Testigo de muertes por consumo de “Tapa Floja” y COVID-19
En la emergencia del hospital Francisco Moscoso Puello el martes fue un día de muertes
La emergencia del hospital Francisco Moscoso Puello fue inusual el pasado martes desde la madrugada, debido a la cantidad de casos de personas fallecidas principalmente por causa del consumo de “Tapa Floja” o clerén adulterado.
A las 4:00 de la mañana había ya dos muertos por consumir la bebida y durante todo el día siguieron muriendo otros por la intoxicación. La cantidad de pacientes con la misma afección alarmaba a los pacientes y hasta a médicos, pero sobre todo, las muertes.
La sala estaba repleta de pacientes, de afectados por ingerir la bebida como por coronavirus y otras afecciones y, en menos de tres horas, cuatro personas murieron en el lugar. En total, fueron identificadas siete muertes por esa causa del consumo de clerén desde la noche anterior, pero los rumores decían que el número era de diez. No hubo información oficial y los periodistas solo obtenían datos con familiares que esperaban la entrega de los cadáveres.
Las más de 20 camas separadas por cortinas estaban todas ocupadas y los pacientes con menor gravedad eran colocados en sillas delante de los que no podían estar sentados. Allí estaban los afectados de coronavirus, los intoxicados por el clerén y otros con diferentes tipos de afecciones, pero resaltaban los casos de los intoxicados por la bebida alcohólica, la mayoría hombres y jóvenes. El comentario de médicos, enfermeras y visitantes era la cantidad de casos que llegaban al pasar las horas.
Los médicos, mayoría mujeres jóvenes, no daban abasto, no bien atendían un paciente cuando entraban otros. Poco antes de las 6:00 de la mañana un hombre alto de tez oscura es llevado a una de las camillas, no hablaba ni abría los ojos y en poco tiempo murió. Era una de las víctimas del consumo de clerén o “Tapa Floja”.
Poco más tarde ingresaron a un joven con dificultades para respirar y en espacio de una hora murió. Otro joven fue ingresado y estaba acompañado de una persona que le ayudó a subir a la cama. Cuando aún podía hablar se le escuchó decir a quien le acompañaba: “No tengo a nadie, yo me voy en esta vuelta”, y así fue, al poco rato expiró.
Así como él, otras dos personas fallecieron en poco tiempo, la mayoría por el consumo de “Tapa Floja”. Marcia Suriel y Antonio Coco eran una pareja de esposos del sector Vietnam, Los Mina. Eran habituales consumidores de la bebida, según un hermano de ella. Ambos comenzaron a sentir los síntomas de intoxicación, incluída la ceguera, fueron llevados de urgencia a la emergencia y en poco tiempo ambos fallecieron.
En otro lado de la sala, un hombre de unos 40 años estaba conectado a una máquina respiratoria que emitía un sonido cada ciertos segundos y unos gráficos se presentaban en una pantalla del aparato, una manguera entraba por su boca y según una mujer que lo cuidaba, él había entrado en un coma horas antes. Su piel pálida evidenciaba que había poca o ninguna vida. Su pecho saltaba, pero era solo por el oxígeno que la máquina le inyectaba a los colapsados pulmones.
Al otro lado, donde llegaban las urgencias y estaban los pacientes de espera, el escenario era desolador y entristeció más entre los que estaban conscientes cuando una señora de unos 80 años, que desde la madrugada estaba inconsciente, comenzó a dejar de respirar.
Una joven que le acompañaba comenzó a gritar y llamar a los médicos, que de inmediato trataron de reanimarla, parece que sufrió un paro, pues la joven preguntó qué pasó y una de las doctoras sin decir palabras, le hizo saber que había fallecido.
En ese momento la sala se enteró de que era una hija adoptiva porque la joven desesperada decía: “párate de ahí, no me haga eso, tú no me pariste, me criaste desde los tres años, tú eres mi mami, párate de ahí, por favor, párate”, decía de manera desconsolada mientras se recostaba en el pecho de la anciana.
Aquella escena de dolor arrancó las lágrimas de los que aún estaban conscientes, otros en poco tiempo seguirían los pasos de la mujer.
Minutos después, dos hombres con una especie de camilla con una caja metálica encima que abría dos puertas subieron el cuerpo y lo trasladaron a la morgue. Entraban y salían de la sala con frecuencia, era donde entraban los cadáveres para llevarlos a la morgue. Llegó un momento que el la camilla fue dejado en la sala un tiempo, quizá por la frecuencia de los fallecidos.
Próximo a las 4:00 de la tarde de la tarde, los casos seguían llegando. Una señora de unos 50 años, de piel oscura fue entrada por una unidad del 9-1-1, que hacía 10 minutos estaba solicitando ingresos a la unidad. Tenía la mirada fija y perdida, no parecía tener signos vitales, de su boca salía una espuma, pues según el paramédico en el trayecto al hospital convulsionó. De inmediato, las doctoras le pusieron las manos en el cuello y en el centro del pecho, se lo oprimían con cierta fuerza, no había vida.
Fueron 12 horas siendo testigo de la muerte, viendo morir gente con tanta facilidad que espantaba y obligaba a muchos a reflexionar sobre la fragilidad de la vida.