DOS BAHÍAS EN ESPERA
Santo Domingo. Todavía falta mucho para agotar la frontera turística dominicana. Tanto en lo relativo a los productos y servicios que podríamos ofrecer como a los lugares a desarrollar, tenemos grandes tesoros inexplotados. Pero hay algunos de ellos que, dada su capacidad para traer desarrollo a un entorno de pobreza, merecen la máxima prioridad pública.
Tal es el caso de dos bahías excepcionales que claman por una urgente atención de los responsables públicos. Bahía de las Águilas y Bahía de Las Calderas tienen un enorme potencial de desarrollo turístico y de, con ello, traer oportunidades económicas a regiones deprimidas. Hoy día las dos languidecen inéditas y desatendidas, tanto por parte de la Secretaría de Turismo y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales como por los potenciales inversionistas. Los ministerios no se ponen de acuerdo en un plan de desarrollo y los inversionistas optan por no lidiar con la maraña de intereses que las dominan. Solo una acción decisiva por parte del sector público puede sacarlas de su ociosidad y relativo anonimato.
Los atributos y ventajas turísticas de cada una son conocidos. Bahía de las Águilas, en la remota provincia de Pedernales, es mas que la clásica bahía, un silvestre litoral de playa de 7.5 kilómetros de longitud. Su arena es blanca y de fina granulometría y la pendiente es suave. Puesto que las aguas son transparentes y la franja de arena amplia y agradable, el balneario resultante es de primera. Bahía de Las Calderas, por su parte, tiene dotes diferentes. Mientras su litoral de playa es relativamente menos atractivo, su morfología es más cerrada y casi perfecta para un gran desarrollo de yatismo, pesca y deportes acuáticos. Ubicada en las inmediaciones de Baní, su adyacencia a la Bahía de Ocoa, el segundo más importante coto de pesca del país, garantiza la pesca deportiva. Las brisas que la bañan la hacen ideal para la práctica de la tabla de vela.
Bahía de las Águilas
Las dos bahías, sin embargo, tienen limitaciones para su explotación turística. En el caso de Bahía de las Águilas, su playa no tiene la vegetación que el mercado turístico internacional asocia con las playas caribeñas, es decir, no tiene densos cocales como los de Bávaro. De hecho la vegetación es de matorrales propios del bosque seco y semiseco y resulta hasta hóstil, en vista de que abundan la guazábara y otras especies espinosas. Como la playa esta distante de cualquier centro de población -siendo Pedernales con sus 13,000 habitantes el mayor- tampoco tiene buenas vías de acceso y los alrededores carecen de la infraestructura que pavonean los centros turísticos desarrollados. Por ejemplo, está a dos horas de viaje del aeropuerto internacional más cercano (Barahona).
Las Calderas, por su parte, esta a menos de hora y media de aeropuerto de Las Américas y tiene acceso vial aceptable.
En algunos puntos de su litoral interno existen manglares intocables y la margen norte tiene ciertas áreas lodosas. También carece de una vegetación acogedora y en las estivaciones montañosas que la circundan por el norte la misma es casi inexistente. Las instalaciones de la Base Naval allí existente podrían trasladarse a otro lugar, pero habría que superar la idea de que la ubicación es imprescindible.
Bahía de las Calderas
Naturalmente, las limitaciones de ambas bahías para el desarrollo turístico son enteramente superables con las inversiones requeridas. Pero en ambos casos existe una condición de área protegida que puede actuar como ventaja o desventaja, dependiendo de las medidas que se adopten para asegurar la preservación de los ecosistemas. Bahía de las Águilas, actualmente clasificada como un Área Nacional de Recreo, se reporta como uno de los ecosistemas más frágiles y con una playa erosionable. Bahía de Las Calderas, en cambio, tiene en un costado a las Dunas de las Calderas (Dunas de Baní), un Monumento Natural. Cualquier desarrollo turístico debe entonces proteger adecuadamente estos ecosistemas para poder aprovechar su potencial económico. Algunos creen que se requeriría desarrollar parques modelos para garantizar que así suceda.
Todas las limitaciones, sin embargo, son subsanables con la inversión requerida. Pero los inversionistas privados no se animan a proponer proyectos abarcadores porque la propiedad de los terrenos en ambas bahías depende de la voluntad estatal. Aunque sobre Bahía de las Águilas hay una litis judicial en curso, el Estado podría viabilizar cualquier desarrollo con una declaración de utilidad pública. En el caso de Las Calderas, los terrenos son públicos en su casi totalidad, incluyendo en costado norte donde se ubican Los Coreanitos. Por eso se requiere de una voluntad estatal especial que ponga estas bahías en condición de recibir la inversión privada. Y tal requerimiento no podrá satisfacerse a menos que Turismo y Medio Ambiente actúen mancomunadamente, lo cual podría hacerse más fácil cuando próximamente compartan el nuevo edificio que será su sede.
La actuación conjunta de los ministerios señalados es la clave para el despegue turístico de estas dos prometedoras áreas.
La necesidad de tal actuación se hace imperativa porque urge el desarrollo económico, especialmente en Bahía de las Águilas, porque esta enclavada en la región mas pobre del país. Sin esa conjunción de propósitos no podrá darse un ordenamiento territorial aceptable y un plan de desarrollo de infraestructuras que pueda ser financiable. Habrá que esperar que las autoridades puedan responder a este "desafío nacional" y contribuir así a la diversificación del producto turístico y a la sostenibilidad de la industria sin chimeneas.
