Fuerza femenina en la jefatura del hogar
Alrededor del 40% de los hogares dominicanos tiene a una mujer como jefa, un incremento de casi siete puntos porcentuales respecto a 2015
Hace 40 años la proporción de hogares en República Dominicana que tenía a una mujer como jefa era apenas de un 13.3%. En la actualidad, ese porcentaje ronda el 40% según los datos que compila la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE).
La última Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples (Enhogar) 2018, arrojó que dos de cada cinco hogares, igual a un 39.8%, tiene a una mujer como jefa. Un año antes, en la Enhogar 2017, el porcentaje era de un 40.8%. Ambos años marcan un salto al compararlos con la Enhogar 2016, cuando los resultados fueron de un 33.3%.
Las causas que pueden estar empujando esa tendencia aún se investigan, pero algunos especialistas apuntan al grado de empoderamiento que tienen las mujeres y su mejor preparación académica que, en algunos casos, facilita el poder terminar una relación y asumir sola la administración de la casa, sobre todo en los casos en que el hombre muestre irresponsabilidad.
Las mujeres son el 64.4% de la matrícula en las universidades del país, según el último informe del Ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología (MESCyT), correspondiente a 2015. Para entonces, el total de inscritos era de 480,103 estudiantes. Entre los egresados, las féminas representaban el 63.2%.
“El hecho de que sean (las mujeres) el mayor porcentaje que se gradúa, da un tema de mayor educación y mayor inserción en el mercado laboral, y eso quiere decir que hay un empoderamiento de las mujeres para atender los hijos y no crear esa dependencia tradicional que teníamos antes, que la mujer se quedaba aguantando”, dice Sonia Vásquez, representante en el país del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
Además, infiere -pues dice que no hay estudios definitivos al respecto- otras razones que puedan empujar a la jefatura femenina.
“En República Dominicana hay una ausencia de paternidad muy alta. Los hombres muchas veces abandonan los hogares y las mujeres, quieran o no, están obligadas a asumir la jefatura del hogar, no es una situación de elección, sino de facto”.
En 2014, el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (Celade), división de población de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), publicó un análisis sobre “Las tendencias familiares en América Latina”, a través de su revista Notas de Población. Advertía de un descenso en los hogares biparentales (compuestos por el padre y la madre), que podría explicarse en el incremento de los hogares monoparentales de jefatura femenina.
“A su vez, este incremento es resultado de diversos factores: aumento del número de divorcios, prolongación del tiempo de soltería, incremento de las migraciones de miembros de la familia e incluso la viudez femenina, que se produce debido a la mayor esperanza de vida de las mujeres”.
También planteaba que, desde un punto de vista socioeconómico y cultural, la razón podría deberse al aumento ininterrumpido que la participación laboral femenina había experimentado desde 1960 hasta 2005, cuando la tasa llegó a ser de un 58.1% en zonas urbanas.
Pero, en 2017, la Cepal situó esa tasa en un 53% y advirtió que ello mostraba un estancamiento y un indicador de las brechas de género en el acceso a oportunidades.
Sonia Vásquez, a su vez, agrega a las causas, la violencia que sufren las mujeres en el país, pues entiende que éstas están cada vez más atentas a cualquier señal para evitar caer en relaciones de maltrato. “Las mujeres dicen que es mejor estar solas que mal acompañadas y deciden estar solas a caer en una situación de violencia”.
Para B. de la Cruz esas fueron sus motivaciones cuando decidió, en 2008, separarse de su esposo. La mujer de 59 años, auxiliar de enfermería y madre de dos hijos, prefirió romper su matrimonio de más de 18 años.
“Se puso un muy agresivo. Eso no iba a dar un buen ejemplo, principalmente para ellos (los hijos)...Yo estaba visualizando que nosotros podíamos salir muertos de ahí los tres y pensé que primero los hijos y después las cosas materiales llegan”.
De la Cruz define a su excompañero como un buen hombre que se encargaba del sustento y cuidado de todos en la casa. Separarse fue un paso difícil para ella, pues debió abandonar los estudios de enfermería que cursa para dedicar más tiempo a sus hijos, uno de ellos con una condición especial que le demanda de un cuidado permanente.
Detalla una rutina que, al principio de la separación, iniciaba a las 5:00 de la mañana para preparar a su hija, llevarla a un centro de rehabilitación, llegar a su trabajo a las 7:00 de la mañana. A la salida, a las 2:00 de la tarde, debía regresar por la niña y comprar comida en el trayecto para alimentarse los tres.
“Era mucha presión para mí, mucho estrés, pues tenía que cuidarla a ella, la universidad, el trabajo, la casa y yo sola, entonces, ahí se me desarrolló un cáncer (de colon)”.
Tras ocho quimioterapias, y un año sin trabajar en el que siempre contó con el apoyo de su familia, B. de la Cruz superó el cáncer y hoy vive más tranquila con sus dos hijos en una casa cuyos gastos comparte con el mayor, que ahora tiene 28 años.
