“Se requiere mucha formación en las metodologías tecno-pedagógicas para la enseñanza a distancia”
Julio Sánchez, rector del Instituto Superior de Formación Docente Salomé Ureña, conversa con Diario Libre sobre la calidad de la educación
Esta historia es parte del especial “La extraña vuelta a clases” de Diario Libre, realizado por Tania Molina, Ámbar Castillo y Beatriz Bienzobas. Puedes leer las demás historias en los siguientes enlaces: La extraña vuelta a clases, en emergencia y con “tapabocas” / A kilómetros del internet / Sin tecnología y con poco tiempo, las preocupaciones de los padres-maestros / Profesor remoto: contrarreloj para adaptar el aula virtual / Consecuencias de no asistir de manera presencial a la escuela
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El miedo al contagio del coronavirus SARS-CoV-2 que produce el COVID-19 obliga a las autoridades del país a desarrollar un plan de educación virtual para el próximo año escolar. Además de la conectividad y de recursos tecnológicos, la formación docente es crucial para el buen desempeño en esta nueva jornada cuyo inicio aún está por definir. De las capacidades docentes y otras temáticas vinculadas a la educación nacional y su calidad, conversa con Diario Libre Julio Sánchez, rector del Instituto Superior de Formación Docente Salomé Ureña (Isfodosu).
—Se habla mucho del cambio de rol del maestro en el aula. Pero... ¿qué piensan ellos?
Sin generalizar en extremo, hay muchas evidencias que indican que se necesita de mucho más empoderamiento por parte de muchos docentes respecto de su rol en el aula o en cualquier espacio de enseñanza y aprendizaje. Así como hay evidencias de buenos maestros que asumen su rol como guías y facilitadores del aprendizaje y desarrollo formativo de sus estudiantes por encima de casi cualquier circunstancia, hay también evidencias de quienes ponen muy en primer lugar los factores externos a su rol en el logro de los aprendizajes de sus alumnos y minimizan sus propias posibilidades e incluso responsabilidades en contribuir a ellos.
Cuando el peso de las circunstancias y factores externos se esgrime en exceso, en detrimento del propio rol, se llega a asumir que el problema de los aprendizajes de los estudiantes no es responsabilidad de uno, sino que es un tema del contexto, de los propios estudiantes y sus capacidades, de las familias y del Estado dominicano que no proporciona los recursos y el ambiente de aprendizaje adecuado.
Aquí, aunque resulte duro, hay que recordar un proverbio árabe que dice que quien no quiere hacer algo encuentra una excusa, mientras quien quiere hacerlo, encuentra un medio. Y, sin negar las condiciones adversas o no favorables, hay muchos casos de docentes que se sobreponen a esas condiciones, reafirman su rol y encuentran los medios. Eso debería llevar a su emulación por todos.
—¿Qué hace que un maestro sea un buen maestro?
Uno que pueda poner en práctica la máxima que se atribuye a Michael J. Fox: “Si tu estudiante no aprende de la forma que enseñas, tendrás que enseñarle en la forma que él aprende”. Y esto implica que el docente no solo domine los componentes curriculares a enseñar y los métodos pedagógicos actualizados y adecuados sino, sobre todo, que logre la apropiación pedagógica de esos componentes curriculares; en otras palabras, que sepa cómo enseñar lo que tiene que enseñar. Y que quiera y ame hacerlo, que tenga esa vocación, para decirlo en términos más comunes.
Con esa vocación, así definida, un buen docente llega a conocer a sus estudiantes en sus individualidades, con sus capacidades, su potencial y –especialmente– sus necesidades de cada uno, y a valorar el impacto que puede tener en cada uno para motivarle, facilitarle y acompañarle en sus logros de aprendizaje y su desarrollo formativo; a “buscarle la vuelta” para que participe y aprenda, diríamos en términos populares. No es fácil, es complejo, pero sabemos que hay maestros así, que lo logran –y deberíamos identificarlos y reconocerlos y destacarlos como ejemplos a seguir.
Pueden decirse muchas cosas más, pero en ese saber y querer está lo fundamental de un buen maestro.
—¿Es factible pensar que están preparados (maestros, alumnos y padres) para un curso escolar no presencial?
