Los pasos de Miguel Cruz antes, durante y después de asesinar a Orlando Jorge Mera
Agredió y discutió con varias personas antes de entrar al despacho del ministro
Le dio seis tiros al funcionario, que había pedido a la seguridad que se retirara porque "Miguel era su amigo, su hermano"
Este lunes seis de junio, Fausto Miguel Jesús Cruz de la Mota, alias Carandaí, asesinó de múltiples disparos en su despacho al ministro de Medio Ambiente, Orlando Jorge Mera, en una acción que el Ministerio Público definió como planificada.
El hecho ocurrió cerca del mediodía y conmocionó a todo el país, no solo por el crimen y la forma de ejecutarlo, sino también por el comportamiento decente y cercano que siempre había exhibido el fallecido ministro.
La primera acción de la que se tiene conocimiento del llamado “amigo de infancia” del malogrado funcionario es la que muestra un video. En el material se le observa caminando por un pasillo de su vivienda arrastrando una maleta de ruedas con una mano y luego subiéndose a un vehículo, en el cual se presume se dirigió al Ministerio de Medio Ambiente y que, luego, se supo que prácticamente tenía un arsenal dentro. El video es de las 9:51 de la mañana.
“Estaba violento y amenazante”
Conforme al expediente de solicitud de medida de coerción del Ministerio Público, el imputado llegó a la institución alrededor de las 10:50 a.m. y se dirigió al antedespacho de la oficina del director Nacional del Ministerio de Medio Ambiente, cuyo nombre es Juan Manuel Cuervo Desangles. Ya ahí le dio un golpe en la frente “de forma violenta” al señor Alfonso Mendoza, quien estaba en el lugar. Refiere el expediente que Mendoza le reprochó la razón de la agresión, tomando en cuenta “que ellos no tenían confianza”. A esto Cruz le contestó que hiciera lo que él quisiera y preguntó si “el ministro Orlando Jorge Mera había llegado”, a lo que Mendoza le dijo que no.
A continuación, detalla el expediente, Alfonso Mendoza se paró y penetró a la oficina de Juan Manuel Cuervo Desangles, “lugar donde se encontraba el director de la Oficina Provincial de Samaná.
“Luego se presenta en la referida oficina el director del Servicio Nacional de Protección Ambiental (Senpa), Ambiorix Cepeda, también entra el imputado Fausto Miguel de Jesús Cruz de la Mota, mostrándose violento y amenazante”, refiere el documento.
Ahí expresó: “Hice campaña y no me resuelven” y le dijo a Cuervo Desangles que subiría donde el ministro. En esta parte, el documento indica que Cuervo Desangles “notó que el imputado se encontraba muy alterado”.
En ese trajín, Cuervo Desangles informó a la coordinadora del Despacho del Ministro, Carmen Maribel Peralta Cuevas, que Cruz de la Mota subiría al despacho del ministro y que “llamara a seguridad porque estaba muy violento”. La dama, entonces, buscó “de forma disimulada” al sargento mayor de la Policía Nacional Nicolás Montero, a quien también el acusado agredió verbalmente y le exigió que se fuera del lugar, a lo que el oficial le contestó que no se iría porque trabajaba allá.
El despacho del ministro está ubicado en el cuarto piso del edificio que comparte el Ministerio de Medio Ambiente y el Ministerio de Turismo, y está ubicado en la avenida Gregorio Luperón del Distrito Nacional.
Cuando Cruz de la Mota sube al despacho de Jorge Mera, éste estaba concluyendo una reunión con varios colaboradores, lo que no lo paró para penetrar al lugar. Esto lo hizo porque el ministro tenía la puerta abierta, como señala el Ministerio Público que acostumbraba, y señaló este aspecto como un punto frágil “para su seguridad”.
Luego de que sale la última persona de la reunión, Jorge Mera se paró en la puerta de su oficina y le dice a Nicolás Montero (seguridad), y a Erika Altagracia Herrera Reyes (su asistente) y a Carmen Maribel Peralta: “Miguel es mi amigo, Miguel es mi hermano, es mi hermano, para qué seguridad”.
En ese contexto y conforme al expediente, Jorge Mera le hizo una seña al seguridad para que se retirara y procedió a cerrar la puerta junto a quien momentos después acabaría con su vida.
