda una escena poco usual pero que expresa una realidad que hasta el 2008 no fue abordada como política estatal: la prevención de la violencia de género e intrafamiliar desde el enfoque de la población masculina.
¿Es posible que un hombre que ha ejercido violencia pueda cambiar su conducta?
Sin simplificaciones
Desde su experiencia dirigiendo el Centro de Intervención Conductual para Hombres desde 2008, donde indica que se ha atendido a 50 mil hombres, el doctor Luis Vergés sostiene que no hay duda de que sí, aunque el abordaje y la intervención implica sus complejidades.
“La evidencia más contundente es que estos hombres han demostrado tener la capacidad de aprender nuevas formas de relacionarse y darse cuenta de que ese paradigma de la violencia, como conducta dominante, no les ha traído las mejores consecuencias. Una persona que haga conciencia de que manteniendo un comportamiento destruye su familia, se queda sin familia, aislado, y muchas veces preso, sin duda alguna la conciencia sobre esas consecuencias les da duro, como decimos en buen dominicano”, apunta.
Hacerse consciente de que se es violento y reconocer la violencia ejercida es un proceso que no es simple ni se debe idealizar, señala, pero es posible. “El problema ha estado en que ellos saben que están equivocados, pero no saben por qué lo hacen y eso es lo que la terapia les permite descubrir. Descubrir los conflictos que traen de atrás, dónde aprendieron ese tipo de conducta, les permite descubrir sus miedos, donde anteponen esta conducta como un escudo”.
Vergés indica que comenzar este proceso tiene sus escollos más allá de los hombres que reconocen su conducta violenta. “Requiere de presiones, sobre todo del sector justicia, de presiones por parte del entorno social, que es donde más estamos quedando a deber, porque gran parte de la sociedad no entiende la magnitud de este tipo de comportamiento y te puedes encontrar hasta con figuras públicas que justifican este maltrato hacia las mujeres, hacia las esposas”.
Sostiene también que los pronunciamientos recientes de políticos con funciones en el Estado y comunicadores sociales de prestigio que justifican el uso de la violencia para disciplinar a los niños “influyen y nos afectan a todos”. “Entonces, cuando se observa un ambiente cargado de toda esa retórica normalizadora de violencia a estos hombres se les hace más difícil cambiar su comportamiento”.
Factores en conducta violenta
El doctor Luis Vergés señala seguidamente cuatro categorías de factores en el desarrollo de la violencia en los hombres.
“La violencia que se recibe. Sin duda alguna que mientras más temprano una persona vive experiencias como víctima de violencia, golpeado por otros niños, recibir bullying escolar, rechazo de los padres, ya hay un factor de riesgo. Está la violencia intercambiada, que ya son estas personas que van aprendiendo a defender sus derechos con violencia. Entonces llega un momento que entienden que la forma de sobrevivir es con violencia”, explica.
También está la violencia observada. “Es la que observas del otro cuando ejerce violencia. Si el otro logra algo con la violencia, tú también crees que lo puedes lograr”. La cuarta es la que denomina la ganancia de la violencia, la funcionalidad de la violencia. “Una persona que genera violencia y obtiene lo que quiere con la violencia, ahí la violencia está condicionada como una ganancia funcional”.
Aclara que el alcohol y otras drogas no son causantes de las conductas violentas, sino detonadores. “Esa violencia puede ser más grave, más peligrosa, más dañina, al igual que con otras drogas, no solo el alcohol”. Apunta que, además, pueden entrar otras variables, como el consumo de pornografía. “Cuando una persona que tiene esas cuatro fuentes aprende a utilizar a las mujeres, a verlas como un objeto sexual, cuando las mujeres no acceden a sus pretensiones montan y diseñan campañas de ataque, de acoso y demás. Y eso puede pasar con la esposa, con la compañera de trabajo, en la calle”.
