Veinte mil millones de dólares y una propuesta
La inversión acumulada del 4% para la Educación es de 20,000,000,000 de dólares. Veinte mil millones de dólares. ¿Han sido los resultados tan espectaculares como la cifra? ¿Tiene sentido seguir dedicando casi el 25% del gasto público nacional a este renglón?
Desde el Grupo para la productividad y competitividad nacional se hacen ésta y otras preguntas y en su libro Gazebo, recién presentado, ofrecen sugerencias a esta y otras inquietudes que abarcan más sectores.
Dedicar 4% del PIB (Producto Interno Bruto) a la educación nos coloca en el promedio de los países del área. Si además se le suma lo que se destina al Ministerio de Educación Superior y al Infotep, se llega a un 4.8%. Pero si contamos lo que representa esa cantidad con respecto al gasto público, República Dominicana se coloca en el tope de la lista. El más alto de América Latina: el 4% del PIB representa casi el 25% del gasto público.
“Es tremendo”, reflexiona Darwin Caraballo, director ejecutivo de Educa desde 2013. “ En términos del PIB no es una cifra descabellada. El año último, como es electoral, el gasto público aumenta y entonces la proporción baja un poco. Pero de todas formas, aun si estuviéramos en el 20% sería algo extraordinario, uno de los esfuerzos públicos para la educación más altos del mundo.”
¿Y el resultado?
La inversión realizada no ha sido en vano. Se han construido miles de aulas que eran necesarias, hay una notable mejoría en las condiciones laborales de los docentes, un mejor equipamiento de los planteles.
Y para Caraballo “hay reformas curriculares, hay profesionalismo en la gestión del ministerio, hay mejores instrumentos para medir aprendizaje. Pero si evaluamos cuál es efectivamente el impacto de esa inversión, ahí es cuando la realidad va a dar una cachetada a toda la teoría. El Ministerio de Educación ha sido un buen alumno de los gurús internacionales, ha seguido los lineamientos de la OCDE, del BID, de Naciones Unidas, Harvard y todos esos diagnósticos los tradujo en las inversiones que tenían que hacerse. Pero el resultado no cambia”.
—Los resultados en lectoescritura el nivel de los alumnos es exacto al que se midió antes del 4%.
“Lo bueno es que el sistema educativo no es el mismo. Hay mejores aulas, mejores calidades laborales de los docentes, hay más inversión en su formación. ¿Qué pasa? Que ese nivel de crecimiento económico en el caso general, y en particular ese nivel de educación, no se traduce en que los estudiantes aprendan aunque sea algo más. Ya se ha acumulado una inversión de 6 o 7 años extraordinaria, donde ha mejorado todo, las escuelas, salarios, que son las dos grandes cuentas del Ministerio de Educación. Sin embargo los estudiantes no logran aprender. Que solamente el 12% de los estudiantes públicos y privados de tercer grado en la primaria, cuando finaliza el ciclo de alfabetización, sean capaces de leer y comprender un texto básico, habla del fracaso de un sistema educativo. Ese es el promedio nacional y no de una muestra, sino de un censo. En matemáticas es peor: 4.1% a nivel promedio.
—El país cuenta con cerca de 100,000 educadores. ¿Cómo se forma a 100,000 educadores para que formen mejor?
La clave es cambiar del modelo de enseñar al modelo de aprender. El problema está en que los docentes están enseñando sin prestar atención a que los estudiantes aprendan o no. Ellos tienen un método que por su propia formación y experiencia personal está desactualizada con el tipo de estudiantes que hoy llegan a las aulas. El sistema, en lugar de enfocarse en si los estudiantes aprenden o no, les reclama el cumplimiento riguroso procedimientos, de planeación, de una burocracia que se asemeja a aquella máxima que dice “vamos de victoria en victoria hasta la derrota final”.
Uno de los grandes problemas en las propuestas curriculares es que muchas plantean procesos que pueden haber funcionado para alguna latitud. No reconocen la funcionalidad del estudiante dominicano y de las características de la familia y el contexto, sobre todo en los sectores más vulnerables.“
¿Y si cambiamos algunas cosas?
—Plantean en Gazebo la posibilidad de hacer un experimento con el 1% de las escuelas.
“Es correcto, pero esto no quiere decir que se haga una experiencia irresponsable.”
—¿Cómo se haría esta prueba del 1%? ¿Es posible que se lleve a cabo?
“Es posible. Tenemos en el país más de 7,000 centros educativos públicos y casi 3,880 centros privados y procesadas las reformas pero no el cambio, nosotros decimos que hay que intentar algo distinto.
Por eso estamos procurando que el Ministerio de Educación, acepte que el 1% de los centros educativos públicos equivalente a más o menos 70 centros, pasen a formar parte de una lógica distinta y de una gestión al margen de los protocolos regulares del Ministerio.
Entendemos que la mejor forma de ensayar propuestas alternativas es que ese 1% de esos centros tenga una gobernanza público-privada de la cual el Ministerio forma parte y que el Ministerio de manera aislada oficie como rector de la política educativa, que nos pida rendición de cuentas, estado de los estudiantes, resultados en gestión. Que haga un seguimiento riguroso pero que dé grado de libertad para que podamos, no elegir a los maestros porque los maestros deben ser los mismos de esas escuelas, pero sí reubicarlos internamente.”
—¿Cambia la estrategia?