Lo mató de seis tiros
Sin que se diera ninguna discusión entre ellos, y aproximadamente a las 12:00 del mediodía, Miguel Cruz le disparó a Jorge Mera. Afirma el MP que los tiros incluyeron heridas a distancia y de contacto. Se los dio con un arma marca Taurus, calibre 380, serie No. KXL44043 y le impactaron en la cabeza, cara, tórax anterior y posterior y la mano izquierda, “causando hemorragia, contusión y laceración de masa encefálica, conforme al acta de levantamiento del cadáver No.61610 del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif)”.
Agrega el expediente, que Miguel Cruz planificó tanto el asesinato, que el día que lo ejecutó se vistió de forma diferente a como lo hacía cuando iba al Ministerio y se puso una chaqueta para poder ocultar el arma de fuego. Dice que siempre iba vestido solo con camisa en la parte superior de su torso. Pero ese día se puso una chaqueta azul oscuro. Las únicas palabras que dijo el ministro Jorge Mera fue: “Miguel, no” y la escuchó su asistente Erika Altagracia Herrera Reyes.
Escapada de película
Ya consumado el crimen, el siguiente paso del imputado era huir. Para ejecutar la acción se valió del conocimiento que tenía del lugar y escapó por unas escaleras. La puerta de la oficina estaba cerrada, mientras el seguridad Nicolás Montero trató de abrir, lo que no pudo hacer y procedió a dar la vuelta para penetrar por la otra puerta de acceso, relata el expediente.
“Situación que fue aprovechada por el imputado Fausto Miguel de Jesús Cruz de la Mota para salir de la oficina del ministro por las escaleras, ya que conocía que esa vía era más segura para sus fines de escapar de la escena del crimen”.
Para salir del edificio, éste aprovechó el caos que se armó cuando Nicolás Montero, descubierto el cuerpo de Jorge Mera, alertó a los demás miembros de la seguridad para que detuvieran a Miguel Cruz.
En relación a esta parte, el expediente señala lo siguiente: “El imputado pasó desapercibido dentro de la multitud, logrando escapar del interior del Ministerio”. Esto, asegura, porque su vehículo se encontraba en el sótano del edificio y las puertas habían sido cerradas para impedir la salida de vehículos, pero se permitió que salieran personas a pie.
Fue en ese contexto que el imputado aprovechó, salió al exterior y procedió a tomar un motor, pero antes de irse llamó por teléfono a su hija Miguelina Alfonsina Cruz Gómez, quien estaba en el ministerio. Ella fue impedida de salir de las instalaciones en su vehículo y fue requerida por el MP para ser cuestionada sobre su presencia en el Ministerio.
Ya en el motor, Miguel Cruz se dirigió a la iglesia Parroquia Jesucristo, Sumo Eterno, ubicada en la calle San Pío X, en el sector Renacimiento, en el Distrito Nacional, y desde el lugar llamó en tres ocasiones a su hija Miguelina “para que lo fuera a recoger".
Esta acción hace pensar al MP que el imputado pretendía escapar de las autoridades y usó la iglesia de resguardo hasta que llegara su hija y se lo llevara.
“Su entrega obedece a que inmediatamente ocurre el asesinato se procede a montar un amplio dispositivo de seguridad, por lo que el imputado sintió que desplazarse muy lejos de la escena iba a ser un riesgo y que podía ser arrestado”, narra el expediente.
En el templo le dijo padre de la parroquia, el coronel capellán José Arismendy Leonel Helena, que había matado a una persona y le entregó el arma, que fue envuelta en la chaqueta azul que tenía puesta y guardada.
A la iglesia se presentó el coronel de la Policía Miguel Martínez Mercedes, quien fue recibido por el padre y le contó lo que el imputado le había dicho.
Un equipo de oficiales procedió, a invitación del religioso, “a realizar el levantamiento del arma y las evidencias de lugar”. Esto se hizo en presencia del director de la Policía Nacional, Eduardo Then Guzmán, el director del Dicrim y la directora general de Persecución del Ministerio Público, Yeni Berenice Reynoso, con quien el imputado había convenido por teléfono su entrega con la condición de que le garantizaran la vida.
Antes de sacarlo de la iglesia para su traslado a la Procuraduría General de la República, el teniente coronel Nelson Miguel Martínez Mercedes procedió a leerle sus derechos constitucionales y ponerlo bajo arresto flagrante.
Al ser sacado del templo, fuertemente escoltado por efectivos policiales, una de las personas que se habían aglomerado en el lugar procedió a gritarle asesino en varias ocasiones y le reclamó que había “matado a un hombre bueno”.