No lo están, en general, no obstante los esfuerzos y empeños de tantos enfrentando los retos que ha presentado la pandemia con la suspensión de la presencialidad.
Del lado de los docentes se requiere mucha formación en las metodologías tecno-pedagógicas para la enseñanza a distancia y más aún para la virtual o en línea. Es un tránsito posible pero no automático. Implica el adecuado manejo de recursos técnicos que habría que hacer disponibles, pero también de enfoques y estrategias pedagógicas apropiadas al uso de esos recursos.
Del lado de los padres y tutores, en los que, a nivel nacional, hay grandes desigualdades formativas (el nivel promedio de escolaridad en el país es de 9.2 años con un 72% de la población mayor de 5 años que no supera el nivel primario, según datos de la Oficina Nacional de Estadística (ONE), además de las condiciones materiales en los hogares y de las condiciones y demandas laborales de esos padres y tutores.
En lo que concierne a los alumnos, además de la amplia diversidad de edades, con muy distintos requerimientos de supervisión, apoyo o asistencia, no existe la disciplina para los niveles de auto-estudio o estudio más independiente que impone la no presencialidad, ni la experiencia y hábitos para trabajar con recursos de la educación a distancia (textos, cuadernillos y guías) o en línea (plataformas tecno-educativas) incluso por parte de adolescentes milennials o centennials muy hábiles en su uso de las redes sociales y otros recursos lúdicos, pero no necesariamente en el aprovechamiento de recursos tecnológicos académicos y de aprendizaje .
Lo anterior no quiere decir, en modo alguno, que no puedan plantearse alternativas no presenciales para continuar la labor educativa –alternativas en gran medida inevitables, pero sí que para las actividades no presenciales se requiere de un gran esfuerzo de preparación, acompañamiento, diseño apropiado de las estrategias y recursos y ajuste de las expectativas respecto de los roles posibles para cada quien.
—¿Por qué no vemos mejoría en el sistema después de una inversión de veinte mil millones de dólares?
Porque nos desconectamos del buen funcionamiento de la escuela, de los centros educativos, y, en la escuela y los centros educativos, nos desconectamos de los aprendizajes y los resultados formativos en los estudiantes. La gran revolución, la verdadera revolución, será la de reconectar a todos los actores, empezando por el Ministerio de Educación y por el magisterio nacional con una orientación y compromiso con resultados y logros en aprendizajes y resultados formativos de los estudiantes en el verdadero terreno de juego, la escuela y sus aulas.
Un estudio fundamental de McKinsey & Co. de 2007, “Cómo hicieron los sistemas educativos con mejor desempeño del mundo para alcanzar sus objetivos”, reportaba como la reforma educativa estaba (y está) en el primer lugar de la agenda de casi todos los países del mundo, pero como, también, “el desempeño de muchos sistemas educativos apenas si ha mejorado en décadas”.
Siendo sinceros, la mejoría en el desempeño de los sistemas educativos, medido por los logros en el aprendizaje y la formación de sus estudiantes, requiere de tiempo medido en unidades de lustros, cuando no de décadas. Ciertamente, en menores unidades de tiempo deben verificarse mejoras incrementales modestas, pero mejoras al fin. Hay que adoptar un balance, un equilibrio muy fino e importante en adecuada combinación de expectativas de corto y mediano plazo y exigencias de largo plazo.
Re-enfocados, concentrados y privilegiando lo que se logre en las aulas, hay que insistir en la capacitación continua del magisterio y en la mejor formación de los nuevos docentes. Ya es una verdad indiscutible lo de que el techo de la calidad de un sistema educativo lo determina la calidad de sus docentes, a lo que agregaría la calidad de su compromiso y desempeño. Tantos años de atajos y descuidos en la buena formación inicial y en efectivos programas de capacitación, en el que tienen tanta mea culpa el Ministerio y las instituciones formativas, no se resuelven a corto plazo, en un país con unos 80 mil o más docentes en el sistema educativo público.