Ser separada es la condición más común entre las jefas de hogar. Los datos de Enhogar 2018 muestran que el mayor porcentaje de ellas, el 39.7%, es separada de unión libre, seguido de un 19.7% que es viuda y un 18.6% que está unida.
Mientras que, entre los jefes de hogar, la mayoría, el 45.6%, está unido, seguido de un 26.0% que está casado y un 17.7% que está separado de unión libre.
En el país se produce un promedio de 18,111 divorcios al año, según los registros de la ONE. Solo en 2018 hubo 24,772 divorcios, el equivalente a uno por cada dos matrimonios, que en ese año se registraron 50,057.
A la cifra de divorciados aportó A. Veras, una madre que saca adelante a dos hijos.
Tras 20 años de matrimonio, terminó su relación en 2015, justo en el momento en que sus hijos iniciaban los trámites para entrar a la universidad y ella asumía la hipoteca de un apartamento que acababa de comprar con sus ahorros de toda la vida.
Los ingresos de la casa se redujeron a su sueldo, inferior a los RD$20,000 mensuales y a algunas entradas por la venta de cosméticos. Pese a eso, Veras dice sentirse “más cómoda y tranquila ahora”.
El varón se agenció un trabajo que le permite ayudarse con los gastos universitarios y la hembra pudo incluso lograr una beca fuera del país. Ambos sin el apoyo del padre que, incluso, se había empezado a desentender de las responsabilidades económicas familiares antes del divorcio. Hoy, la madre se administra para cubrir las necesidades de los hijos y mantener la hipoteca sin atrasos.
Jefatura femenina y pobreza
Sonia Vásquez señala que una mujer jefa de hogar debe enfrentar varias situaciones socioeconómicas, como el hecho de ir a un mercado laboral que retribuye mejor al hombre, aunque ella esté igual o mejor cualificada.
“Es una mujer que para poder lograr educar a sus hijos e hijas tiene que trabajar tres veces más, pues no quiere descuidarse de ningún aspecto”. Además, la mujer atiende el trabajo doméstico y suele descuidar aspectos personales relacionados con su educación, salud, entretenimiento y relaciones familiares y sociales, señala.
No obstante, la representante del UNFPA aclara que la jefatura femenina no necesariamente está relacionada a la pobreza y subraya, sobre todo, la buena administración de los recursos que hacen las mujeres.
Apoya sus aseveraciones en el estudio realizado por esa entidad en 2016, titulado “Hogares dirigidos por mujeres... ¿mejor calidad de vida?”.
La investigación parte de la interrogante: ¿existe relación entre pobreza y sexo del jefe de hogar? La respuesta fue que “no resulta posible aseverar esa relación y mucho menos aún la idea de una mayor pobreza en los hogares con jefatura femenina”.
“Pobreza y hogar con jefatura femenina no están asociados. La literatura que con frecuencia ha hecho esta asociación podría estar respaldada por otras situaciones presentes en la República Dominicana en las que efectivamente la jefatura femenina y pobreza se correlacionan”, plantea.
El estudio mide los niveles de vulnerabilidad de los hogares dirigidos por hombres y por mujeres, es decir, sus capacidades para controlar fuerzas externas o internas que los afecten.
Los resultados muestran que “los hogares con jefatura femenina son menos vulnerables que los hogares con jefatura masculina” en al menos tres indicadores de riesgo, tales como grupo socioeconómico bajo y muy bajo, país de nacimiento y edad del jefe del hogar.
“Se puede afirmar que ordenados por grupo socioeconómico, los hogares con jefatura femenina son menos vulnerables en la medida que están más lejos de la línea de pobreza; lo que significa que un número (relativo) menor de estos hogares pueden ser clasificados como pertenecientes al grupo socioeconómico bajo y muy bajo”.
Diógenes Lamarche, uno de los investigadores del UNFPA, explica que, al medir el índice de satisfacción por género, se encontró que en las jefaturas femeninas se están cubriendo mejor las necesidades básicas, pues hubo una mayor proporción de hogares que tiene equipamiento básico, tales como nevera, lavadora, estufa, agua o mejores materiales de construcción.
Al contrario, los de jefatura masculina sobresalen en equipamiento moderno, tales como tecnología, carro, computadora, celular, tableta, radio u otro equipo de entretenimiento.
“No puede ignorarse el hecho que los hogares con jefatura femenina administran mejor los recursos (escasos) de los hogares en beneficio de sus miembros”, concluye la investigación.
Sonia Vásquez llama a los gobiernos a tomar esa realidad en cuenta a la hora de diseñar políticas sociales. “Un hogar encabezado por mujer es un hogar al que hay que mirar y establecer una prioridad, porque la inversión cae en buenas manos, por las prioridades que tiene”.