¿CUÁNTO VALE CATALINA?
En el imaginario nacional, nuestras islas adyacentes están envueltas por un velo de misterio y aprensión. La historia les ha conferido un carácter sacrosanto y son muy pocos los dominicanos que las han visitado. Por eso no debe sorprender que la evaluación de su potencial económico, especialmente el turístico, luzca irreverente y atrevida.
La percepción pública de las islas Saona, Beata, Catalina (llamada Toeya por los indígenas), Catalinita y Alto Velo esta signada por la reticencia y el miedo. Eso comenzó cuando, después de su descubrimiento, corsarios y piratas amenazaban desde ellas a los pueblos de tierra firme. Trujillo profundizó esa percepción al impedir su uso por temor a que sirvieran de puente para invasiones contra su régimen. Ahora están investidas como áreas protegidas intocables.
"Su entorno, con Casa de Campo y Bayahíbe, le permite aspirar a un desarrollo turístico de altos quilates."
Pero la pobreza no puede esperar. Estas islas tienen unos 150 millones de metros cuadrados, hermosas playas y un caudal económico de consideración. El hecho de que sean de propiedad pública amerita que el Estado promueva su aprovechamiento. En el pasado el Estado ha dado concesiones a particulares para extraer guano, instalar salinas, criar ganado y explotar sus maderas preciosas. Pero ahora las mayores ventajas las podría aportar el turismo.
Saona y Catalina están ya siendo usadas por el turismo. Saona es visitada por casi 400,000 extranjeros anualmente, los cuales provienen principalmente de Bávaro-Punta Cana, se embarcan por Bayahíbe y se pasan en ella varias horas. Catalina, por su parte, es visitada por cruceristas que atracan en La Romana en invierno. (Hoy día está concesionada a Costa Cruises por cinco años.) Pero Beata, Alto Velo y Catalinita están prácticamente vírgenes y desaprovechadas.
El desarrollo turístico en Saona, Catalinita, Beata y Alto Velo no resultaría fácil. Los 17 kms de playas de Saona y una población de cerca de 400 podrían sugerir la posibilidad de un gran desarrollo turístico, pero su estatus como parque nacional (Este) interferiría con un uso masivo. Catalinita tiene solo 220,000 metros cuadrados y, a pesar de tener lindas playas, sus características topográficas no son muy deseables.
Beata y Alto Velo, por su parte, están también dentro de un parque nacional (Jaragua) y no tienen infraestructura adecuada. Aunque en Beata habitan unos 40-50 pescadores y marinos, ninguna de las dos islas está cerca de centros poblacionales importantes. Preferible seria que se explotara el potencial eólico de Beata, la cual posee el mejor régimen de vientos de nuestro territorio, y el guano de Alto Velo.
Catalina, por ende, es la joya de la corona. Esto así por sus 9.6 millones de metrso cuadrados, superficie casi plana, sus 3 kilómetros de playa, su despoblación y su proximidad a un aeropuerto. Son menos de 10 kilómetros de distancia entre Catalina y el Aeropuerto Internacional de La Romana, lo que incluye el canal de dos kms entre la isla y tierra firme.
El entorno de la isla, integrado por los enclaves de lujo de Casa de Campo y Bayahíbe, le permite aspirar a un desarrollo turístico de altos quilates. Debido a que frente a su litoral oeste existen dunas paralelas que forman tranquilas lagunas y a que sus puntos de buceo figuran entre los mejores del Caribe, el visitante deseable seria aficionado a esta actividad. El oasis turístico a crearse podría incorporar no solo un desarrollo hotelero sino también, y tal vez mas importante, inmobiliario. La imagen de un coto exclusivo de gran lujo viene a la mente.
Se podría objetar que Catalina es un área protegida. Pero la categoría de "Monumento Natural" que tiene es de menos restricción de uso que la de parque nacional. Además, la flora y fauna de Catalina no se diferencian de las de tierra firme y la isla no alberga especies endémicas que requieran protección. (De hecho no parece haber justificación para que sea área protegida.) Por eso lo ideal seria crear un "monumento natural turístico" para preservar y aprovechar su calidad estética.