Hay que dar un viraje al funcionamiento del Ministerio de Educación y ponerlo efectiva y eficientemente al servicio y en apoyo de las escuelas y las aulas, y los docentes y los estudiantes en ellas. Aunque se ha estado haciendo un esfuerzo en ese sentido, todavía falta mucho para que las tal vez demasiadas instancias del Minerd (viceministerios, direcciones nacionales, regionales, distritales y entonces direcciones de los centros educativos) presten oportunamente las directrices, orientaciones, los apoyos la supervisión y el acompañamiento según lo que docentes y estudiantes necesiten en las escuelas y sus aulas, no según lo que imaginen quienes están remotamente en la sede central o en las oficinas regionales o distritales. Y que todo lo anterior se acompañe, con la misma efectividad y eficiencia, en hacer llegar oportuna y regularmente los servicios e insumos que se necesiten en las escuelas y aulas para funcionar adecuadamente, libros de texto, recursos didácticos, material gastable, mobiliario y reparaciones y mantenimiento físico, para detallar parte de esos servicios e insumos.
—¿Cómo conseguir que vayan mejores candidatos a las escuelas de magisterio?
Hay un importante documento de 2018 del BID con el título “Profesión: profesor en América Latina ¿Por qué se perdió el prestigio docente y cómo recuperarlo?”. En el mismo se analiza a fondo, entre otras cosas, como la profesión ha perdido prestigio y como muchos de quienes la escogen no lo hacen por mérito o vocación sino porque es relativamente fácil ingresar a estudiar Educación. El estudio presenta también buenas noticias, cito: “La buena noticia es que varios países de América Latina y el Caribe están impulsando reformas para revertir la situación”. República Dominicana no escapa a todo esto, tanto las buenas noticias como las no buenas.
Conseguir que vayan mejores candidatos a las escuelas de magisterio va a ser un proceso estratégico y en el mismo vale la enseñanza de Lao-Tse: un viaje de mil millas empieza con un primer paso.
Se debe hacer más atractiva y recompensante a la profesión docente. Con la mejora de las condiciones salariales y otros beneficios monetarios y materiales, de las condiciones de trabajo, del diseño de la carrera docente y las maneras de avanzar en la misma y ver los méritos reconocidos y recompensados de manera material, simbólica y con oportunidades de desarrollo personal y profesional.
En lo que concierne a la formación inicial en las licenciaturas hacer estas atractivas y desafiantes, vía su re-diseño, procurando un currículo más completo, actualizado y mejor balanceado, la admisión con base al mérito y el potencial de los postulantes, el aseguramiento de un profesorado (formadores de formadores) de primera línea y con instalaciones sobrias pero robustas en términos de aulas, laboratorios y demás espacios requeridos. La experiencia que tenemos en Isfodosu es que exigir con base al mérito y al esfuerzo, desde la admisión hasta la graduación, generan motivación, orgullo y compromiso en los estudiantes.
Siendo todo eso importante, son condiciones necesarias, pero no suficientes. El prestigio lo otorgará la sociedad cuando el sistema educativo le ofrezcan conductas profesionales ejemplares y resultados significativos en términos de aprendizaje y formación de sus alumnos.
—¿Qué falta para que la educación del país cambie?
Mucha inversión sostenida, pero, sobre todo, mucho compromiso, trabajo y esfuerzo con políticas públicas, programas e iniciativas bien diseñadas, mejor implementadas, persistentemente, y bien articuladas entre sí, porque un sistema de problemas requiere no una solución, sino un sistema de soluciones bien compaginadas entre sí. Y deben apuntar principalmente a elevar la calidad docente.
Más allá del nihilismo, debemos reconocer que hay importantes iniciativas en marcha en el país en las últimas décadas: los planes decenales de educación, la reforma curricular en ciernes, las nuevas normativas y requisitos para la formación de nuevos docentes, la definición de los estándares de desempeño docente y de los tramos de la carrera docente, los programas de inducción de docentes noveles, las iniciativas bajo la estrategia de formación centrada en la escuela, los programas de formación de directores, el programa uno a uno de “República Digital”, y paro de contar. Pero hay que articularlos mejor entre si y, sobre todo, implementarlos consistentemente, evaluándolos en términos de sus resultados y no del número de actividades y, con base en ese seguimiento y evaluaciones, asegurando su mejoramiento continuo.