“Si estamos evaluando cuánto aprenden los estudiantes y qué capacidad tienen de leer y comprender lo que leen, entonces, me voy a concentrar en enseñar a decodificar emensaje que el escritor quiso poner allí y que pueda dentro de sus habilidades hacer esa decodificación en lenguaje escrito. Esto quiere decir que probablemente nosotros mantengamos muy rígidos los objetivos curriculares que plantea el ministerio, pero los procesos internos sean totalmente distintos. Que cambie la forma de dictar los cursos. Esto también implica un cambio del profesor. El profesor ya no va a ser aquel que viene a dictar una clase magistral ni que va a dictar o usar la pizarra. Va a tener una estrategia diferente.
—¿Y tienen gente suficiente para preparar a estos profesores?
Esta pandemia ha demostrado que se han derribado muchas fronteras y una de ellas ha sido la presencialidad. Podemos tener al mejor profesor dictando una clase con un método como este o métodos alternativos como la televisión o el cable aunque también hay una realidad: en muchos centros educativos esta tecnología no está disponible. Pero si donde el profesor asistente puede seguir una secuencia planificada y propuesta por aquel que más sabe. Esto es válido para la lectura, matemáticas y ciencias.
La brecha digital
—Sabemos que no todos tiene el acceso a la tecnología que se necesita para una educación no presencial. ¿Eso no va a crear más desigualdad que es contra lo que lucha el 4%?
“Sin duda, vayamos por partes para responder a la pregunta con las sutilezas que implica. Lo primero es que, pre-pandemia, ya los estudiantes dominicanos recibían la educación con una estrecha relación con el nivel socioeconómico de los lugares que venían. Esto es válido para los países más igualitarios del mundo. Válido para Finlandia y válido para América Latina. Para Uruguay, que curiosamente, siendo el país más igualitario de la región es aquel que muestra mayores brechas en los aprendizajes de sus estudiantes. Es decir que Uruguay está, en lugar de reduciendo la brecha ampliándola, producto de la educación.
En República Dominicana las brechas de desigualdad en los aprendizajes curiosamente era menor a la brecha que hoy se exhibe en la estructura social dominicana. Lo que es cierto es que si el Ministerio de educación toma una única medida y decretara que la educación a partir de ahora es virtual, eso generaría un ensanchamiento en las brechas de desigualdad enorme. Es una pequeña proporción de los centros educativos privados, porque incluso la gran mayoría de los centros de esa categoría no tienen esa capacidad de infraestructura. Se verían alejados y separados de la continuidad del proceso educativo. Por lo cual, lo que debemos administrar para mitigar esto que va a ocurrir, es preparar y diseñar estrategias alternativas adecuadas a cada contexto. Yo no tengo la posibilidad de tener esta tecnología de cable, televisión abierta, la radio, las guías docentes, en algunos casos. En el último trimestre del año funcionaron muy bien las herramientas como el mismo whatsapp y el uso por audio de voz o imágenes y videos que los profesores se grababan y lo compartía a la familia. Es decir, no todo está perdido, no todo es una crisis y hay una enorme oportunidad para introducir cambios en el carácter estructural.
—Insisten en la necesidad de que el objetivo (el país que se sueña), abrace a todos los sectores y que todos se comprometan. ¿En qué escenario podemos unir a “las fuerzas vivas” para hacer esto?
Nosotros creemos que la sociedad dominicana es diversa, heterogénea y eso se rastrea en el inicio mismo de su constitución. En el capítulo 2 del libro Gazebo, tratamos de rendir cuenta de esto, de cualquier imagen de larga duración que hacen a la propia cultura de la República Dominicana un modelo como bien se dice inclusivo para la sociedad. Esa es una gran diferencia de los noruegos por ejemplo. ¿Por qué los noruegos tienen mejores índices de calidad de vida? Porque son una familia ampliada de toda su población.
Esto no ocurre en la República Dominicana, pero sí hay puntos de encuentro que tienen que ver con la misma identidad, con ciertos aspectos culturales que hacen el sentir de los dominicanos, a los símbolos que los une. Nosotros creemos que si se enfatiza en lo que une a los dominicanos más que en lo que los separa, hay una oportunidad.
—¿Cambia la pandemia lo que se plantea por parte del Grupo para la productividad y competitividad nacional?
Hay algo también que en el libro se presenta y que ha puesto en evidencia la situación de la pandemia. Cualquier iniciativa que se termine haciendo pensando solo en el interés personal cae por su propio peso porque hoy vemos que todo está conectado. Vemos el efecto dominó de las acciones individuales no coordinadas y solo aquellos sistemas que son capaces de coordinar a los distintos componentes y buscar un punto de equilibrio que talvez no sea el óptimo de la perspectiva de cada jugador, pero es el óptimo de la perspectiva general y es el que funciona. Yo creo que aquí es donde está presentada la posibilidad de que los sectores pasados talvez tenían resistencia, han visto que hay riesgo mayor a no poder incluir a una parte de la población. Está muy cerca por contacto directo y por relato directo el caso de Venezuela y otros países. Pongo el caso de este país por la izquierda pero también el caso de Chile desde la derecha. Los dos modelos han mostrado fragilidad porque ninguno ha sido incluyente. Fueron modelos de desarrollo con diferentes teorías e ideologías, pero de ninguna forma incluyó a todos los ciudadanos. Es ahí donde está el verdadero desafío.