Tal es el caso de dos bahías excepcionales que claman por una urgente atención de los responsables públicos. Bahía de las Águilas y Bahía de Las Calderas tienen un enorme potencial de desarrollo turístico y de, con ello, traer oportunidades económicas a regiones deprimidas. Hoy día las dos languidecen inéditas y desatendidas, tanto por parte de la Secretaría de Turismo y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales como por los potenciales inversionistas. Los ministerios no se ponen de acuerdo en un plan de desarrollo y los inversionistas optan por no lidiar con la maraña de intereses que las dominan. Solo una acción decisiva por parte del sector público puede sacarlas de su ociosidad y relativo anonimato.
Los atributos y ventajas turísticas de cada una son conocidos. Bahía de las Águilas, en la remota provincia de Pedernales, es mas que la clásica bahía, un silvestre litoral de playa de 7.5 kilómetros de longitud. Su arena es blanca y de fina granulometría y la pendiente es suave. Puesto que las aguas son transparentes y la franja de arena amplia y agradable, el balneario resultante es de primera. Bahía de Las Calderas, por su parte, tiene dotes diferentes. Mientras su litoral de playa es relativamente menos atractivo, su morfología es más cerrada y casi perfecta para un gran desarrollo de yatismo, pesca y deportes acuáticos. Ubicada en las inmediaciones de Baní, su adyacencia a la Bahía de Ocoa, el segundo más importante coto de pesca del país, garantiza la pesca deportiva. Las brisas que la bañan la hacen ideal para la práctica de la tabla de vela.
Bahía de las Águilas
Las dos bahías, sin embargo, tienen limitaciones para su explotación turística. En el caso de Bahía de las Águilas, su playa no tiene la vegetación que el mercado turístico internacional asocia con las playas caribeñas, es decir, no tiene densos cocales como los de Bávaro. De hecho la vegetación es de matorrales propios del bosque seco y semiseco y resulta hasta hóstil, en vista de que abundan la guazábara y otras especies espinosas. Como la playa esta distante de cualquier centro de población -siendo Pedernales con sus 13,000 habitantes el mayor- tampoco tiene buenas vías de acceso y los alrededores carecen de la infraestructura que pavonean los centros turísticos desarrollados. Por ejemplo, está a dos horas de viaje del aeropuerto internacional más cercano (Barahona).
Las Calderas, por su parte, esta a menos de hora y media de aeropuerto de Las Américas y tiene acceso vial aceptable.
En algunos puntos de su litoral interno existen manglares intocables y la margen norte tiene ciertas áreas lodosas. También carece de una vegetación acogedora y en las estivaciones montañosas que la circundan por el norte la misma es casi inexistente. Las instalaciones de la Base Naval allí existente podrían trasladarse a otro lugar, pero habría que superar la idea de que la ubicación es imprescindible.
Bahía de las Calderas
Naturalmente, las limitaciones de ambas bahías para el desarrollo turístico son enteramente superables con las inversiones requeridas. Pero en ambos casos existe una condición de área protegida que puede actuar como ventaja o desventaja, dependiendo de las medidas que se adopten para asegurar la preservación de los ecosistemas. Bahía de las Águilas, actualmente clasificada como un Área Nacional de Recreo, se reporta como uno de los ecosistemas más frágiles y con una playa erosionable. Bahía de Las Calderas, en cambio, tiene en un costado a las Dunas de las Calderas (Dunas de Baní), un Monumento Natural. Cualquier desarrollo turístico debe entonces proteger adecuadamente estos ecosistemas para poder aprovechar su potencial económico. Algunos creen que se requeriría desarrollar parques modelos para garantizar que así suceda.
Todas las limitaciones, sin embargo, son subsanables con la inversión requerida. Pero los inversionistas privados no se animan a proponer proyectos abarcadores porque la propiedad de los terrenos en ambas bahías depende de la voluntad estatal. Aunque sobre Bahía de las Águilas hay una litis judicial en curso, el Estado podría viabilizar cualquier desarrollo con una declaración de utilidad pública. En el caso de Las Calderas, los terrenos son públicos en su casi totalidad, incluyendo en costado norte donde se ubican Los Coreanitos. Por eso se requiere de una voluntad estatal especial que ponga estas bahías en condición de recibir la inversión privada. Y tal requerimiento no podrá satisfacerse a menos que Turismo y Medio Ambiente actúen mancomunadamente, lo cual podría hacerse más fácil cuando próximamente compartan el nuevo edificio que será su sede.
La actuación conjunta de los ministerios señalados es la clave para el despegue turístico de estas dos prometedoras áreas.
La necesidad de tal actuación se hace imperativa porque urge el desarrollo económico, especialmente en Bahía de las Águilas, porque esta enclavada en la región mas pobre del país. Sin esa conjunción de propósitos no podrá darse un ordenamiento territorial aceptable y un plan de desarrollo de infraestructuras que pueda ser financiable. Habrá que esperar que las autoridades puedan responder a este "desafío nacional" y contribuir así a la diversificación del producto turístico y a la sostenibilidad de la industria sin chimeneas.