Mucho de esto se ha articulado en propuestas y planes con prioridades, objetivos y métricas muy bien definidas con la asesoría de McKinsey & Co, en un esfuerzo que no ha recibido la mejor difusión y que no ha tenido la mejor atención y continuidad por parte de las distintas autoridades que han encabezado el MINERD. Ojalá se asuma y se le dé continuidad con toda la importancia que merece.
Lo más importante es que se convierta en regla de oro que toda inversión y todo esfuerzo se priorice, se mida y se valore en términos de su real y efectivo aporte a la mejora en los aprendizajes y el desarrollo formativo de nuestros infantes, niños, adolescentes y jóvenes.
—¿Se fía de los informes Pisa y otros estudios comparativos entre países?
Todo estudio y toda evaluación aporta y, al mismo tiempo, cojea. Todo indicador es, al mismo tiempo, útil y limitado. Recuerdo un profesor de análisis estadístico en el doctorado que insistía en que “a las estadísticas hay que saber pellizcarlas para que se sinceren con nosotros”. Hay que saber interpretar y contextualizar los resultados de PISA, los del Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE) de UNESCO, los de Educación Cívica y Ciudadana, entre otros y las propias pruebas diagnóstico nacionales. Los estudios comparativos, bien interpretados y analizados en términos de sus supuestos y propósitos, nos alertan y movilizan con sentido crítico y de urgencia, en un mundo en el que competimos, como país y como personas, en términos globales. Y eso es ya de por si valioso, y es valiente participar en los mismos y nunca barrer nuestros problemas debajo de la alfombra.
—¿Se preocupa ISFODOSU de formar en tecnología y métodos de enseñanza a través de las TIC?
Desde que en 2013 pasamos a un régimen de estudiantes a tiempo completo, junto a sus licenciaturas en educación todos nuestros estudiantes deben completar y aprobar como requisito de graduación del Diplomado en Tecnología Educativa por casi 400 horas (un total de 394 horas), por resolución del Consejo Académico. Así esto se ha aplicado a partir de la primera promoción de egresados del programa de jornada completa en octubre del 2017. A la fecha se cuenta con 3,126 egresados con este diplomado, que continua como parte de nuestra oferta regular. El diplomado se apoya en acuerdos interinstitucionales INTEL, Microsoft, Qualitas Learning y CEEC-SICA (Coordinación Educativa y Cultural Centroamericana del Sistema de Integración Centroamericana) con módulos que llevan al uso y aprovechamiento de las bondades de la tecnología educativa en la enseñanza. Al aprobar el mismo sus egresados pueden optar, con apoyo del ISFODOSU, por la certificación internacional de Educador Certificado Microsoft (Microsoft Certified Educator).
Es una estrategia y experiencia que debemos evaluar y mejorar, pero confiamos en que con la misma estamos en el camino correcto.
—Se aplaudió desde el Ministerio, y desde instituciones como EDUCA, el hecho de que al final del curso escolar la familia se integrara por causa de la pandemia en las tareas escolares. ¿Cuál es su opinión sobre esa experiencia?
Ha sido una experiencia compleja de amplia diversidad, pero valiosa y enriquecedora, que constituye un hito y que debe ser materia de análisis de fondo. Nunca antes, muy probablemente, se había tenido tal volumen e intensidad de interacción docentes- familias e, incluso, Ministerio-familias. Se trató de una experiencia reactiva en el contexto inusitado impuesto por la pandemia del covid-19. La continuidad de la actividad educativa requirió de la improvisación creativa por parte de docentes y familias, por medios diversos, destacando entre los mismos WhatsApp, una aplicación ágil para comunicaciones regulares, pero no específica para fines educativos. Es mucho lo que hay que evaluar a fondo sobre la manera de integrar las familias en su coparticipación en las actividades educativas curriculares –no las formativas generales, que son responsabilidad inexorable de las familias- y particularmente en la realización de las tareas asignadas a los estudiantes, en situaciones como las de emergencia y crisis o en situaciones regulares tradicionales. Es un tema abierto, con muchos aspectos a examinar y de mucha importancia. Pero ha aportado dos hechos relevantes a celebrar. El primero, la voluntad de muchos actores para que la actividad educativa continúe por encima de cualquier circunstancia. El segundo, que la comunicación docentes-familias y la coparticipación de las familias en el sistema y las acciones educativas es indispensable, si bien son materia de discusión los medios a emplear para lograr una coparticipación de calidad y razonable, la precisión de los roles respectivos a familias, docentes y Ministerio, así como la naturaleza y el alcance de las tareas propias de cada rol.
