La vitrina cultural de Punta Cana
En su interesante “Visión de Desarrollo Provincial en Planificación de Infraestructura 2044” (rd2044.org), FUNGLODE propone muchas obras de carácter turístico a ser desarrolladas en los próximos 20 años. Entre ellas sobresalen, por numerosos, los centros culturales que actuarían de magnetos para que nuestros visitantes extranjeros nos conozcan mejor. Por la importancia de su planta turística, el vislumbrado “Centro Cultural de la Provincia La Altagracia” merece una atención especial. No existe todavía un consenso respecto a su naturaleza y alcances.
La necesidad de tal obra en nuestra principal región turística no admite objeción alguna. De hecho, su realización ha sido un sueño de larga data abrigado por muchos gestores culturales y turísticos. Resulta obvio que si la obra tiene las necesarias dimensiones y características se constituiría en uno de los principales atractivos turísticos. La creencia de que no sería un emprendimiento rentable ha militado en contra de su materialización. Y como el Estado siempre esta escaso de fondos, ese desarrollo cultural no atrae la asignación presupuestaria de lugar.
Estas limitantes son el primer factor a tomar en consideración para visualizar el diseño de la obra. La participación privada sería minoritaria y se justificaría por el valor promocional que para el destino tendría tal recurso. Un segundo factor tendría que ver con el alcance de la institución. ¿Se limitaría a proyectar lo regional o debe ser una muestra auténtica de lo nacional? El tercer factor tendría que ver con los contenidos “culturales” y de otra índole (usos múltiples). ¿Serían meras exhibiciones o también serviría de ancla a las actividades culturales de la población? ¿Qué otros componentes podrían añadirse que generen ingresos y garanticen la sostenibilidad?
La visión de FUNGLODE no parece responder a la gravitación de la actividad turística en la provincia. “Este centro cultural responde a la necesidad de la comunidad de disponer de una infraestructura para el desarrollo de actividades culturales, así como de acoger a las distintas escuelas de Bellas Artes en espacios adecuados que no solamente sirvan para la docencia, sino también como centros de exposiciones y salas de conciertos y que generen el intercambio cultural en las comunidades.” A juzgar por tal descripción, la obra no satisfaría los requisitos de una clientela turística globalizada a quien querríamos exponerle nuestro pasado y presente.
Lo mismo puede decirse de los otros centros culturales y afines que FUNGLODE visualiza para la provincia. Estos son: 1) Centro Cultural y Mercado de Otra Banda, 2) Centro Comunitario y Rural (Verón y San Rafael del Yuma), 3) Centro de Estudios Arqueológicos e Histórico San Rafael del Yuma, y 4) Centro de Investigación de Oceanografía Física y Geomorfología Costera. Los dos primeros crearían un espacio para el intercambio cultural y el aprendizaje, además de incluir bibliotecas, zonas de estudio, área de proyección y zonas deportivas. Los dos últimos serian centros de estudio donde escasamente acudirían turistas extranjeros.
Tampoco podría alegarse que dos centros de naturaleza cultural existentes llenan el cometido. Ni el Museo de La Altagracia que alberga la Basílica ni el Centro Cultural Victoriano Pepen de Higüey respondan adecuadamente a la interacción buscada con los visitantes extranjeros, si sólo por sus actuales limitadas dimensiones. Las 44,000 habitaciones turísticas de la provincia y los 3.2 millones de llegadas por el Aeropuerto Internacional de Punta Cana ameritan una obra de mucho mayor envergadura.
Más relevancia tendría, por mezclar los aspectos comunitarios y los turísticos, la visión esbozada en Bávaro News por uno de sus colaboradores (A. Corcino). Esta propone un Centro Cultural Verón “para la promoción, la valoración y la difusión del patrimonio cultural.” El lugar serviría para “la representación, la difusión o promoción de actividades culturales, un espacio en donde los residentes y los visitantes puedan ver, disfrutar diferentes manifestaciones y expresiones culturales, el patrimonio local, municipal y provincial, por lo que es competencia del ayuntamiento y en combinación con el Ministerio de Cultura del país, crear un espacio público dentro de su territorio que sirva para el sano encuentro, la convivencia segura, confortable y atractiva para sus residentes, tal es el caso de la edificación de un centro cultural o de eventos sociales, el cual tendrían como objetivo general desarrollar la gestión cultural y en termino especifico definir, designar y establecer procesos que faciliten el desarrollo cultural en esta localidad.”
Sin embargo, esta conceptualización está sesgada hacia el desarrollo local y regional. Sólo el hecho de que menciona al ayuntamiento de Verón y al Ministerio de Cultura como los responsables de crear en centro lo dice todo. Sería al Ministerio de Turismo y al de Cultura a quienes les tocaría jugar un rol si la proyección cultural que se buscara fuera nacional, además de local y regional. El otro aspecto de crear un espacio “para el sano encuentro, la convivencia segura, confortable y atractiva para sus residentes es otra señal de la orientación a lo local. Ideal sería que el encuentro mayor fuera entre visitantes extranjeros y residentes locales porque así se potencia la industria turística, en vista de la tendencia del mercado turístico que privilegia las “experiencias auténticas” en el país anfitrión.
Lo anterior sugiere que quienes patrocinen la creación del centro tendrán que desarrollar un concepto híbrido de altos quilates. Encaminándose rápidamente a los 4 millones de visitantes extranjeros al ano, la región es el territorio del gran “encuentro” entre los representantes del mundo y la población local. Como ningún otro polo turístico de nuestro territorio concita ese gran volumen de visitas extranjeras, los patrocinadores deberán tener claro que se justifica que el esfuerzo de proyección cultural, utilizado como herramienta efectiva de promoción turística, debe concentrarse en la región Este y, más específicamente, en la provincia de La Altagracia.
El centro cultural es un proyecto que se presta para que el patrocinio provenga de una sociedad público-privada. La coparticipación no debe circunscribirse a los aportes de inversión solamente. También debe involucrar el manejo y operación de todas sus actividades. Para conseguir inversión privada el Estado podría ofrecer incentivos fiscales que permitan deducir en 100% de la renta neta imponible cualquier inversión que se haga (tal y como hoy se promociona el desarrollo del cine). Un esquema alternativo sería el de asegurar una rentabilidad mínima de 5% a la inversión, usando para ello los ingresos provenientes de las actividades. Existen modelos de otros países donde la coinversión se ha logrado exitosamente.
En relación a la participación estatal no sería extravagante requerir una contribución anual importante de parte del Estado. Sólo en el caso del Ministerio de Turismo se justificaría que mantenga una asignación de US$10 millones al año de sus fondos de promoción en el exterior. (Si se reduce sustancialmente la participación en ferias y convenciones, lo cual está quedándose obsoleto como vehículo de promoción por el avasallamiento del internet, se podría reasignar esa cantidad.) Pero el Ministerio de Cultura también deberá asignar recursos debido a su deber de gestora cultural. Los ayuntamientos de la provincia podrían hacer también una contribución si lograr imponer un peaje vehicular a la entrada de sus territorios.
Mucho dependerá, finalmente, de que los hoteleros de Bávaro-Punta Cana apoyen fuertemente el proyecto. Ese apoyo podría centrarse en materia de gastronomía y de espectáculos, a fin de que el centro pueda ofrecer alternativas que generen importantes ingresos. Pero al final, el verdadero éxito radica en la fórmula de intercambio que se propicie para que los extranjeros se mezclen con los dominicanos en ese centro. Ahí estaría el mayor reto del diseño de la entidad.