Existen muchos métodos para determinar el mejor y más alto uso de sus terrenos. Si fuera turístico el precio promedio del metro cuadrado podría suponerse en US$25, debido al tamaño de la propiedad, para un valor total de US$225 millones. El hecho de que al Emir de Qatar le encanta el buceo sugiere un posible comprador, especialmente ahora que Qatar está construyendo dos hoteles de lujo en Cuba. Sin embargo, precisar su valor es sólo posible si se sabe el uso que se daría a la isla
Si su desarrollo vislumbrara una bajísima densidad de construcción, permitiendo 4 habitaciones por hectárea, el potencial máximo seria de 3,840 habitaciones. Pero si en el desarrollo predominaran las villas y cabañas aisladas, no debería permitirse más de 1,000 habitaciones. Eso seria más compatible con el área de playa disponible y la imagen de lugar recóndito, tranquilo y exclusivo. Como una habitación hotelera del más alto lujo requiere una inversión de US$500,000, mil de ellas representarían una inversión de medio billón de dólares. Si el costo de los terrenos en un proyecto hotelero-inmobiliario no debe sobrepasar el 30% de la inversión total, el valor de la isla podría estimarse de esa manera también.
Estas especulaciones sobre el valor de Catalina, por supuesto, están sujetas a lo que determine su actual dueño. Como la isla es propiedad estatal y área protegida, su tutela le corresponde al Ministerio Ambiente. Habría entonces que saber el tipo y escala de desarrollo que permitiría ese Ministerio para tener una idea del valor. Si el Ministerio no permitiese ningún desarrollo, entonces el valor de la isla estaría limitado al valor que tengan los servicios ambientales que hoy ofrece.
Pero saber cuanto vale Catalina es menos importante que admitir que nuestras adyacencias son tesoros aprovechables. Y para ello se requiere destronar viejos mitos y percatarse de que el turismo puede ser perfectamente compatible con la conservación. Como tenemos un 25% de nuestro territorio "embargado" por su designación como área protegida, la tarea de conseguir esa compatibilizacion debe ser prioritaria.
La percepción pública de las islas Saona, Beata, Catalina (llamada Toeya por los indígenas), Catalinita y Alto Velo esta signada por la reticencia y el miedo. Eso comenzó cuando, después de su descubrimiento, corsarios y piratas amenazaban desde ellas a los pueblos de tierra firme. Trujillo profundizó esa percepción al impedir su uso por temor a que sirvieran de puente para invasiones contra su régimen. Ahora están investidas como áreas protegidas intocables.
"Su entorno, con Casa de Campo y Bayahíbe, le permite aspirar a un desarrollo turístico de altos quilates."
Pero la pobreza no puede esperar. Estas islas tienen unos 150 millones de metros cuadrados, hermosas playas y un caudal económico de consideración. El hecho de que sean de propiedad pública amerita que el Estado promueva su aprovechamiento. En el pasado el Estado ha dado concesiones a particulares para extraer guano, instalar salinas, criar ganado y explotar sus maderas preciosas. Pero ahora las mayores ventajas las podría aportar el turismo.
Saona y Catalina están ya siendo usadas por el turismo. Saona es visitada por casi 400,000 extranjeros anualmente, los cuales provienen principalmente de Bávaro-Punta Cana, se embarcan por Bayahíbe y se pasan en ella varias horas. Catalina, por su parte, es visitada por cruceristas que atracan en La Romana en invierno. (Hoy día está concesionada a Costa Cruises por cinco años.) Pero Beata, Alto Velo y Catalinita están prácticamente vírgenes y desaprovechadas.
El desarrollo turístico en Saona, Catalinita, Beata y Alto Velo no resultaría fácil. Los 17 kms de playas de Saona y una población de cerca de 400 podrían sugerir la posibilidad de un gran desarrollo turístico, pero su estatus como parque nacional (Este) interferiría con un uso masivo. Catalinita tiene solo 220,000 metros cuadrados y, a pesar de tener lindas playas, sus características topográficas no son muy deseables.