—¿Cuál es la meta de ISFODOSU de cara al próximo curso? ¿Cómo manejar la formación de formadores en estos tiempos de incertidumbre?
El próximo cuatrimestre septiembre-diciembre será desarrollado con una oferta virtualizada y apoyos docentes, técnicos y socio-emocionales a distancia, con algunas limitadas actividades presenciales para algunas prácticas de laboratorio o de campo, cumpliendo con los protocolos de distanciamiento físico, protección e higiene. Se ofrecerá la carga académica que pueda desplegarse por una plataforma especializada en la educación en línea (Moodle, en nuestro caso), con cursos diseñados apropiadamente para su oferta virtual con componentes sincrónicos y asincrónicos, docentes principales y, además, tutores de apoyo docente, técnico y socio-emocional en línea, procurando el cumplimiento con 4 principios: 1) preservar la salud de todos los miembros de la comunidad académica, 2) mantener la continuidad de la actividad educativa, 3) privilegiar la calidad en la oferta sobre la cantidad, incluso por medios virtuales y a distancia, y 4) lograr la máxima retención y potenciar el mayor nivel de éxito de nuestros estudiantes.
En el recién finalizado cuatrimestre mayo-agosto logramos una retención del 90 por ciento de nuestros estudiantes y mantenemos esa meta para el cuatrimestre septiembre-diciembre. También ampliaremos la oferta en el número de créditos académicos por estudiante, que fue limitada en el cuatrimestre mayo-agosto porque no era posible mantener la calidad en el diseño e implementación de los cursos con una oferta tan amplia y completa como la que se presentaba en situaciones presenciales regulares. Tanto el cuerpo docente como el estudiantado hemos ido avanzando en el desarrollo de capacidades y actitudes apropiadas para la enseñanza-aprendizaje virtual y a distancia y eso ha implicado un proceso.
Estos son procesos que requieren seguimiento y posibles ajustes sobre la marcha dadas las incertidumbres de las situaciones que vivimos. Por eso acompañamos la oferta por un soporte y seguimiento en lo socio-emocional a los estudiantes a cargo de nuestras unidades de Bienestar Estudiantil y Orientación.
Aún estamos pendientes de cómo implementar las prácticas profesionalizantes docentes de los estudiantes que dependen de lo que se decida y pueda hacer con el año escolar en los niveles inicial, de primaria y secundaria en el sistema educativo.
—¿Cómo puede afectar a los profesores que no se inicie el curso de manera presencial? ¿Se duplica su trabajo? ¿Tienen las herramientas necesarias?
Cualquier que sea el decurso del próximo año escolar, no importa las modalidades de trabajo que se adopten según permitan las circunstancias, será muy demandante, con retos mayúsculos.
Con docentes, estudiantes y familias se necesitará de un enorme esfuerzo de preparación y habrá que hacerlo sobre la marcha, como se aprende a montar bicicleta. Esto supone claras directrices y lineamientos, sabia selección, diseño y producción de los medios y recursos de aprendizaje, acompañamiento oportuno y cercano, y seguimiento y ajustes continuos. Se trata de una empresa titánica.
Se va a requerir de una esmerada logística y de una mejor programación para hacer posible tanto lo que pueda ser presencial como, especialmente, lo que no lo sea. Sean cuales sean los medios y recursos, textos y otros impresos, uso de los medios televisivos y radiales, de las plataformas y aplicaciones.
La logística y la programación a las que me refiero deberán precisar muy bien, con alto sentido práctico, las demandas y expectativas respecto de docentes y familias, así como las herramientas que se hagan disponibles, de modo que regule la dedicación y el tipo de esfuerzo a realizar por cada quien, en condiciones técnicas, de tiempos, medio-ambientales u hogareñas y socio-emocionales muy diversas y no siempre propicias para la actividad educativa a distancia o no presencial.