En Quita Sueño de Haina la gente empieza a enfermarse por derrame de fuel oil

HAINA, SAN CRISTÓBAL. En Quita Sueño de Haina, la gente comienza a enfermarse de problemas en la garganta, el estómago, los pulmones y erupciones en la piel, mientras sigue la succión de fuel oil por parte de la empresa Falcondo.

En el barrio Valle Encantado de Quita Sueño de este municipio la gente comienza a enfermarse de la garganta, los pulmones, del estómago y de erupciones en la piel supuestamente por la contaminación que desde hace una semana causa un derrame de fuel oil de la empresa Falconbridge Dominicana.

Salomé Ramírez ha tenido que abandonar prácticamente su casa y negocio por el fuerte olor y la prohibición de que encienda algún tipo de fuego. Ella se ve obligada a tener que vender en la calle un poco de café y té para poder vivir porque el otro negocio de tostadas y jugo no lo puede hacer porque en la casa no puede estar.

Muestra erupciones en la piel y su nieto de unos tres años, también tiene problemas en el cuero cabelludo que obligó a recortarlo casi a ras de piel. La tos es contante y el ardor de la garganta es insoportable, además de dificultades para respirar cuenta la mujer.

Desde que ocurrió el derrame hace hoy una semana no ha vuelto a cocinar en su casa porque el combustible lo sacan del patio de su vivienda, lo que la obliga a tener que comprar comida o comer “chucherías”.

Cipriano Antonio Llano es otro vecino afectado y cuenta que desde la semana pasada se mantiene el problema porque los camiones se siguen succionando fuel oil, porque supuestamente no se ha encontrado la avería en el oleoducto que conduce el combustible desde Haina hasta las instalaciones de Falcondo en Bonao.

“Yo tengo la garganta pelá y no aguanto el dolor de cabeza y cuando toso, boto sangre de la garganta y todo eso es después del derrame” cuenta.

Explicó que la empresa no ha ido en auxilio de la gente, pero sí prohibió que conocen en las casas y que no prendan máquinas de los talleres aledaños para evitar un incendio. Otros tuvieron que dejar sus casas.

Adalberto de la Rosa