Beata y Alto Velo, por su parte, están también dentro de un parque nacional (Jaragua) y no tienen infraestructura adecuada. Aunque en Beata habitan unos 40-50 pescadores y marinos, ninguna de las dos islas está cerca de centros poblacionales importantes. Preferible seria que se explotara el potencial eólico de Beata, la cual posee el mejor régimen de vientos de nuestro territorio, y el guano de Alto Velo.
Catalina, por ende, es la joya de la corona. Esto así por sus 9.6 millones de metrso cuadrados, superficie casi plana, sus 3 kilómetros de playa, su despoblación y su proximidad a un aeropuerto. Son menos de 10 kilómetros de distancia entre Catalina y el Aeropuerto Internacional de La Romana, lo que incluye el canal de dos kms entre la isla y tierra firme.
El entorno de la isla, integrado por los enclaves de lujo de Casa de Campo y Bayahíbe, le permite aspirar a un desarrollo turístico de altos quilates. Debido a que frente a su litoral oeste existen dunas paralelas que forman tranquilas lagunas y a que sus puntos de buceo figuran entre los mejores del Caribe, el visitante deseable seria aficionado a esta actividad. El oasis turístico a crearse podría incorporar no solo un desarrollo hotelero sino también, y tal vez mas importante, inmobiliario. La imagen de un coto exclusivo de gran lujo viene a la mente.
Se podría objetar que Catalina es un área protegida. Pero la categoría de "Monumento Natural" que tiene es de menos restricción de uso que la de parque nacional. Además, la flora y fauna de Catalina no se diferencian de las de tierra firme y la isla no alberga especies endémicas que requieran protección. (De hecho no parece haber justificación para que sea área protegida.) Por eso lo ideal seria crear un "monumento natural turístico" para preservar y aprovechar su calidad estética.
Existen muchos métodos para determinar el mejor y más alto uso de sus terrenos. Si fuera turístico el precio promedio del metro cuadrado podría suponerse en US$25, debido al tamaño de la propiedad, para un valor total de US$225 millones. El hecho de que al Emir de Qatar le encanta el buceo sugiere un posible comprador, especialmente ahora que Qatar está construyendo dos hoteles de lujo en Cuba. Sin embargo, precisar su valor es sólo posible si se sabe el uso que se daría a la isla
Si su desarrollo vislumbrara una bajísima densidad de construcción, permitiendo 4 habitaciones por hectárea, el potencial máximo seria de 3,840 habitaciones. Pero si en el desarrollo predominaran las villas y cabañas aisladas, no debería permitirse más de 1,000 habitaciones. Eso seria más compatible con el área de playa disponible y la imagen de lugar recóndito, tranquilo y exclusivo. Como una habitación hotelera del más alto lujo requiere una inversión de US$500,000, mil de ellas representarían una inversión de medio billón de dólares. Si el costo de los terrenos en un proyecto hotelero-inmobiliario no debe sobrepasar el 30% de la inversión total, el valor de la isla podría estimarse de esa manera también.
Estas especulaciones sobre el valor de Catalina, por supuesto, están sujetas a lo que determine su actual dueño. Como la isla es propiedad estatal y área protegida, su tutela le corresponde al Ministerio Ambiente. Habría entonces que saber el tipo y escala de desarrollo que permitiría ese Ministerio para tener una idea del valor. Si el Ministerio no permitiese ningún desarrollo, entonces el valor de la isla estaría limitado al valor que tengan los servicios ambientales que hoy ofrece.
Pero saber cuanto vale Catalina es menos importante que admitir que nuestras adyacencias son tesoros aprovechables. Y para ello se requiere destronar viejos mitos y percatarse de que el turismo puede ser perfectamente compatible con la conservación. Como tenemos un 25% de nuestro territorio "embargado" por su designación como área protegida, la tarea de conseguir esa compatibilizacion debe ser prioritaria.