Corrupción e impunidad: fuentes de violencia
El pensamiento científico moderno nos enseña que si alguien “aprieta el botón” algo pasará. Si alguien tira del hilo del tapiz, algo pasará con el resto del tapiz porque todo está interconectado con todo.
Mientras el siglo XX se caracterizó por estudiar los síntomas, el siglo XXI es profundamente sistémico e integral. Se estudian las causas subyacentes y sus vínculos con el sistema completo.
El tema de la violencia es sistémico, como lo es la corrupción. Solemos enfocar este tema con simplismo, viendo al “pasolero” que roba un celular como “el mal de nuestro tiempo”, cuando este es el síntoma de una sociedad y de un sistema violento.
Para entender a qué nos referimos comparto lo que el Prof. Johan Galtung denomina el Mapa de Formación de la Violencia:
Existe una violencia visible, y en esta la violencia directa, física y/o verbal, que podemos ver en forma de conductas. Pero la acción humana no nace de la nada, tiene raíces. Se indican dos: una cultura de la violencia y una estructura que en sí misma es violenta por ser demasiado represiva, explotadora, excluyente y/o autoritaria.
De conformidad con este mapa, la corrupción se corresponde con violencia cultural, por eso usted necesita repartir “propinas” para moverse en muchas áreas de la administración pública y se escucha a funcionarios honestos que se han encontrado con redes de corrupción que para eliminarse habría que crear direcciones completamente nuevas, con gente nueva. Mientras la impunidad es violencia estructural porque son las estructuras mismas del Estado encargadas de generar transparencia, rendición de cuentas e impartir justicia las fuentes primarias de violencia a partir de la impunidad. Un congreso que no exige rendición de cuentas y es sólo un sello gomígrafo del Ejecutivo es fuente de violencia. Un tribunal irresponsable y/o corrupto es fuente de violencia. Un sistema electoral y de partido antidemocrático, rentista y clientelista es fuente de violencia, y se crea con todo esto un círculo vicioso que genera más violencia directa en toda la República Dominicana.
Como vemos, estamos ante un problema sistémico donde la violencia que está en la calle es la consecuencia de una cultura y de una estructura que en sí mismas son violentas y generadoras de violencia.
Los efectos de la impunidad son desastrosos, pues esta se concibe como la complicidad de la autoridad con la corrupción. En su obra The Psychological Effects of Impunity, el profesor N. Sveass de la Universidad de Oslo comparte algunos de los más dañinos:
La impunidad amenaza la creencia en una sociedad democrática y es una continuación de la opresión y falta de libertad... representa una amenaza letal al proceso democrático. Y es que la imposibilidad de investigar y sancionar a los responsables de los robos públicos, la corrupción, las violaciones y el rechazo a la demanda de justicia crea dudas y miedo respecto a las propias ideas de democracia.
La impunidad premia el delito, lo estimula, induce su repetición y le hace propaganda. Cuando es el Estado o desde el Estado que se viola, se corrompe, se roba o se miente sin rendir cuentas a nadie, se está emitiendo desde arriba luz verde para violar, corromper, robar o matar.
La impunidad afecta la creencia en el futuro y puede dejar a mucha gente excluida de la historia. Supone un estancamiento histórico que limita las posibilidades de moverse hacia adelante y crear una sociedad unida y en paz.
La impunidad confunde y crea ambigüedad social. Falta de respeto a la ética y a la justicia, destruye la posibilidad de reconstruir una relación ética y de responsabilidad ciudadana entre la gente.
La impunidad hace que la gente busque la justicia por su cuenta. Cuando los procesos y la justicia no son llevados adelante por las autoridades, la gente puede ver que la ley no va a dar respuesta a sus problemas y puede pasar a justificar o llevar a cabo venganzas privadas.
Marchar por el fin de la impunidad es defender el sistema democrático y el anhelo de vivir en paz. Es auténtica ciudadanía.
Nelson Espinal Báez / Associate MIT-Harvard Public Disputes Program, Universidad de Harvard.