Esencia
A través del servicio de consultas lingüísticas de la Real Academia en Twitter me enteré del precioso caso del ejercicio de matemáticas del hijo de siete años del tuitero Ignacio Bárcena (@nachobbb). El ejercicio propone: «Escribe con cifra los siguientes números: diez, noventa y ocho, ochenta y uno, sesenta y seis, treinta». El alumno escribe las cifras 11, 99, 67 y 31. El profesor califica la respuesta de su alumno como incorrecta.
La clave de las dos interpretaciones posibles, la del niño y la del profesor, está en el sintagma siguientes números. El profesor, cuando redactó su ejercicio, lo utilizó para referirse a la lista de números que aparece a continuación del enunciado; el alumno interpretó el mismo sintagma como referido a los números posteriores correlativamente a los propuestos en el enunciado.
El aluvión de comentarios que este mensaje suscitó en las redes no deja de asombrarnos. La Real Academia, desde su servicio de consultas, aclaró desde una perspectiva lingüística, que la interpretación habitual es la del profesor. Probablemente.
Los que conocemos la precaria comprensión lectora que acarrean nuestros niños no podemos evitar maravillarnos con la extraordinaria comprensión lectora de un niño de siete años, quien, por añadidura, demostró con su respuesta que domina la escritura en cifra de los números que, al fin y al cabo, era el objetivo del ejercicio.
Sirve además esta singular anécdota para recordarnos que, cuando escribimos, y también cuando hablamos, siempre debemos tener presente que nuestro mensaje está destinado a ser interpretado por quienes nos oyen o leen. Esa, y no otra, es la esencia del lenguaje.
@Letra_zeta
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