Menos padres estadounidenses quieren sacrificar ahorros para pagar estudios de los hijos
Tyler Luker, de Plano, Texas, es un estudiante de secundaria que ya sabe a qué universidad quiere ir (la Universidad de Missouri), cuánto debe pagar (43.000 dólares como estudiante que no reside en ese estado) y cuánto va a contribuir su madre soltera: nada.
“Tengo que pensar en mi jubilación”, dijo la contadora Sharon Luker, de 64 años. “No quiero seguir trabajando a los 70 años”.
Si bien la mayoría de los padres planea ayudar con al menos algunos de los gastos de la universidad, cada vez son más los que adoptan la misma actitud que Sharon Luker y deciden que no deben sacrificar su futuro por el bien de sus hijos, de acuerdo con un estudio de Sallie Mae, que ofrece préstamos estudiantiles.
“Como padre, quieres lo mejor para tus hijos”, manifestó el portavoz de Sallie Mae Rick Castellano. Pero al mismo tiempo los “padres quieren que sus hijos también aporten lo suyo”.
A medida que suben los costos de la Universidad, los padres que sienten la tentación de invertir fortunas en la educación de sus hijos deben tomar en cuenta los siguientes detalles:
RECUPERAR EL DINERO ES COSTOSO. Nunca vas a recuperar los aportes de tu empresa, los beneficios impositivos ni los intereses compuestos si uno no contribuye.
PUEDE CONTRAER UNA DEUDA DEMASIADO ALTA. Los préstamos federales PLUS, que ayudan a los padres a pagar por los estudios de los hijos, no conllevan constatación de ingresos, lo que implica que es fácil sacar más de lo que uno puede pagar.
LAS DEUDAS CONTRAIDAS COMO ESTUDIANTE PUEDEN SEGUIRLO HASTA LA TUMBA. Es difícil deshacerse de un préstamo estudiantil declarando la bancarrota y el gobierno puede incluso llevarse una parte de su jubilación (Seguro Social) si no paga los préstamos de instituciones federales.
La planificadora Monica L. Dwyer, de West Chester, Ohio, cuyos tres hijos van a la Universidad de Cincinnati, fue clara con ellos y les dijo cuánto podían esperar de ella y su marido. Cada uno tenía 25.000 dólares de distintos planes de ahorro y Dwyer y su marido Sean ayudarían con la comida, el seguro médico, el teléfono celular y el seguro del auto si los hijos vivían en la casa de los padres.
“Creo que hay que fijarles límites a los chicos y explicarles lo que tienen disponible. Ellos seguramente tomarán las decisiones indicadas”, manifestó Dwyer.
Los Dwyer se niegan a ser garantes de préstamos privados o a sacar créditos. Los hijos consiguieron trabajos con el estado y préstamos estudiantiles del gobierno (un máximo de 5.500 dólares el primer año). Sean Dwyer aceptó hace poco trabajar como consejero académico en la universidad, lo que implica que los hijos estarán eximidos de pagar una matrícula anual de 11.000 dólares cada uno.
La contadora Martisha Patterson, de Nutley, Nueva Jersey, también fijó condiciones a su hija: Si estudiaba en el estado donde reside (pagando por lo tanto la matrícula más barata de residente), podría vivir en el campus. Dado que optó por la City University de Nueva York, debe viajar 23 kilómetros (15 millas) desde su casa. Patterson dice que su hija trabaja, busca becas y otras formas de ayudar.
“Se reúne con asesores todos los semestres para asegurarse de que se enrola en clases que satisfacen los requisitos para graduarse y evitar que tiremos el dinero”, señaló.
Y si bien Sharon Luker no va a contribuir financieramente a la educación de sus hijos, reducirá sus ingresos en los años en que ellos cursan estudios para que puedan solicitar ayuda financiera. Es importante hacer eso porque la ayuda dependerá de los ingresos de los padres.
Tyler, de 16 años, y su hermana melliza Timarie tienen unos 60.000 dólares de un plan de ahorros creado por su abuelo y están buscando becas. Timarie está dispuesta a sacar “algunos” préstamos estudiantiles, pero Tyler dice que quiere evitarlos a todo costo.
“No quiero estar pagando deudas en el futuro. Eso solo genera más problemas”, afirmó.