Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
opinion

La foresta como parte del desarrollo

Expandir imagen
La foresta como parte del desarrollo

La República Dominicana fue hasta los años cuarenta del pasado siglo, un país con una cobertura forestal superior al 70 %. Con la apertura de grandes aserraderos, se inició un proceso acelerado de pérdida de nuestros bosques, reduciendo la cobertura a menos de 20 %, lo que provocó el cierre de todos los aserraderos y que se prohibiera la tala de árboles.

Con la primera crisis petrolera de mediados de los 70s, las naciones pobres que dependían de la importación de petróleo consideraron la posibilidad de apoyarse en el consumo de foresta como parte del desarrollo madera, entre otras opciones, como forma de aliviar el gasto de la factura en dicho combustible. Fue así como se iniciaron los proyectos de fincas energéticas, lo que dio paso a una revisión de la política de prohibición del corte de árboles que se aplicara en buena parte de los países tropicales. En el caso dominicano, esta revisión dio origen a la Comisión Nacional de Energía (COENER), establecida durante el gobierno del Dr. Jorge Blanco y que tuvo al Dr. Campillo Pérez como su primer presidente.

En nuestro país, el cierre de los aserraderos trajo como consecuencias un incremento abrupto de la importación de madera y un cambio en el patrón de construcción (y encarecimiento) de la vivienda, muy especialmente de la vivienda rural, que para entonces se hacia principalmente de madera, sobre todo en los sectores mas pobres.

Anualmente, República Dominicana tiene una factura de importación de madera y sus derivados cercana a los doscientos millones de dólares. Sin embargo, tenemos todas las condiciones para producir la madera que permita reducir significativamente esa factura. Es cierto que desde 1983, y muy especialmente desde 1996, se han desarrollado importantes programas de reforestación (Quisqueya Verde es un caso emblemático), pero estos han tenido un enfoque básicamente de preservación y aumento de la cobertura forestal, lo cual, para orgullo de todos, se ha ido logrando. También es cierto que muchas plantaciones se han hecho con fines de aprovechamiento, pero todo este esfuerzo resulta insignificante a la luz de los grandes volúmenes de importación de madera que hacemos y de las potencialidades que tenemos.

Volviendo a los años setenta, a comienzos de esa década, el gobierno dominicano puso en ejecución una política de sustitución de importaciones mediante la cual se crearon incentivos que aportaron cuantiosos recursos para el desarrollo del sector industrial; mas luego, se hizo lo mismo con el turismo. Los resultados, en ambos casos, son de todos conocidos. Sabemos que la manera de cómo ha evolucionado la economía a nivel global, la firma de diferentes acuerdo internacionales, impiden la aplicación hoy día de instrumentos que se aplicaron en el pasado. Sin embargo, siempre es posible encontrar fórmulas que permitan estimular a sectores que se considere necesitan del apoyo gubernamental para su desarrollo.

¿Por qué estamos apelando a la creación de mecanismos de apoyo al sector forestal?

En primer lugar, porque nos parece una tontería que, teniendo el país condiciones para la producción de madera, estemos dedicando tantos recursos para su importación. Y en segundo lugar, porque en las montañas dominicanas reside una población con muy baja calidad de vida que necesita de nuevos mecanismos para incorporarse a la economía de manera productiva sin destruir los recursos naturales.

La población rural dominicana, si bien ha disminuido en términos relativos, sigue siendo numerosa, con un gran impacto en nuestras montañas. Y así será por mucho tiempo. Por tanto, estamos en la obligación de ser creativos en la búsqueda de soluciones a la marginalidad que en este sector se expresa.

La rigidez del sistema bancario y la rapidez con que se recicla el dinero invertido en renglones como la industria y los servicios hacen casi imposible que puedan haber vías de financiación para la actividad forestal en el marco de los mecanismos que actualmente existen, por ello se necesita de la creación de un instrumento especifico para estos fines. ¡Y vale la pena!

Si en los años setenta, por ejemplo, hubiéramos sembrado cien mil tareas de caoba, ¿cuántos dólares hubiéramos estado generando ahora? ¿Cuánta gente sabe que las islas Fiji, en el Pacifico, producen mas de tres mil millones de dólares anuales por la exportación de madera de caoba plantada? (De donde procede casi toda la que importamos).

En fin, lo que tratamos es de aportar ideas que sirvan para el cambio o el enriquecimiento de un modelo económico que muchos proclaman agotado, pero que pocos aportan vías para su superación. Estamos convencidos de que el sector forestal puede ser parte de un proceso de reinvención del campo dominicano.