Otro variable es la social, en especial a través de los medios de comunicación. “Los medios de comunicación, por ejemplo, alimentan con mensajes a que todo esto que te digo se normalice, se exacerbe y, lo que es peor, que se mantenga en el tiempo sin que se cuestione, sin que cambie”.
El abordaje
Entre los datos ofrecidos por el doctor Vergés, se indica que, de los casi 50 mil hombres referidos al centro, que tiene desde el año 2019 oficinas en las provincias de Santiago y San Juan, el 7% representa peligro de muerte para las mujeres, el 28% un riesgo moderado, “que es el que va de golpear y dañarla emocionalmente, pero sin ser peligro para la vida”; y el 65% tiene un bajo riesgo para la vida de las mujeres.
“Ahí es donde hay que intervenir, para que ese riesgo bajo (el 65%) no se convierta en moderado, no escale. Y ese es un logro del programa, uno que ha permitido que de unos 50 mil casos que han terminado el programa no tenemos un solo feminicidio”. En los que abandonan el proceso, cuya cantidad no precisó, “sí se han registrado feminicidios” indica.
El plan de terapia psicológica en el Centro de Intervención Conductual para Hombres es de un mínimo de seis meses y un máximo de dos años. Los hombres que entran al plan llegan, informa Vergés, por dos vías: la judicial, en la que se impone como medida de coerción la asistencia a este programa; y administrativa del Ministerio Público, vienen referidos desde las fiscalías es- pecializadas en Atención y Prevención de la Violencia.
Indica que el 60% de los hombres referidos al centro está en el rango de edad de entre los 21 y 40 años.
Recuerda que en términos generales los hombres con conductas violentas son normales en su función cognitiva. “Entienden lo que hacen y, por tanto, saben que no lo están haciendo bien, y ahí está la esperanza del cambio”.
“No son personas trastornadas, descontroladas. Te aparecerá uno que otro, pero sin duda alguna la norma es que son personas funcionales laboralmente, en el terreno de la amistad, socialmente, solo que tienen doble fachada. Públicamente son figuras que pueden ser hasta líderes, líderes comunitarios, eclesiales y de todos los escenarios. Sin embargo, están tan convencidos, a eso le llamamos sesgos mentales o distorsiones cognitivas, que lo correcto es hacer eso (ser violentos)”, expresa.
Reitera que la conducta violenta en general no responde a patologías mentales o disfunciones graves, “pero son peligrosas, porque estas personas lo ven como normal, no cuestionan para nada eso. Ese es el foco de incidencia nuestro”.
Logros y faltas
“Estoy muy satisfecho con los logros institucionales desde las políticas públicas del Estado, porque este es un problema que se viene combatiendo de forma organizada, no desde hace mucho tiempo”, dice Vergés.
Entre los avances que señala figura la creación de las unidades especializadas desde la Procuraduría General de la República para atender los casos de violencia de género e intrafamiliar, las casas de acogida, el centro de atención a sobrevivientes de violencia, así como el centro que dirige. También indica un sistema de justicia más operativo y dinámico ante esta problemática.
Ante las carencias, Vergés apunta la necesidad de que “las instituciones de primer orden se involucren más y sean menos resistentes y defensivas a las políticas públicas que están propuestas”.
También hace ver la urgencia de que los actores dentro de los medios de comunicación se eduquen sobre el tema. “Ahí hay voceros que sin duda alguna perpetúan todos estos mitos, estos prejuicios sexistas no nos ayudan porque eso influye para que la población se resista a aceptar las políticas públicas que han demostrado ser eficientes siempre y cuando la población las acepte”.
Y la combinación favorable de estas circunstancias hizo posible que el hombre de la anécdota real, que pidió ayuda ante su reconocida conducta violenta, tuviera un final distinto, y su pareja también. “Llamé al centro y lo trasladamos allá. Recibió terapia. Se divorció de su pareja, pero rehizo su vida con otra mujer, y su exesposa también. Tiene una familia estable”, confirma la periodista que compartió la historia con Diario Libre.